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El terremoto que destruyó a Santafé: conozca la historia de una aterradora profecía sobre los sismos de agosto en Bogotá
Durante el 31 de agosto de 1917 se presentó un fuerte terremoto en la ciudad de Bogotá.
Luego de los temblores reportados en la capital del país el pasado jueves 17 de agosto, se volvió a viralizar a través de redes sociales una antigua profecía de siglos pasados, a través de la cual se alertaba sobre un terremoto que causaría graves daños en la ciudad de Bogotá.
Si bien es clave mencionar que las distintas autoridades expertas en la materia han asegurado que un movimiento telúrico no se puede predecir, siendo estos en su gran mayoría eventos inesperados, distintas fuentes aseguran que en el año 1827 el padre Francisco Magallo predijo que en agosto de un año sin especificar, sucedería un fuerte terremoto que destruiría la localidad de Santafé de Bogotá.
Aunque la profecía aseguraba que este sismo tendría lugar un 31 de agosto, días después tuvo lugar un sismo, el 16 de noviembre de 1827, en una tragedia que causó graves daños a este territorio ya mencionado.
Este temblor contó con una magnitud momento de 7,1 Mw, siendo uno de los más fuertes alguna vez registrados en el territorio colombiano, y causando afectaciones en distintas zonas del territorio nacional, entre las que resaltan el colapso de iglesias en Bogotá, Pasto y Popayán.
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#SGCSismicidadHistórica. “El 16 de noviembre de 1827 ocurrió uno de los sismos más destructivos en la historia de Colombia. Los relatos que lo refieren son impresionantes, y dan muestra del daño general que hubo en muchas poblaciones, especialmente de Huila y Tolima”. pic.twitter.com/tYjkKT3Yp6
— Servicio Geológico Colombiano (@sgcol) November 16, 2019
Si bien parecía que con esto la profecía acababa por cumplirse, el 31 de agosto del año 1917 como había señalado Magallo, los colombianos se despertaron a las 6:36 a. m. a causa de un fuerte movimiento telúrico de magnitud aproximada a 6,9, y que causó graves daños en edificaciones, iglesias o distintas casas, especialmente en la localidad de Chapinero.
Según reseña el Servicio Geológico Colombiano, este sismo presentado hace 106 años, causó fuertes daños para las iglesias de San Francisco, Santa Bárbara, Monserrate, La Concepción y La Candelaria, entre muchas otras que sufrieron el colapso de sus torres, al igual que otras construcciones que presentaron averías como el Capitolio, el Palacio de Nariño o distintos hospitales de la región.
En aquel momento, Bogotá contaba con aproximadamente 100.000 habitantes, entre las cuales se reportaron distintas muertes, principalmente por parte de quienes fallecieron bajo los escombros de la iglesia de Lourdes, mientras que en otros casos muchas personas empezaron a presentar colapsos nerviosos e incluso ataques cardíacos que no pudieron ser atendidos a causa de que los hospitales estaban prácticamente derrumbados.
Si bien en aquel momento la población era bastante pequeña, esto causó un gran éxodo por parte de miles de familias, quienes por miedo a que se repitieran estos hechos decidieron mudarse a otras zonas del país.
Ante esto es importante recalcar nuevamente que estos actos no pueden ser predichos, y que esto se trata de una creencia histórica; sin embargo, siempre es importante tener precauciones ante cualquier suceso que pueda tomar por sorpresa a la ciudadanía, como sucedió el pasado jueves 17.
“Tenemos una historia que muestra que un terremoto puede suceder”: el director del Servicio Geológico Colombiano explica en SEMANA lo que sucedió con los temblores
SEMANA: ¿Qué fue lo que sucedió en ese primer temblor?
Julio Fierro (J. F.): Lo primero es plantear que el borde llanero es una zona sísmicamente activa y que si pensamos en el piedemonte en donde está el final de la cordillera, en línea recta estas zonas están a menos de 30 kilómetros del borde llanero, así que estamos –digamos– en una zona en donde lo que se presentó entre ayer y hoy no es justamente el borde llanero en sentido estricto, pero sí es la zona de influencia de ese borde llanero, y esa zona es sísmicamente activa.
SEMANA: ¿Cómo se puede describir técnicamente el sismo del jueves?
J. F.: Primero hay que entender qué son las fallas geológicas: son fracturas que están en la corteza terrestre y que tienen como particularidad que tienen desplazamiento, no son fracturas, que simplemente se rompió la corteza y quedan las cosas quietas, sino que cuando se rompe la corteza hay sismos, y cuando esas roturas generan desplazamientos una cara de la fractura respecto a la otra, y dado que hay asperezas respecto a las caras de esas fracturas en la corteza, esas asperezas pueden hacer que se enganchen en el movimiento, se enganchen las placas y se enganchen las dos caras de la fractura. Y cuando finalmente se sueltan se genera una energía que ha estado allí acumulándose, y ahí es donde sentimos los sismos. Entonces aquí lo que está habiendo es una ruptura de la corteza en esa zona y los sismos están superalineados. En general no es como un nido sísmico, sino que son un montón de sismos, es que hasta el viernes a las dos de la tarde teníamos 141 réplicas, las cuales son réplicas que afortunadamente –a excepción de cinco de ellas– no todas son percibidas, sino que lo captan nuestros aparatos y se alinean en una dirección noreste, que es como la dirección general de la cordillera en ese sector.
SEMANA: ¿Por qué se sienten tan duro estos temblores?
J. F.: Hay una combinación de factores. Lo primero, es cuál es la magnitud y en general sismos menores de 3 no se suelen percibir por los seres humanos; sin embargo, está también cuál es la profundidad a la cual los sismos suceden, que consideramos que menos de 30 kilómetros son sismos que están cerca de la superficie y en el caso de los sismos de ayer todos los sismos tuvieron profundidades menores de 20 kilómetros. El hecho de que estén tan cerca de la superficie hace que la energía que se genera allá adentro en la profundidad no se atenúe. Entonces ya tenemos dos factores: la magnitud, que es la energía liberada, y la profundidad, que en menos de 30 kilómetros son sismos que llamamos someros. También está la distancia a la cual están las estructuras o los humanos, y ahí si ustedes ven las imágenes de Villavicencio versus las que uno ve en Bogotá, pues en Villavicencio la cosa se ve mucho más fuerte porque está más cerca; por ejemplo, en El Calvario, a menos de 10 kilómetros del sismo, hubo casas destruidas debido a la cercanía. Hay otros factores que también juegan; por ejemplo, aquí en Bogotá, si uno está en la parte plana, dura vibrando el suelo mucho más, porque estamos como en una especie de sopa arcillosa en la parte plana. Si estamos en los cerros se siente menos.
SEMANA: ¿Por qué sucede que se siente más en un piso más elevado que en el primero?
J. F.: Porque si usted piensa en un péndulo invertido, entonces usted fija el primer piso. El primer piso está ahí pegado al suelo, mientras que el último piso se está moviendo un montón; entonces, por supuesto, esa característica de péndulo invertido hace que en edificios de pisos altos haya una sensación y una realidad de un movimiento mucho mayor que en el primer piso.
SEMANA: Pero en los edificios que se mueven más en los últimos pisos, ¿por qué es como una forma de protegerse de desplomarse?
J. F.: No, lo que pasa es que si tú piensas en una gelatina en forma de edificio, y piensa que le pegas al plato en donde está la gelatina, entonces abajo no va a haber mucho desplazamiento, y arriba la gelatina se va a mover un montón, pero (es) una cuestión como de péndulo, solamente que en el péndulo lo que tenemos es un peso abajo, un punto fijo (arriba); entonces, si ustedes mueven eso, pues obviamente la parte baja del péndulo se va a mover un montón. Esto es exactamente lo mismo, pero invertido, y es una cuestión puramente física.
SEMANA: Cada que tiembla en el país salen un montón de teorías, ¿pero hay cierta manera de saber cuándo va a volver a temblar?
J. F.: No, ninguna, no hay ninguna forma de predecir, al menos desde lo científico, ni de predecir ni de prevenir. Imagínense las fallas geológicas en el país, hay una falla geológica que va desde el límite entre la cordillera y la llanura amazónica y que eso continúa en la parte de toda la cordillera Oriental, incluso se adentra en Venezuela; eso son, no sé, por lo menos 600 kilómetros de fallas geológicas. Además, esas fallas van a tener profundidades también de, no sé, cinco kilómetros planos gigantescos en donde en este momento se está enganchando la falla de una pared contra la otra y está comenzando a acumular energía, hay posibilidades casi infinitas y eso es una sola falla geológica.
SEMANA: ¿Qué es lo que hace que un movimiento de tierra sea devastador en términos de vidas humanas?
J. F.: Es la combinación de eso que estás diciendo y que ya está perfectamente dicho: magnitud, profundidad del epicentro y la distancia al epicentro en conjunción con qué tipos de suelos. Pero lo más importante es cuál es la resistencia de las estructuras humanas, porque miren lo que pasó el jueves, el único caso realmente trágico es que una mujer muere, pero muere por pánico, no porque el edificio haya colapsado. Entonces tenemos que evitar que las edificaciones colapsen, no solamente los edificios, sino cualquier casa, cualquier edificación tiene que aguantar el sismo que puede llegar a ocurrir en el lugar en donde está emplazada, porque lo que sucede, lo que mata a la gente, es el desplome de las estructuras, eso es lo que termina matando a las personas. Por eso insistimos: si los sismos no se pueden predecir ni prevenir, lo que sí podemos hacer son edificaciones que resistan el sismo que uno espera que suceda.
SEMANA: Pero en el caso de las edificaciones que ya están construidas, ¿qué posibilidad hay de que una ciudad se prepare para un sismo?
J. F.: Voy a dividir en dos la respuesta. Desde 1984 tenemos códigos de construcción sismorresistente, ya se tuvieron ciertas consideraciones en el diseño y en la construcción para que esas edificaciones tengan resistencia a los sismos. Las edificaciones anteriores, ¿qué es lo que hay que hacer? Edificaciones que tengan importancia. Por ejemplo, los colegios, las estaciones de bomberos, los hospitales y las clínicas, las iglesias, edificaciones que albergan en algún momento muchas personas tienen que ser reforzadas. Así sean coloniales, existe la manera de hacer los esfuerzos estructurales y además es obligatorio que esos refuerzos se hagan. Ahora la segunda parte de la respuesta: el pánico puede matar personas, una multitud de seres humanos en desbandada puede ser muy peligrosa. Entonces, ¿cómo se trabaja ese tema? Entrenando a las personas, se llaman simulacros.
SEMANA: ¿Qué recomendaciones básicas podría dar a las personas para mantenerse a salvo en un sismo?
J. F.: Es muy importante que construyamos de buena manera, de manera responsable, que las edificaciones aguanten, eso es muy importante. Y ya la actuación. De hecho, tenemos que entrenarnos en responder de una manera lo más calmada posible para que el pánico no gane, las edificaciones hay que tratar de abandonarlas de la manera más organizada posible. Recomiendan tener un maletín o un morral que tenga unas cosas mínimas como agua, una la linterna y un pito.
SEMANA: ¿Considera que Colombia que está preparado para afrontar un sismo de magnitud mayor?
J. F.: Yo creo que el país cada vez avanza y está mejor preparado, pero obviamente hay muchas opciones de mejora que pasan por comenzar a escalar alarmas sónicas en las grandes ciudades del país y tener simulacros un poco más frecuentes. Las grandes ciudades del país suelen tener ya unos fondos para el terremoto, eso es muy importante si hay sismos muy fuertes.