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El último abrazo de Pablo Escobar a Manuela: el día que el capo se atacó a llorar. “¿Te puedo buscar en las estrellas?”
Desde la muerte de Pablo Escobar, Juana Manuela, su hija, ha llevado una vida bajo el anonimato y llevando el peso de ser la heredera del ‘capo de la droga’.
En el halo tenebroso, triste y oscuro que rodea el personaje de Pablo Escobar en Colombia y el mundo, Hay un personaje que siempre se recuerda por su dulzura. Aun los relatos más críticos de la vida del capo cuentan cómo se desvivía de amor por su pequeña hija Manuela.
En su libro, María Isabel Santos Caballero (antes Victoria Eugenia Henao), cuenta cómo vivieron los últimos momentos con su padre y esposo. La familia había tomado la decisión de viajar a Alemania, porque las condiciones de seguridad, con los Pepes y los Rodríguez Orejuela respirándoles en la nuca, era ya inviable.
Escobar los acompañó a montarse al carro y le dio las gracias a su esposa por cuidar de sus hijos. A Juan Pablo le dio un apretón y un beso en la mejilla. Pero cuando el turno de decir adiós fue para Manuela, “empezó a llorar”.
“Nunca lo habíamos visto sollozar y eso hizo más dolorosa y traumática”, cuenta ella en su libro Mi Vida y mi cárcel con Pablo Escobar. Para hacerle lo que venía más llevadero a Manuela, su mamá decidió pegarle en el techo muchas estrellas reflectivas. Ella, antes de quedarse dormida solía preguntarle al capo: “Cuando no pueda verte o no estés conmigo, papá ¿Te puedo buscar en las estrellas viendo al cielo?”, le dijo.
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La mamá cuenta que a pesar de que han pasado décadas, hay una estrella azul cobalto que Manuela (Hoy Juana Marroquín) siempre busca para conectarse con ese amor de su padre hacia ella.
¿Qué pasó con Manuela?
La pregunta sobre el destino de Manuela condujo a una investigación por parte del portal Goal Coast, que describió su vida de manera peculiar. Nacida el 25 de mayo de 1984, su existencia bajo el reinado de su padre resultó aterradora, llevándola a un misterioso eclipse desde su fallecimiento. A pesar de ser la heredera de una fortuna de 30 mil millones de dólares, Manuela desapareció de la escena pública.
Durante sus primeros nueve años, tras la baja de su padre en una operación impactante, la familia Escobar Henao abandonó Colombia. En Argentina, Manuela adoptó el nombre de Juana Manuela Marroquín Santos.
Durante su estancia en ese país, vivió en relativo anonimato, asistió a la escuela en Buenos Aires y disfrutó de una vida que contrastaba profundamente con su pasado. No obstante, cuando en 1999 se reveló públicamente que los hermanos Marroquín eran los hijos del capo, su sueño de una vida tranquila se desmoronó.
La familia enfrentó consecuencias legales: la madre y el hermano fueron encarcelados, pero a Manuela, por ser menor de edad, no le sucedió nada. Sin embargo, se rumoraba que tras este episodio, Manuela evitaba salir a la calle y regresar al colegio.
La noticia del parentesco con Escobar la llevó a recibir clases privadas en su hogar. De toda la familia, Manuela fue quien más sufrió la revelación de su verdadera identidad, llevando consigo el estigma del apellido Escobar durante décadas.
Manuela, considerando a su padre como un héroe, creía en sus superpoderes mágicos desde una edad temprana. La magnitud de la devoción de Escobar por ella se manifestó cuando, en una situación extrema, quemó dos millones de dólares para mantenerla caliente.
El relato cuenta que, en una ocasión, estando atrapados en una casa en las montañas que rodean Medellín, sin provisiones y con frío, Escobar utilizó el dinero para encender una hoguera y evitar que Manuela sufriera hipotermia.
Sin embargo, la conexión entre Manuela y su padre se vio empañada por un oscuro episodio. La bomba que pusieron en el edificio Mónaco en 1988, atribuida a Pacho Herrera, se relaciona con el odio de Escobar hacia él, ya que la explosión casi dejó sorda a Manuela. La confusión y el dolor de descubrir las acciones de su padre la llevaron, según se rumorea, a una profunda depresión.
Aunque su hermano, ahora conocido como Sebastián Marroquín, se ha convertido en un personaje público y ha escrito un libro sobre su vida, Manuela ha preferido mantenerse alejada de la atención mediática.
En el último año, trascendió que Manuela enfrenta un proceso legal contra el Estado colombiano, que continuaba cobrándole impuestos a pesar de su residencia fuera del país. La disputa involucra bienes adquiridos por su padre, que fueron objeto de extinción de dominio por parte del Estado.
La vida de Manuela, la princesa del capo, continúa siendo un enigma, marcada por la búsqueda de normalidad tras la sombra de Escobar.