NACIÓN

El Zipa Forero: el ciclista que salió en hombros de la Santamaría

Efraín Forero es recordado por ser el campeón de la Primera Vuelta a Colombia en el año 1951, pero al margen del deporte, un momento intenso de su vida fue cuando toreó en la Plaza de Santamaría en el año 1955. Y para completar le concedieron una oreja.

Indalecio Castellanos
22 de septiembre de 2017
Efraín Forero en su casa al occidente de Bogotá.

Un empresario de nombre Emilio Cebrián le propuso durante el segundo semestre de 1955 que toreara en una corrida, a lo que Efraín Forero se opuso en principio, pero su espíritu aventurero y el ofrecimiento de una suma de dinero más o menos atractiva, le hizo finalmente cambiar de opinión.

Todavía estaba vivo el recuerdo de los trágicos acontecimientos del 5 de febrero de ese año durante una corrida en La Plaza de Toros, cuando un enfrentamiento entre opositores del general Gustavo Rojas Pinilla y fuerzas leales al gobierno, cobró la vida de un número indeterminado de ciudadanos.

La oposición aseguró en su momento que estos incidentes  dejaron por lo menos 100 muertos y otras versiones hablan de 37, mientras que para el régimen solo se presentó el deceso de un aficionado, que al parecer se encontraba en estado de embriaguez.


Video: Javier Stamato

El incidente había  tenido un grave antecedente el 29 de enero cuando hubo una gran represión contra a los asistentes a un espectáculo taurino, luego de que se presentara una reflicha generalizada contra María Eugenia Rojas, la hija del general Rojas Pinilla.

La dictadura estaba en su ocaso y cuando una semana después los aficionados protestaban por la presencia  de “La nena”, oficiales del servicio de inteligencia fueron enviados a la Santamaría para reprimir violentamente las manifestaciones.

Campeón

“El indomable Zipa”, como lo bautizó el famoso locutor deportivo Carlos Arturo Rueda, recuerda que uno de los momentos más felices de su vida  fue el 17 de enero de 1951 cuando fue recibido por más de 200 mil personas en el sector de Muzú, al sur de Bogotá, como el primer campeón de la Vuelta  Colombia.


Un momento de la entrevista con el campeón de la primera Vuelta a Colombia, Efraín Forero Triviño. 

El diario El Tiempo publicaba al día siguiente que el final de la competencia ciclística había sido “francamente indescriptible” y que las actividades se paralizaron en la ciudad, para rendir tributo a los 31 pedalistas que sobrevivieron a la dura prueba disputada por carreteras que más parecían caminos de herradura.

A su 87 años bien vividos y con una memoria increíble, Forero recuerda que llegar a Bogotá fue uno de los momentos más felices de su vida por ganar la competencia, que estuvo matizada  de caídas, pinchazos e incidentes.

Cuando le ofrecieron ser torero por un día, Forero Triviño recordó los innumerables incidentes que tuvo mientras transitaba por los caminos de Colombia, las veces que se cayó en las zanjas atravesadas en el camino, los momentos que sintió que el mundo se le vino encima cuando se salía de la carretera y se rompió la cabeza, las costillas y casi que el alma.

Pero la caída que más le duele todavía es la que se registró en 1952 durante la segunda vuelta a Colombia, cuando se partió el tenedor de la bicicleta bajando de La Pintada y lamentablemente tuvo que retirarse de la carrera mientras era líder con más de nueve minutos de ventaja sobre el ciclista José Beyaert, quien finalmente se coronó campeón de la prueba.

El ofrecimiento


Efraín Forero y el periodista Indalecio Castellanos durante el reciente lanzamiento de su libro Todo tuvo un comienzo, que cuenta la historia del campeón de la Primera Vuelta a Colombia.

Resultaba por lo menos curioso que un empresario le propusiera que fuera la atracción principal de una corrida de toros,  que se realizaba con el propósito de que la gente volviera a la plaza después de los sucesos conocidos como “el crimen de la Santamaría”.

La presencia multitudinaria de aficionados que fueron para verlo en acción en el ruedo y no en la carretera, se encargaría de demostrar que el organizador hizo entonces la mejor apuesta.

Forero recuerda que estaba en Zipaquirá debajo del carro haciendo unos arreglos, cuando llegó un muchacho al que le decían “el chimo” y sin más le fue diciendo que quería proponerle un negocio ni el verraco, según sus palabras.

-¿Cuál es?

-Le damos $1.000 para que se entrene y el domingo vaya a torear en la Plaza de Toros La Santamaría.

-Yo que voy a torear, si le tengo miedo a esos animales y la única manera que me gustan es en el plato- le contestó el Zipa.

El muchacho seguía insistiendo y para convencerlo le decía que no iba a torear un animal grande, sino el becerro que escogiera.

“Le dije que lo hacía si me pagaban $1.500  y acepté pensando en las múltiples caídas que sufría en el ciclismo sin que nadie me reconociera económicamente nada y me dije interiormente, que por esa plata me dejaba aporrear de un becerro”, señala el exciclista nacional.

Recuerda que al final aceptó el negocio y el siguiente paso fue empezar un rápido entrenamiento en los alrededores de la plaza, en dónde usaba una carretilla para  simular la embestida del toro.

Sin embargo, pronto entendería lo que era este oficio, cuando durante la tienta previa realizada en Sesquilé, una novilla de cachos torcidos le pegó un varetazo que le dejó muy adolorido.

Estaba haciendo los pases como le habían indicado, pero el animal no obedeció al capote y le golpeó tan fuertemente las costillas que casi sella su retiro del toreo, aún sin haber empezado.

Después del revolcón, decidió que ese día no torearía más y se subió a la tribuna en medio de los reclamos de los organizadores de la tienta, que le insistían que escogiera un becerro con el que se sintiera cómodo para entrenar.

Debut

Era curioso que los aficionados de los toros estuvieran esa tarde pendientes del campeón de la primera Vuelta a Colombia y que los carteles anunciaran por toda Bogotá su presencia en la corrida, coincidiendo con el debut de varios novilleros.

Ese domingo la respuesta de los aficionados no se hizo esperar, porque la Santamaría estaba completamente llena.

Forero asegura que antes de empezar la faena sintió una sensación extraña al ver tanta agitación y alegría desbordada en los tendidos y mucha gente siguiendo el acontecimiento con curiosidad desde las ventanas y azoteas de los edificios cercanos.

“Viendo que la plaza estaba hasta las banderas pensé que debí pedir por lo menos $5.000, aunque al final me sentí feliz cuando me dieron $300 más de lo acordado”, recuerda el ciclista convertido en torero por un día.

Dice que  todavía hay infinitas nostalgias del momento que abandonó su uniforme de ciclista y se vistió con el tradicional traje corto español, compuesto de una chaquetilla abierta, pantalón alto y botas de cuero.

Y recuerda el instante en que estuvo en el ruedo intentando con el capote lo mejor de una faena que nunca había ejecutado, en medio de la expectativa y  hasta escepticismo de las señoras de la alta sociedad que lucían elegantes sombreros, de los  aficionados vestidos de paño y de los militares que meses antes habían protagonizado allí mismo, una verdadera tragedia.

Todo iba bien en el ruedo hasta que cambió la muleta y de pronto el toro, que se quedaba parado casi siempre, arrancó sorpresivamente y lo mandó al piso luego de golpearle una pierna.

Mientras la gente en la plaza gritaba sorprendida y afanada, Forero se levantó con furia y le hizo varios pases con la muleta, que arrancaron aplausos de los aficionados.

Sabía que las pocas sesiones de entrenamiento no eran suficientes para ser un torero en todo el sentido de la palabra, pero se sentía confiado en que por lo menos no sería revolcado. 

Insiste en que el momento más difícil fue cuando cuadró el toro e intentó entrar a matar, pero escogió el lado equivocado del lomo y pinchó.

El impacto fue tan duro que el Zipa soltó el estoque y en ese instante los  organizadores decidieron que ingresaran los toreros para proceder a descabellar al animal.

El trofeo

Han pasado 62 años desde su presencia como torero en la Plaza de Santamaría y aún está vivo el recuerdo de cómo la gente se enloqueció después de su actuación, pedía a grito herido que le concedieran una oreja y terminó saliendo en hombros por la puerta grande.

Los periódicos al día siguiente registraban con grandes titulares su actuación con una fotografía tomada por el mismísimo Manuel H, quien con anterioridad había tomado en este mismo escenario la foto de un pensativo “Manolete” y había registrado la presencia en los tendidos del entonces presidente Laureano Gómez, del general Gustavo Rojas Pinilla y del Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez.

Forero recuerda que tiempo después le ofrecieron torear de nuevo, tras lo cual decidió retar a  su gran rival Ramón Hoyos Vallejo, quien no aceptó y con ello cerró la posibilidad de volver a los ruedos.

“Lo busqué y le conté que me estaban proponiendo que hiciéramos una corrida, pero me dijo tajantemente que no lo hacía ni a palos. Al final los empresarios se quedaron con las ganas de que estuviéramos juntos en el ruedo y quedó la sensación de que como torero era un excelente ciclista”, expresa entre risas.

Después de ese día de gloria en la plaza de toros, el momento más triste y cómico ocurrió en su casa de Zipaquirá.

 “Colgué la oreja en una columna para que se secara y sin que nadie se diera cuenta, un gato subió y se la comió”, relata entre Forero, mientras se ríe sin parar y sigue recordando el triste final del único trofeo que se ganó como torero.