NACIÓN
Alianza ‘godos’ y uribistas: ¿quién hará el milagro?
Alejandro Ordóñez promueve una gran convergencia para “recuperar” el país. Tal alianza, de momento, carece de un líder que la consolide.
Aunque muchos coinciden en señalar a Alejandro Ordóñez como presidenciable, el exprocurador dice que es muy prematuro para pensar en candidaturas. Desde hace un mes está en las calles, luciendo sus agarraderas, las mismas que se están convirtiendo en un símbolo der una eventual campaña política, con las que invitar a marchar a los colombianos el próximo primero de abril contra el que denomina "Gobierno corruptor Santos-Vargas Lleras”.
Así lo dijo en una entrevista publicada este jueves en el diario El Espectador, en la que también empezó a promover una alianza entre el uribismo y las bases conservadoras para enfrentar las elecciones presidenciales del 2018. Considera que esa sería la fórmula para “recuperar el rumbo del país”.
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La propuesta que Ordóñez dejó sobre la mesa no sorprende a muchos, pues es uno de los escenarios naturales que plantea la campaña política del 2018, más aún tras la atmósfera de polarización que dejó el plebiscito por la paz, y la victoria en las urnas de quienes promovieron el ‘No’ a los acuerdos de paz entre el gobierno Santos y la guerrilla de las FARC
Y no sorprende porque quien más parece representar las tesis más conservadoras parece ser el expresidente Álvaro Uribe y su partido el Centro Democrático, por encima de la dirigencia del Partido Conservador. En últimas, una alianza entre el uribismo y los godos se podría considerar la principal alternativa para que este sector, que se impuso en el plebiscito, pueda dar la sorpresa en la contienda del 2018.
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Para Ordóñez es una necesidad. “Deben las fuerzas políticas del uribismo y las bases conservadoras, junto con otras fuerzas políticas que no tienen partido, unirse en una gran convergencia para recuperar el país”, dijo en la entrevista a El Espectador.
Sin embargo, esa alianza que parece natural no tiene, a 15 meses de la primera vuelta presidencial, un liderazgo capaz de promoverla. Ordóñez puede ser el señalado; de hecho, ha venido presionando al Partido Conservador para que se declare en oposición al gobierno de Juan Manuel Santos. Si los dirigentes azules lo decidieran, el exprocurador se dejaría seducir para representar al partido como candidato, y se sometería un mecanismo interno de selección. Pero si los conservadores mantienen su posición ambigua, buscaría otros caminos. Se habla de que volvería a salir a las calles para recoger firmas.
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Lo que pesaría contra Ordóñez, seguramente, sería su imagen. La reciente encuesta Gallup (febrero del 2017) reveló que desde cuando abandonó la Procuraduría, su imagen negativa se ha incrementado en 12 puntos. Esa medición registró que su imagen desfavorable pasó del 23 % al 35 %, superior a su imagen positiva que es del 23%. Aunque el ala más conservadora del Centro Democrático lo ve con buenos ojos, en el uribismo no están plenamente convencidos de su liderazgo.
Las banderas del conservatismo estuvieron en manos de Marta Lucía Ramírez en el 2014. No contó con el respaldo de los congresistas del partido, pero sí con el de las bases del partido, las mismas que le dieron la candidatura en una convención. También hizo campaña junto a Uribe en contra del plebiscito, y, al igual que Ordóñez, hizo parte de los voceros del No que dialogaron con el Gobierno sobre un nuevo acuerdo de paz. Esos antecedentes podrían favorecerla, pero es una incertidumbre lo que pueda suceder con ella al interior del conservatismo. Por lo pronto, ya no hace parte del Directorio Nacional.
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El ala conservadora del uribismo sufrió un duro golpe la semana anterior cuando Óscar Iván Zuluaga decidió aplazar su precandidatura presidencial por cuenta del escándalo de Odebrecht. Su lugar en la baraja lo ocupó la senadora María del Rosario Guerra, sin experiencia en elecciones presidenciales. Iván Duque, quien parece ser el elegido por Uribe, y Carlos Holmes Trujillo, los otros dos precandidatos, se les ubica más en el centro del espectro que representando las más férreas tesis conservadoras.
Hay una carta que podría dar un golpe de mano al tablero, y no es otra que la de Luis Alfredo Ramos. Reconocido y respetado por el conservatismo, pues fue uno de los barones electorales del partido en décadas recientes. Y aunque formó su propio partido (Equipo Colombia) y esté más cercano de la disciplina del Centro Democrático, ha tenido un par de reuniones con el senador Hernán Andrade (presidente del Partido Conservador) por lo menos para explorar escenarios electorales.
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Ramos había sido precandidato presidencial del uribismo hace cuatro años, pero su aspiración se fue al suelo cuando sobrevino la orden de captura de la Corte Suprema de Justicia en su contra. Aunque hoy goza de libertad, está congelado a la espera de un fallo absolutorio que lo habilite plenamente para participar en las urnas. Su caudal electoral no ha estado a prueba en los últimos años, pero a la luz de las recientes encuestas es el dirigente uribista más conocido, y el que tiene mejores antecedentes a la hora de conquistar votos.
Tal vez, ante esta radiografía, Ordóñez haya justificado la alianza conservadores y uribistas más allá de nombres y de partidos. Prefiere hablar de “bases”, “fuerzas vivas”, “la fuerza del voto religioso”, “las fuerzas ganadoras del No”. Porque hoy en el país habrá mucho pensamiento conservador, pero no haya un líder que los represente.