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Lo que se juega Colombia en estas elecciones
Más que elegir nuevos congresistas, el país define la fortaleza de su democracia, la legitimidad de sus instituciones y el rumbo de la campaña presidencial. Alianzas que no se concretaron hasta ahora podrían volverse viables por la necesidad de sobrevivir.
Las elecciones para el Congreso dibujan el mapa político del país para los siguientes cuatro años. Son el escenario, por excelencia, de la distribución del poder entre los partidos. En esta ocasión definen los colores de los departamentos del país según los ganadores en cada lugar, e incluyen dos consultas interpartidistas en la derecha y en la izquierda del espectro político para escoger candidaturas de coalición para la primera vuelta presidencial.
En lo que se refiere a la elección de Congreso, el 11-M llega en uno de los momentos de mayor desprestigio de la corporación. La imagen favorable del Congreso llega apenas a un 19,5 por ciento, frente a un desfavorable del 68,6 por ciento, y la de los partidos políticos que lo componen es aún más baja: 19,6 positiva contra 68,6 negativa, según la última encuesta de Invamer para SEMANA, Caracol Televisión y Blu Radio.
Otras cifras confirman que la percepción de los colombianos hacia las instituciones políticas está en su punto más bajo en varios años. La encuesta bimensual de Invamer Gallup en –febrero registra una desaprobación de 84 por ciento del Congreso y solo una aprobación de 12 por ciento –y 7 para los partidos–, la cifra más baja desde 2000 (ver gráfica). El Observatorio para la Democracia de la Universidad de los Andes encontró que el porcentaje de quienes consideran a la democracia la mejor forma de gobierno cayó a 53,2 por ciento, el más bajo desde 2004.
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El Congreso, que se renovará este domingo, y en general las instituciones políticas, atraviesan una crisis de legitimidad que tiene varias explicaciones. Una de ellas es la polarización generada por el proceso de paz, con las consecuentes secuelas en la pugnacidad del discurso político –que termina afectando la imagen de todos– y en la agresiva oposición que ha ejercido el Centro Democrático. Otra es la molestia de la opinión pública frente al gobierno, que tiene una débil imagen cercana apenas a un 20 por ciento. Y una más es el surgimiento de la corrupción como uno de los principales problemas del país, y de la multiplicación de escándalos que han afectado a la clase política: el de Odebrecht, que golpeó a las campañas presidenciales de Juan Manuel Santos y Óscar Iván Zuluaga en 2014; el del cartel de la toga, que tiene en la cárcel a dos senadores y a tres expresidentes de la Corte Suprema; y otros de carácter regional que han afectado a miembros de casi todos los partidos.
Pero aunque el clima en el cual se llevan a cabo las elecciones es adverso a la clase política, todo indica que su composición mantendrá a los principales partidos que han sido protagonistas en los últimos años: el Centro Democrático, La U, Cambio Radical, los partidos tradicionales- Liberal y Conservador-, el Polo Democrático, la Alianza Verde, el Mira y Opción Ciudadana.
Solo dos fuerzas aparecen en el horizonte: el partido de la Farc, que tiene aseguradas cinco curules en el Senado y cinco en la Cámara; y la lista de la decencia, que sigue la candidatura presidencial de Gustavo Petro. Todo dependerá del famoso umbral. Entran al Senado los partidos que obtengan, como mínimo, el 3 por ciento de los votos válidos: unos 450.000 si la votación total son 15 millones. Se da por descontado que alcanzarán esa cifra el Centro Democrático, La U, Cambio Radical, y los partidos Liberal y Conservador, que constituyen cerca de un 75 por ciento de la composición actual del Congreso. La gran pregunta es quiénes de los minoritarios –el Polo, los verdes, el Mira, Opción Ciudadana y la lista petrista– lograrán llegar.
El nuevo mapa político de Colombia, en síntesis, estará conformado por las mismas fuerzas actuales –con algunos cambios que, según los análisis, beneficiarán al Centro Democrático y a Cambio Radical en detrimento de La U y el Partido Liberal– y las minorías que logren el umbral. En principio, no será una composición muy diferente a las del último cuatrienio, y conservará las grandes tendencias de los últimos años.
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En el largo plazo, la coloración electoral de los departamentos se ha modificado. Durante 150 años el mapa colombiano era rojo y azul –liberal o conservador– en un 80 por ciento de los municipios del país, sin variaciones significativas: los rojos eran rojos y los azules, siempre azules, y solo un 20 por ciento votaba independiente o cambiaban de color. Hoy no es así. Semana.com
construyó los mapas de las últimas tres elecciones para Senado, que en internet se pueden ver de manera interactiva hasta los resultados de cada municipio. Su conclusión principal es que ya casi no queda nada de la estabilidad partidista que imperó hasta finales del siglo XX.
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Por el contrario, la cartografía electoral demuestra que cada cuatro años puede cambiar la mayoría –y el color– de cada departamento. Con Álvaro Uribe en la Presidencia, el mapa nacional se pintó de manera significativa de La U –que inicialmente era su partido–, pero luego de la polarización entre Uribe y Juan Manuel Santos disminuyó la presencia de este partido y se incrementó la del Centro Democrático. Los partidos tradicionales mantienen presencia regional –y siguen siendo protagonistas fundamentales–, pero ya no controlan los feudos que fueron suyos durante siglo y medio. Las fuerzas minoritarias logran éxitos importantes –el Polo Democrático en Nariño, por ejemplo–, pero no las conservan en el largo plazo.
¿Cómo será el mapa electoral después del 11-M? Lo paradójico es que los departamentos pueden cambiar de color, como lo han hecho en las últimas tres elecciones, sin que se modifique sustancialmente la composición global del Senado y de la Cámara. Las dos colectividades nuevas –la lista de la decencia y la Farc– no representan una amenaza para la distribución del poder de los últimos cuatro años.
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Cómo será el nuevo Congreso dependerá también de lo que ocurra en las elecciones presidenciales. Colombia tiene un sistema presidencialista que le concede una gran influencia en la política al jefe del Estado. Las bancadas que los colombianos definen este domingo se dividirán entre gobierno y oposición después del 17 de junio, cuando se conozca el nombre del sucesor de Juan Manuel Santos. En otras palabras, este domingo también se escoge la oposición para los próximos cuatro años. ¿Se mantendrá la misma del último cuatrienio, compartida por la izquierda del Polo Democrático y el uribismo?
El Centro Democrático, que ha ejercido una dura oposición en los últimos cuatro años, se convertiría en bancada gobiernista si gana su candidato presidencial. Lo mismo le ocurriría al Polo Democrático, que siempre ha estado en la oposición, si el 7 de agosto se posesiona Sergio Fajardo, a quien respalda. Los liberales podrían volver a la oposición que ejercieron contra Uribe si su aspirante resulta ganador. Cambio Radical será el principal apoyo de Germán Vargas Lleras si obtiene la victoria. Y si ganan Fajardo o Gustavo Petro, la mayoría del Capitolio estaría por fuera de una coalición gobiernista.
Para el Congreso es tan importante la elección de este domingo como lo que ocurra en las siguientes citas con las urnas para definir el presidente. Esa es una característica propia del régimen constitucional, que se profundiza por las estrechas relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo y por la escasa independencia entre las ramas del poder que existe en la práctica. Alguna vez el politólogo Fernando Cepeda Ulloa dijo que el sistema de partidos del país se concreta en uno solo: el partido del presidente. Cómo se alinean las bancadas frente al Ejecutivo que los colombianos elegirán en junio 17 marcará en gran medida el talante del nuevo Legislativo.
Y si las elecciones presidenciales afectan al Congreso, también lo que ocurra este 11-M determinará en gran medida lo que suceda en la campaña presidencial. A nivel de la clase política, se prevé que en la próxima semana algunos de los que resulten elegidos se desplacen hacia las distintas opciones presidenciales. Más aún cuando al menos tres partidos –La U, el Conservador y la Farc– no tienen candidato propio. Esos apoyos pueden impulsar a aspirantes a la Presidencia rezagados en las encuestas, como Germán Vargas Lleras, que durante años ha tenido gran respaldo político. Las adhesiones, incluso, se pueden dar de manera individual y se sabe que habrá deslizamientos de miembros de partidos, formalmente comprometidos, hacia otras toldas. Y hasta se habla del retiro de algunas campañas que no han pegado, o de nuevos intentos por construir coaliciones para la primera vuelta. Los resultados de este domingo podrían cambiar la dinámica de la elección presidencial: alianzas que no se concretaron hasta ahora podrían volverse viables por la necesidad de sobrevivir.
Los senadores y representantes triunfantes tendrán una tarea difícil: recuperar la imagen y la eficacia de las dos corporaciones con una composición semejante a la de los últimos años. La situación tiene alguna semejanza con la que había en 1998 cuando su presidente, Fabio Valencia Cossio, pronunció la famosa frase: “O cambiamos o nos cambian”. Desde ese entonces no ha habido grandes modificaciones. Y ahora, con los niveles de desprestigio, el fantasma de una asamblea constituyente vuelve a rondar. Más allá de sus cuestionables viabilidad y conveniencia, está en boca de algunos candidatos presidenciales. El Congreso tendrá que abocar reformas complejas e impopulares –justicia, reforma política, pensiones, asuntos pendientes del acuerdo de paz– que, si no logra sacar adelante, le pueden dar oxígeno a la incierta propuesta de una nueva asamblea constituyente.
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Este domingo también se definen los nombres de los dos candidatos de alianzas interpartidistas. El de Gustavo Petro versus Carlos Caicedo, y el de la derecha: Iván Duque, Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez. Ambos procesos se han visto fortalecidos por su coincidencia con la elección parlamentaria. Iván Duque y Marta Lucía Ramírez han ganado terreno en las encuestas presidenciales, lo mismo que Gustavo Petro. Los dos ganadores estarán expectantes este domingo.
El triunfador del Centro Democrático recibirá un empujón si el volumen de votos que obtenga el partido se incrementa con respecto a hace cuatro años y si se logra mantener el espíritu de los acuerdos Uribe-Pastrana, según los cuales quien ocupe el segundo lugar sería la fórmula vicepresidencial del ganador. Eso le daría a la pareja fortaleza y unidad. En la orilla izquierda, donde se da por descontada la victoria de Petro, las miradas estarán centradas en lo que obtenga la llamada lista de la decencia. Si no alcanza el umbral, o tiene un resultado pobre, enviará una señal de debilidad sobre la sostenibilidad de su reciente liderazgo en las encuestas.
Más allá de la composición del Senado y de la Cámara, y de quiénes serán los candidatos de las coaliciones de derecha e izquierda, este domingo hay muchas cosas importantes en juego. La abstención en el plebiscito de 2016 y el desencanto actual hacia la política obligan a encender alarmas sobre el significado de una baja participación. Lo contrario –una votación alta– le daría a las nuevas Cámaras la oportunidad de reivindicarse. En todo caso, el lunes el país amanecerá con un nuevo mapa político.