POLÍTICA
Según estudio, votantes radicales definirán al presidente de Colombia en 2022
El Centro Nacional de Consultoría y la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes realizaron un modelo de agentes para definir si en 2022 se impondrá la derecha, la izquierda o el centro. Según el modelo, el próximo presidente será el candidato que logre radicalizar a su base de votantes.
Colombia es un país profundamente polarizado. Esa frase, que ya empieza a sonar a paisaje, se convirtió en los últimos años en el lugar común más efectivo para describir la dinámica electoral nacional. En alguna medida, ese fenómeno es inherente al ejercicio de la política, pero en tiempos recientes se ha intensificado a tal punto que el país hoy parece partido por mitades en cuestiones ideológicas.
Esa grieta, que todavía no se ha podido cerrar, empezó a gestarse el día que un recién elegido Juan Manuel Santos invitó a Hugo Chávez a Santa Marta para sentarse a conversar y así solucionar las tensiones diplomáticas entre los dos países, que en ese momento estaban al rojo vivo. Al término de ese encuentro, el entonces presidente de Colombia pronunció la frase que marcaría la dinámica de una disputa política que aún sigue vigente: “Hugo Chávez es mi nuevo mejor amigo”. Desde ese instante, en el país se instaló una narrativa que hoy, diez años más tarde, aún domina el debate: Santos traicionó a Álvaro Uribe y eso no puede quedar así.
Esa división, que ya era notoria, pero en el momento seguía siendo manejable, terminó por crecer de manera exponencial cuando el país supo que el Gobierno de Santos y la guerrilla de las Farc estaban sentados a la mesa para buscar una salida negociada al conflicto armado. Para Uribe esa gota rebosó la copa. Lo que antes era una actitud de crítica pasiva desde Twitter se convirtió en una actitud proactiva de enfrentamiento ideológico en plaza pública, que terminó en la fundación del Centro Democrático, hoy partido de gobierno.
La campaña por la reelección de Santos intensificó las cosas. Zuluaga, el candidato de Uribe, prometía darles otro enfoque a las negociaciones de paz que en ese momento se adelantaban en La Habana. Santos, por su parte, afirmaba que lo que proponía Zuluaga era, en el fondo, acabar con las posibilidades de paz.
Pero en la calle el ambiente era menos civilizado. Para una parte importante de la población, en las urnas estaban eligiendo entre “entregarles el país a las Farc” y “votar por la persona que diga Uribe para volver a una guerra”. Ya firmados los acuerdos, la convocatoria del plebiscito creó una grieta política que no se veía desde la época previa al Frente Nacional. Con mentiras de un lado y del otro, los colombianos terminaron equivocadamente encasillados como amigos o enemigos de la paz.
La discusión en torno a la puja Santos-Uribe y a los pactos firmados con las Farc siguió vibrando con fuerza y fue, en buena medida, el factor determinante de las elecciones presidenciales de 2018. Ahora con un elemento adicional. Había surgido en el panorama la figura de Gustavo Petro como un candidato con serias posibilidades de ganar. Así las cosas, los colombianos fueron a las urnas a escoger otra vez entre extremos. Los amigos del proceso votaron por Petro para atajar la narrativa de “hacer trizas la paz”, y los partidos tradicionales acompañaron a Duque para evitar la llegada de Petro.
En medio de este historial de división política, nació una tercera corriente: los de centro. Cansados de la polarización entre los extremos, los partidos y figuras de centro se dedicaron a consolidarse como ajenos al debate entre Petro, Santos y Uribe. Decidieron hablar más de políticas que de política y no meterse en peleas o señalamientos personales. Esa fórmula funcionó y su éxito se vio claramente reflejado en las elecciones regionales. En estos comicios, resultados como los de Claudia López o Daniel Quintero dejaron claro que el centro sí tiene vocación de poder y que se perfila como una corriente muy fuerte para las presidenciales de 2022.
El Centro Nacional de Consultoría (CNC) y la Facultad de Ingeniería de la Universidad de los Andes han unido esfuerzos para, desde ya, empezar a modelar cuál será el efecto de la polarización y de la radicalización del debate en las próximas elecciones presidenciales. Para esto, además de las intenciones de voto de los colombianos, han pretendido medir qué tan radical es cada quien en sus posturas políticas. Este enfoque, distinto al de las encuestas convencionales, permite analizar la realidad política nacional, sustentada más en la forma de pensar de los votantes que en la popularidad de las figuras que hoy asoman la cabeza en el partidor presidencial.
El modelo de agentes desarrollado por el CNC arroja una conclusión tan interesante como preocupante: en las próximas elecciones triunfará el candidato que logre radicalizar a un alto porcentaje de sus adeptos. Es decir, la polarización volverá a ser el factor determinante. Este modelo asume que los votantes no radicalizados son propensos a cambiar de opinión si se sientan a conversar con alguien que piensa diferente. Y califica las posturas políticas de los agentes del 1 al 9. Así las cosas, si una persona está entre el 1 y el 3, es de izquierda; de centro, entre el 4 y el 6; y de derecha, entre el 7 y el 9. Si dos agentes muy distantes en su ideología política se encuentran, no hay cambios. Pero si los agentes son cercanos (diferencias de ideologías menores a cuatro) entonces se aproximan.
Según los datos de la última encuesta electoral publicada por el CNC, los candidatos de izquierda suman el 31 por ciento de la intención de voto, los de centro alcanzan el 42 por ciento, y los de derecha, entre todos, llegan al 27 por ciento. A simple vista, se podría entonces afirmar que el centro es hoy la corriente con mejores posibilidades de llegar al poder. Pero eso tiene un matiz. Ese escenario podría presentarse siempre y cuando el país no llegue profundamente polarizado a los comicios de 2022.
En un panorama en el que todos los agentes cambian de opinión, el centro gana siempre. Sin embargo, las cosas se ponen interesantes cuando un porcentaje de los agentes no cambia de opinión, es decir, es inflexible. Por su naturaleza, el centro es más flexible, tal vez por esto los han llamado tibios. En un escenario donde 50 por ciento de la izquierda es inflexible, 50 por ciento de la derecha es inflexible y 10 por ciento del centro es inflexible, la probabilidad de que gane la izquierda es del 34 por ciento, de que gane el centro es de 62 por ciento y de que gane la derecha es de 5 por ciento. Sin embargo, si el porcentaje de inflexibles de la derecha no es 50 por ciento, sino 80 por ciento, es decir que solo uno de cada cinco de derecha estaría dispuesto a cambiar de opinión, entonces la probabilidad de que gane la derecha sería de 70 por ciento, de que gane la izquierda de 22 por ciento y el centro de 8 por ciento.
Estos resultados pueden explicar lo ocurrido en las elecciones pasadas cuando Sergio Fajardo lideraba las encuestas y poco a poco fue perdiendo terreno hasta quedar en el tercer lugar, por debajo de los candidatos de izquierda, Gustavo Petro, y de derecha, Iván Duque.
El enfoque que plantea el modelo de agentes del CNC es interesante y se convierte en un elemento de análisis en adelante para medir el clima político de cara a 2022. Pues, según este, para ganar elecciones en Colombia, en este momento, no importa convencer a la mayoría, sino encontrar la forma de aumentar la proporción de personas inflexibles de su lado.