Julián Galán / Semana Regionales | Foto: SEMANA

ELECCIONES

La lección que le dieron los más viejos a los jóvenes en Bogotá

SEMANA recorrió los principales puntos de votación en las localidades de La Candelaria, Santa Fe, Chapinero, Teusaquillo, Ciudad Bolívar y Kennedy. La mayoría de los votantes, mayores de 50 años, pedía oxigenar el Congreso con gente joven.

Jhon Jairo Barros
12 de marzo de 2018

Agustín Garzón, un ‘cachaco’ de 86 años, llegó a la Plaza de Bolívar a las 6:30 de la mañana a depositar su voto por Senado y Cámara de Representantes.

La emblemática plaza es el mayor punto de votación de la localidad de La Candelaria, con un potencial de 19.000 votantes.
Vestido de paño, con una corbata roja, un largo gabán negro y zapatos perfectamente embolados, Agustín vio en primera fila cómo iban ingresando los jurados de votación, mientras se tomaba una aromática en el puesto de Herminda y Derly Rivera en la esquina de la calle 12 con carrera 8, quienes llegaron a las 4:30 de la mañana.

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Este octogenario, que vive en el barrio Belén y que se lanzó como candidato al Concejo de Bogotá en dos ocasiones y resultó quemado en ambas, se ubicó de primero en la fila de votantes, razón por la cual fue el primero en ingresar a votar en la mesa 1.

“Madrugué para cumplirle a la democracia y hacer el cambio. Es el momento de sacar a las mismas roscas políticas, tanto liberales como conservadoras. Dios quiera que todos participen en esta jornada y lo hagan bien, no influenciados por terceros”, aseguró este viudo que, pese a estar familiarizado con la cosa política, tuvo inconvenientes con los tarjetones, razón por la cual se demoró más de 15 minutos en depositar su voto.

Cielo Campiño, habitante del barrio Las Cruces, y Liliana Flores, quien vive en Ciudad Bolívar, también decidieron madrugarle a la jornada electoral y se ubicaron a pocos metros de Agustín.

“Dios me dijo: levántese temprano, no haga tanta pereza, pórtese juiciosa y no se ponga a alegar con la gente. No creo que con mi voto vaya a cambiar la situación de la ciudad, pero aporto mi granito de arena. No veo mucho joven, pero mire a todos estos viejitos que a pesar de los achaques queremos al país”, comentó Cielo, de 61 años, cuyos ojos azules le hacen honor al nombre.

En la primera hora de votación en Bogotá fueron pocos los jóvenes que sufragaron en la Plaza de Bolívar, un factor que para Yamile López, una vendedora de tinto de la zona, significa “falta de interés y compromiso con el país”.

El barrio de los viejitos

La Perseverancia, barrio ubicado en la localidad de Santa Fe, un poco más al norte de la Plaza, tiene su mayor punto de votación en el colegio Manuel Elkin Patarroyo, sitio con capacidad para 7.390 bogotanos.

Desde muy temprano, la cancha de baloncesto ubicada al frente del colegio y la iglesia, empezó a llenarse con personas de la tercera edad, de cabelleras plateadas, bastones, ruanas y ponchos de lana, como Alberto y Ana Rincón, dos hermanos de más de 60 años que han vivido toda su vida en el barrio.

“Salimos temprano para ejercer nuestro derecho al voto. Anhelamos un cambio, pero uno nunca sabe. Qué pesar ver tan poco joven. Nosotros ya estamos más allá que acá, de ellos depende que la política deje de ser tan sucia”, comenta Ana.
Isabel Duarte, de 78 años, dice que los “viejitos” ven el voto como una obligación, algo que la juventud no ha querido aprender. “Yo soy más vieja que la sarna, y desde que cumplí mi mayoría de edad siempre he votado. Creo en el cambio, pero se necesita de la colaboración de los ‘sardinos’ para que mejoren la salud y el transporte. No hay derecho que para una cita médica se demoren más de seis meses”.

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Arquímedes Contreras, el vendedor de forcha o ponche de 86 años que se ubica todos los días en el parque central de La Perseverancia, depositó su voto a las 8 de la mañana, antes de sacar su bicicleta y le tiene explicación al tema: Mire la poquita juventud que se ve. De pronto en la tarde salen. Es que son perezosos para madrugar”.

Diversidad en Chapinero

Ya para la media mañana, en la Universidad Konrad Lorenz, principal sitio de votación en Chapinero (se esperaban más de 10.000 personas), poco a poco empezaron a verse caras jóvenes.

Daniel Buendía, de 20 años, ejerció su derecho al voto por primera vez. “No me atrevo a decir que en estas elecciones se dé un cambio consistente, pero sí pienso que es hora de que llegue alguien nuevo y fresco, que piense por la gente y que le dé un vuelco al panorama corrupto”, dijo.

Daniel Sandoval, con 18 años recién cumplidos, afirma que decidió votar como un compromiso por Colombia. “Hoy elegimos al Congreso que se encargará de formular proyectos sobre la educación y la reforma al sistema penitenciario. Muchos jóvenes no entienden eso, y deciden mejor no participar o hacerlo a última hora”.

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La llegada de Tatiana Piñeros, primera mujer transexual en postularse al Senado, trajo consigo votantes de la comunidad LGBTI a la Universidad Konrad Lorenz, y no solo de su comitiva, sino de toda la localidad, conocida como una de las zonas bogotanas más amigable con la diversidad de géneros.

Mientras ingresaba a depositar su voto, Piñeros fue abordada por parejas de hombres y mujeres cogidos de la mano, quienes veían en ella una nueva opción de igualdad en la ciudad.

“Yo ya soy ganadora por haber podido participar y por ser la primera mujer transexual en lanzarse en un país conservador. Toca dar estos primeros pasos. Se están abriendo espacios, nuevos liderazgos y nuevas voces. Una mujer trans en el Senado envía un mensaje de inclusión, respeto, derechos e igualdad.”, aseguró Piñeros, mientras recibía un diploma por votar por primera vez como mujer. Al final del día se supo que Piñeros, de la Lista de la Decencia, no pasó. Obtuvo 5.634 votos, con el 97 por ciento de la votación escrutada.

En la localidad de Teusaquillo, uno de los puntos más grandes fue el Colegio Distrital Palermo, con 16.000 cédulas inscritas. Al igual que en La Candelaria y La Perseverancia, el voto de la población mayor fue el que se impuso.

Harvey Ruiz, que asistió para vender paquetes de papas y mecato en las afueras del colegio, no divisó mucha población joven en el momento de salir de votar. “Los jóvenes creen en otras cosas. Ellos están acostumbrados a no depender de un político. Los que tienen plata estudian para irse fuera del país, por eso no les importa”.

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Por su parte, Yineth, ama de casa de más de 40 años tuvo inconvenientes con los jurados de votación. “Es más fácil hacer el Icfes que votar. Solo voté bien por Senado. Para Cámara no pude manejar el cuadernillo. Al final, cuando pregunté por el de la consulta, me dijeron que yo no lo había pedido al comienzo.”, dijo.

Ciudadanos a granel en el sur

Más de 28.000 ciudadanos estaban habilitados para votar en el Colegio Distrital Rodrigo Lara Bonilla, ubicado en el barrio Candelaria la Nueva, el principal sitio de votación en Ciudad Bolívar.

Bajo el ardiente Sol del medio día, centenares de habitantes de la localidad se concentraron en dos filas frente al plantel educativo, una para hombres y otra para mujeres. Por momentos, las filas superaron las dos cuadras de longitud.

Daniela Castro, de 21 años, dijo que los jóvenes que no asisten a las urnas no tienen derecho a quejarse después por los problemas. Y dijo que no cree en que se dé un cambio “ya que las familias politiqueras predominan. Son una herencia maldita. Una buena opción para los que no creemos y para una transformación es el voto en blanco. Así empezaríamos desde ceros”.

Silvana Villareal, habitante de 40 años del barrio Madelena, siempre cumple su cita con la democracia, pero cree que los jóvenes se deben unir para que se dé un cambio profundo. “Si se unen todo sería distinto, ya que nacerían nuevas opciones. Hoy en día todo es igual. Aún guardo la esperanza que todo mejore”.

Foto: Esteban Vega / SEMANA

“Hemos sido muy inocentes, por no decir brutos”, dice Arquímedes Porras, de 56 años. “Creemos todo lo que nos dicen. En Ciudad Bolívar siempre le cumplimos a la democracia, pero los políticos nos dan la espalda”.

El voto en blanco fue la mejor opción para Yamid Quiroga, de 22 años, quien solo se despegó de su novia en el momento de marcar el tarjetón. “La política es lo mismo de siempre pero con distinta cara. Por eso no me desgaste en buscar candidato o en dejarme convencer por alguno. Elegí votar en blanco, al igual que muchos amigos”.

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Luis Eduardo Gómez, a pesar de sus 78 años, se considera un joven de alma y pensamiento; además, es un arduo deportista con un corazón liberal. “Me gusta y creo en la izquierda, la única opción política que por fin tuvo en cuenta a Ciudad Bolívar de una forma seria. Pero en el país estamos acostumbrados a lo tradicional, a lo fácil y a lo conservador. No vemos más allá”.

En el colegio Rómulo Gallegos, ubicado en el barrio Ciudad Roma en la localidad de Kennedy, Vanessa Niño, una venezolana que llegó al país hace cuatro meses, no tuvo ni un minuto de descanso.

“Llegué al colegio a las 7:30 de la mañana a vender tinto, aromática y cigarrillos. Desde esa hora no me he podido sentar ni un solo momento, ya que la asistencia ha sido muy grande. He visto tanto mayores como jóvenes. Ojalá la gente haya votado a conciencia. Espero que mi país les sirva a los colombianos como ejemplo de lo que pueden causar las malas decisiones”.

Cada vez que hay elecciones, Arley Torres y sus cuatro hermanos llegan a la Heladería San Miguel, ubicada al frente del colegio, para ayudar a sus papás en la venta de helados de leche, agua y hasta con queso. Además de participar en la jornada electoral, la aprovechan para aumentar sus ventas.

“Las elecciones se convirtieron en una tradición familiar. Todos ayudamos a vender. Yo me hago en la entrada para atraer a los clientes, en su mayoría votantes. En estas elecciones he visto mucha gente joven del barrio, lo cual me alegra. Algunos jóvenes venimos con pensamientos frescos y novedosos, y no hacemos parte de la pésima herencia política que tanto ha perjudicado al país.”, dijo Arley, con su hijo de 4 años en hombros.

Raúl y Mariela Guzmán, una pareja de esposos que ya supera los 70 años de edad, votaron a pocos minutos del cierre de las votaciones. “No llegamos tarde por pereza, sino para esperar a los hijos y nietos y así hacerlo todo en familia. Nos gusta hacerlo con los más jóvenes. Les inculcamos que el voto debe ser por alguien nuevo e inteligente, no por los descendientes de los pícaros”.

En el colegio de Ciudad Roma, con más 27.000 cédulas inscritas, decenas de bogotanos se quedaron sin poder votar. Tal es el caso de Viviana González, una ama de casa de casi 40 años que la cogió la noche y no contó con los extensos trancones de la jornada electoral.

“Por favor, déjeme entrar a votar. Me tocó coger Uber para llegar, pero había mucho trancón”, les dijo Viviana a los policías del punto de votación. “Me voy de mal genio, pero no con la gente, sino conmigo misma. No contaba con que la ciudad estaría tan trancada y no me dejaron salir antes del trabajo. Eso me pasa por dejar todo para último hora”.