NACIÓN
“Ellos serán historia siempre”: sobreviviente del atentado contra la Escuela General Santander
Después de dos años del atentado que dejó a 22 jóvenes muertos, su recuerdo está presente y una de sus compañeras los siente vivos en la memoria.
La subteniente Mayra Alejandra Calero tenía 26 años cuando sintió el estallido del carro bomba que destruyó parte de la Escuela de Cadetes General Santander, el 17 de enero de 2019.
Ese día, en el que se desarrollaba la ceremonia de graduación de 200 brigadieres, Mayra Alejandra estaba participando junto con todos su compañeros, con quienes tenía una relación muy cercana.
“Unos cogimos por un lado y otros por el otro”, explica, sobre las razones por las que sobrevivió. “Desafortunadamente por donde caminaron ellos, se encontraron al conductor en ese vehículo y estalló la bomba”, dice con serenidad, dos años después del día más triste de su vida, y cree que lo que la salvó, fue un muro de los baños que quedan al frente del Campo de Paradas de la escuela, pues a pesar de estar cerca de la explosión, la pared la protegió de recibir el impacto de más esquirlas.
Oyó, a las 9:32 de la mañana, el ruido aturdidor del carro que el ELN ingresó a la escuela, sin entender ni saber lo que estaba sucediendo. Sin embargo, desde el primer momento se imaginaron que se trataba de un atentado. Ella misma estaba entre los heridos que porque poco a poco fueron llegando al punto de encuentro, al que los sobrevivientes se dirigían en una marcha dolorosa.
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“Heridos, asustados, otros llorando, el sonidos de las ambulancias. No supimos que pasó, sino hasta la noche, cuando nos dijeron que había fallecido uno, que había fallecido el otro. Lo único que sabíamos cuando estalló la bomba es que había muchísimos desparecidos”, relata.
Las horas pasaron ese día de enero, y a Mayra Alejandra la contaron, junto con los otros sobrevivientes, una y otra vez, pidiéndoles que se pararan en formación, para poder tener claridad sobre cuántas personas seguían desaparecidas. Durante el transcurso de los minutos, permanecía en shock, no tenía idea de que había estallado un carro bomba, “sabía que había explotado algo, pero no sabía qué”.
En todo el tiempo que pasó, no tuvo comunicación con su familia, porque los cadetes no tenían celular permanentemente, solo podían utilizarlo en las horas establecidas. En el momento del atentado, ella no tenía el suyo.
Así, su madre vio en las noticias lo que había ocurrido y, sin saber cómo más actuar, lloró durante horas, angustiada, esperando una señal de vida, algo que le dijera que su hija había sobrevivido. Cuando por fin recibió la llamada de Mayra Alejandra, contestó nerviosa, pero aliviada, al saber que seguía con vida.
A Mayra Alejandra le costó entender lo ocurrido. Salió al final del día, todavía aturdida, sin ver a nadie, sin entrar a su alojamiento (que había quedado totalmente destruido) y entendió que todo era real. “Al otro día, sí siente uno el dolor y el vacío que ha dejado la muerte de ellos”, relata.
Durante la pandemia la ascendieron, junto con los demás sobrevivientes, al grado de subteniente. Dos años después del atentado, trabaja en la Dirección antisecuestro y extorsión de la Policía, y asegura que sus 22 compañeros fallecidos siguen siendo su mayor inspiración, a diario.
Su propósito, y dice que el de todos, es seguir adelante, ser las mejores personas en todo sentido, pensando siempre en sus compañeros. “Cada uno deja un legado diferente (...) Ellos nunca van a morir, si nunca los vamos a olvidar”, cuenta.
A pesar de recordar a sus compañeros con una sonrisa, reconoce que el dolor es inexplicable, uno que jamás se esperó. “Algo que no creí que me fuera a pasar allá (...) no sé por qué nos pasó”, sostiene.
El mayor deseo de Mayra Alejandra Calero es que sus compañeros jamás sean olvidados.
“Eran personas que estaban llenas de ilusiones (...) Todos éramos demasiado emocionados por cada cosa que vivíamos en la escuela, yo quisiera que nunca nadie olvidara lo que pasó en la escuela. Ellos son historia y serán historia siempre”, relata.