HAITÍ
En audio | “Ellos nos masacraron... la Policía (de Haití) es torcida toda”, colombiano narra cómo se escapó tras magnicidio
SEMANA revela en exclusiva el relato que, desde su escondite, da Mario Palacios Palacios, el exmilitar colombiano prófugo tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse. Asegura que prefiere tirarse al mar que entregarse.
En la historia del magnicidio del presidente de Haití, Jovenel Moïse, había un protagonista al que se le había perdido el rastro: Mario Palacios Palacios. El exmilitar colombiano fue el único que logró huir de la sangrienta persecución que vivieron los colombianos tras el asesinato y que dejó a varios de sus compañeros muertos. En el relato, que publicó en exclusiva SEMANA, Palacios narra cómo se escabulló en medio de los tiros y por qué bajo ninguna circunstancia piensa entregarse a la Policía.
“Quiero decir la verdad, contar la verdad de todo lo que pasó. Yo ando prófugo de la justicia acá (en Haití) porque acá no hay garantías de nada. Acá la Policía es torcida toda. Acá no hay nada. Esto es tierra de nadie. Entonces me he salvado por mi color de piel, he estado escondiéndome en algunos sitios todo el día, no duermo casi, estoy muy preocupado por mi vida (...). No me pienso entregar tampoco y si me toca tirarme al mar, me tiro”, dice el hombre.
Escuche el relato del colombiano fugado en Haití
Palacios asegura no haber participado en el magnicidio del presidente. “No sé quién lo mató. Lo digo de corazón por mi familia, por mis hijos. No sé quién lo mató porque cuando yo llegué a esa habitación ya estaban los comandos Yepes y el señor Romero”. Agrega que a ese punto el presidente ya estaba muerto y él solo se enteró de ese supuesto giro del plan en ese momento.
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Cuando eso sucedió, salieron huyendo. “Se vinieron los otros policías en contra de nosotros, con todo a masacrarnos”. Los colombianos se habían escondido en una casa del barrio. “Ellos nos masacraron. Nos masacraron ahí”, agrega. “Se nos metieron a la casa. Al señor Romero lo mataron con una granada de mano. Se la lanzaron. Le cayó a él y cayó muerto. Al señor Manuel lo hirieron también. Quedó ahí tirado. Dijo ‘muchachos, váyanse’”, narra.
Palacios asegura que al ver a un compañero muerto y al otro gravemente herido, él habló con su amigo “el curso Naiser (Franco) y dijimos nosotros no nos podemos entregar”. Los dos comenzaron a ver qué hacer para esconderse de esa arremetida de balas.
“Subimos las escaleras y nos prendieron. Él se tiró ahí entre los escalones. Yo me tiré a un hueco. Me tapé con un papel cartón que había y no sé de ahí para allá. Yo me quedé tapado ahí hasta que oscureció. Apenas me podía mover porque disparaban y disparaban y si me movía me mataban (...). El señor Manuel nos decía ‘no disparen contra la Policía porque se nos complican las cosas si matamos un policía’. Nunca lo hicimos, nosotros les perdonamos la vida a ellos. Ellos no nos la perdonaron a nosotros, ellos nos acribillaron con punto 50, nosotros estábamos sin munición y los tiros que hacíamos los hacíamos al aire o a las paredes”, relató.
Palacios esperó en silencio por horas y así logró pasar desapercibido. “Cuando yo ya salí eran las siete u ocho, estaba oscurito. Yo salí suavecito. Subí por un barranco. Me quité el chaleco y me acosté un ratico y fue cuando escuché un grito del señor Manuel de ayuda. Y ¡pum!, se movieron los señores que estaban en la carretera. Subieron y ¡pum!: le dieron un disparo de gracia. Lo mataron, no le perdonaron la vida... Yo me quedo solo. Era el último. Quedé solito. Subí el muro. Me tiré a la carretera. Cogí a mano izquierda, me metí por ahí a un hueco a descansar. Como a las ocho salí, volví al lado derecho y nada. Por ese lado queda muy cerca la Policía y nada, casi me cogen”, narró.
Palacios continúa su relato sobre lo que hizo: “Regresé otra vez a ese punto donde estaba escondido. Me metí y ahí a las cinco de la mañana salí a la carretera y me quedé ahí deambulando, dando vuelta en esa carretera hasta que como a las 6:30 de la mañana pasó un señor en una moto con un pelado, le coloqué la mano y me montaron. Y salí. Pasé por el comando. No me reconocieron. Pasé por ahí. Llegué al pueblo y me compré una ropita. Me cambié y ya. Por ahí me coloqué a dar vueltas sin dar tanto visaje. Me encontré con un man que habla español, un americano, y le dije: ‘parcero, ayúdeme, ayúdeme que me van a matar, lléveme para donde usted vea que esté seguro’. Él me llevó por allá a una casa donde una señora”.
Palacios vive prófugo y teme por su vida. “A veces me toca correr para el monte y en las noches salir de la casa. Pero ahí he estado, resguardado. Entonces necesito ayuda, pero eso es urgente”, dice angustiado.
Remata asegurando que los colombianos fueron manipulados y que nunca fueron a Haití a cometer actos por fuera de la ley. “Nos engañaron a todos los que vinimos de Colombia. Fuimos engañados. Nos reuníamos como niños chupando dulces, contentos porque era una oferta de trabajo buena y pues el pago era bueno también. Nos iban a pagar 2.700 dólares entonces. Era una oferta de trabajo. No veníamos como mercenarios a matar a nadie. Veníamos a trabajar, a trabajar de seguridad, que es lo único que sabemos, lo único que sabemos es de seguridad los comandos colombianos (...). A los compañeros los volvieron nada, los reventaron. Ellos no tienen acceso a nada allá en esa cárcel. Piensan meterlos a las cárceles donde están las bandas. Entonces, primero muerto antes de entregarme. A mí no me enseñaron a rendirme en el Ejército”.