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En Tumaco, el arte le arrebata los jóvenes a la guerra

Tan solo tres escuelas y fundaciones culturales en el municipio de Tumaco, al suroeste del país, reúnen a unos 500 jóvenes que encuentran en el arte la herramienta para huir de la violencia que sufre la región.

27 de julio de 2018
La primera feria cultural ‘Tumaco Vive’ es un festival que reflejó la cara no violenta del municipio colombiano por medio de conversatorios, talleres de lectura, conciertos, obras de teatro y presentaciones de danza con 250 artistas. | Foto: Agencia Anadolu

“Yo soy fan del chef Gordon Ramsey. Ese mono inglés que madrea, insulta y trata súper mal a sus ayudantes me gusta porque me recuerda a mi exjefe: un man rubio, bajito y tremendo. Él es dueño de un restaurante en el muelle donde muchos aprendimos a cocinar ‘pateburro’ (una especie de caracol), piangua, cangrejos, langostinos y langostas”.

Quien habla es Cristian Coime, tiene 21 años y ha pasado los últimos cinco al frente de varios fogones en el municipio de Tumaco, Nariño, emulando al histérico chef europeo. Coime es uno de los aprendices de la Escuela Taller de Tumaco, programa del Ministerio de Cultura que forma a estudiantes en oficios tradicionales como la cocina del Pacífico y la construcción. 

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La Escuela Taller de Tumaco se fundó en el 2015 con 31 becarios de la zona rural y urbana del municipio y, hasta la fecha, tiene 70 egresados. De estos, el 53% está trabajando en restaurantes y proyectos de construcción; mientras que un 13% decidió continuar sus estudios en universidades con carreras relacionadas a lo aprendido en la escuela. Este establecimiento educativo es uno de los diez de su tipo que existen en el país y que han beneficiado a cerca de 22.000 jóvenes en 26 años. 

Esta escuela, junto a la Fundación Manglaria y la Escuela de Música Nuevo Horizonte de Tumaco, entre otras organizaciones culturales, participó de la primera feria cultural ‘Tumaco Vive’, un festival que mostró la cara no violenta del municipio nariñense por medio de conversatorios, talleres de lectura, conciertos, obras de teatro y presentaciones de danza con 250 artistas.

Durante cinco días, entre el 23 y 27 de julio, el arte sirvió de telón para visibilizar los procesos de transformación social en un territorio colombiano que se desangra por cuenta de la guerra entre disidencias de las Farc, grupos paramilitares y bandas criminales (Bacrim), las cuales se disputan el área que antes dominaban las columnas Daniel Aldana y Mariscal Antonio José de Sucre de la extinta guerrilla.

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Los grupos al margen de la ley buscan en los barrios vulnerables de Tumaco como Panamá, Viento Libre, Buenos Aires, Nuevo Milenio y Los Ángeles, a los precoces milicianos que lucharán una guerra que no les pertenece. 

Pero, ante esta situación, tan solo tres escuelas y fundaciones culturales en el municipio ubicado al suroeste de Colombia reúnen a unos 500 jóvenes que encuentran en el arte la herramienta de paz para huir de la violencia que hay en la región. 

El ‘Tumaco Vive’ y los proyectos adjuntos Escuela Taller, Fundación Manglaria y Escuela de Música Nuevo Horizonte trabajan para que la juventud social y económicamente vulnerable de Tumaco acceda a una formación artística de calidad que los aleje de la delincuencia.

En ese sentido, Marcela Aragón Valencia, directora de la Escuela Taller de Tumaco, explica que “en este periodo tenemos 37 aprendices entre cocina y construcción. Le apostamos a personas entre 16 y 30 años que estén en situación de riesgo, exclusión social, peligro de reclutamiento por grupos armados y vulnerabilidad socioeconómica que se ubiquen en los estratos 0 y 1. El 73% de quienes aprenden en la escuela fueron víctimas de alguna forma de violencia”.

Por su parte, el estudiante Cristian Coime señala que “muchos de los que están acá vieron la oportunidad de unirse a grupos armados y comenzar a cobrar vacunas. Pero estos espacios han ayudado a que quienes reciben esas propuestas las rechacen y eviten problemas”. 

A pesar de que literalmente estas iniciativas culturales le arrebatan a la guerra centenares de jóvenes, Harold Tenorio Quiñonez, director de la Escuela de Música Nuevo Horizonte de Tumaco, explica que los grupos delictivos del municipio no perciben los programas mencionados como una amenaza. De hecho, asegura que nunca ha recibido intimidaciones por su trabajo. 

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“Nuestra convocatoria con los jóvenes es muy suave y tranquila -dice Tenorio-, no genera un enfrentamiento directo con ellos (las bandas criminales). Ellos más fácil se enfrentan con líderes sociales, defensores de derechos humanos o con los mismos políticos porque su lucha es más frontal. Como te digo, haciendo arte no representamos una amenaza y, la verdad, queremos mantenernos así. Esta metodología permite que un niño con un instrumento esté al margen de lo que ocurre en el municipio en este momento”.

La escuela que dirige Tenorio Quiñonez atiende a niños, jóvenes y adultos del barrio La Ciudadela, un sector crítico de Tumaco. Allí enseñan cinco modalidades artísticas: música tradicional, cantos de marimba, guitarra popular, formación en coro, banda sinfónica y música urbana. Además, los aprendices practican con guitarras eléctricas, bajos y baterías. 

“Estoy seguro y convencido de que con este tipo de iniciativas los jóvenes optarán por empuñar un instrumento antes que un arma. Con los procesos formativos locales de música tradicional tenemos la experiencia de que el arte sí funciona y aleja a los pelados de la violencia. Yo llevo más de 30 años en el circuito artístico tumaqueño y nunca he visto que alguien abandone su disciplina para unirse a un grupo delictivo. Si con las pocas herramientas que han tenido los conjuntos tradicionales hemos logrado algo, imagínese lo que se puede alcanzar con esta nueva infraestructura que tenemos”, añade Tenorio.

La infraestructura de la que habla es un moderno complejo circular compuesto por un auditorio, sala acústica y de audio, salón de instrumentos y un estudio de grabación que está por dotarse. En las instalaciones de la escuela de música del barrio La Ciudadela se atenderán a un promedio de 300 estudiantes por semestre. 

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“Quiero que los niños y niñas que se formen aquí tengan una educación idónea para que puedan desenvolverse en cualquier escenario del mundo. Le apuesto a que ellos puedan tener un proyecto de vida a través del arte y que la música sea más que entretenimiento”, subraya Tenorio.

Esa esperanzadora visión es compartida por Jairo Solís, coreógrafo artístico de la fundación de danza Manglaria, quien asevera que “nosotros, desde Manglaria, le hemos quitado muchos jóvenes a la violencia. Eso no ha desencadenado ninguna venganza por parte de las bandas criminales. De hecho, ellos nos dan permiso para hacer las coreografías en los barrios”. 

La Fundación Manglaria viene trabajando hace 30 años con las juventudes en los barrios marginales del área urbana de Tumaco. En la actualidad agrupa a 150 personas que practican géneros folclóricos como el bambuco viejo, la danza contemporánea, el reggaetón, la juga -un baile en el que se evade la mirada de la pareja- y la salsa choque, esta última fue añadida hace poco al plan de estudio de los talleres de danza “para que los muchachos no se aburran”. 

Tras escuchar las palabras de los líderes de estos colectivos se podría deducir que existe una convivencia de paz tácita entre los representantes del arte en Tumaco y los grupos al margen de la ley. 

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Una conclusión que no es del todo cierta para Carlos Augusto Albán, coordinador del Programa Nacional de Escuela Taller. Paradójicamente, Albán asegura que han tenido todo tipo de inconvenientes para llevar a cabo proyectos como las Escuelas Taller, las mismas que reciben 300 millones de pesos por cada 30 estudiantes anualmente y en las que se hizo una inversión global, para las diez sedes nacionales, de 35.000 millones de pesos en los últimos ocho años. 

En este contexto, Albán concluye que para los grupos armados ilegales entender la lógica de la paz es muy difícil. “Aquí hay una competencia de quién se queda con los muchachos. Aquí lo que pasa es que un joven se forma y vive de lo que se forma, o se une con los grupos de delincuentes. Para decírselo de una forma práctica, ellos están en el mercado y representan una mano de obra peleada por ambos lados. Hay momentos en los que la palabra paz se vio vetada en Tumaco y utilizarla como una herramienta de paz a ellos no les conviene. Pero ahí entran festivales como Tumaco Vive, que evidencian la cantidad de muchachos que no optaron por el camino del mal y literalmente dicen que están mamados que los asocien con la violencia”.

*De Agencia Anadolu

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