OBITUARIO

Así despidieron a Alfonso Jacquin, 32 años después de su muerte

Los restos del exguerrillero del M19, quien ideó la toma al Palacio de Justicia, por fin fueron entregados a sus familiares luego de décadas de espera. Así fue la última despedida, que se postergó durante tanto tiempo.

27 de julio de 2018

No todos los entierros y despedidas cuentan con tres fechas para el difunto. Pero este sí es el caso. En un pequeño teatrino de la Corporación Colombiana de Teatro, donde el grupo de la Candelaria y muchos otros han presentado innumerables obras dedicadas a ver el país de una forma diferente, yace el cuerpo en una pequeña caja de madera. A su lado, tres arreglos florales, con fecha de nacimiento, de muerte y de entierro. Aparentemente distantes las tres en la línea, pero con los sentimientos a flor de piel en la actualidad.

Alfonso Jacquin, Pompo, entre sus amigos y familia, nació el último día de abril, murió el 8 de noviembre, aunque nunca se sabrá en realidad si fue ese día, y por fin fue enterrado 32 años después, el 27 de julio de 2018.

Ambas fechas están bordadas en los listones que cuelgan sus arreglos, el pequeño cajón con sus doce huesos, y el carro fúnebre.

Puede leer: Doce huesos y medio: lo que quedó del guerrillero que ideó la toma al Palacio

No hay teatro, pero las luces están encendidas. Hay público sentado en la silletería y uno a uno van pasando sus hermanas y sus amigos. A esa misma hora, pero en la natal Santa Marta de Jacquin, otro grupo de familia y amigos se reunían alrededor de la tumba de Delva Gutiérrez, la madre del guerrillero. Entre lágrimas, Tico Pineda, exmilitante del M19 y amigo desde la universidad, no puede terminar de pronunciar el nombre de la madre cuando se le quiebra la voz, “porque también fue una madre para mí”.

Y acto seguido, después de recordar el amor que le tenía Jacquin a Delva, mira un momento la serigrafía con el rostro de su amigo. Una obra con los colores de la bandera del grupo guerrillero. Un fondo azul, una camisa roja y una blanca sonrisa, que es delineada por un bigote negro frondoso como el afro de su cabeza.

Alfonso Jacquin, Pompo, entre sus amigos y familia, nació el último día de abril, murió el 8 de noviembre, aunque nunca se sabrá en realidad si fue ese día, y por fin fue enterrado 32 años después, el 27 de julio de 2018.

La obra la hizo su hermana Josefina, que estudió arte en el exterior para huir del conflicto, una condición que la alejó de la realidad del país y que sintió en un momento que debía abordar el tema desde su vivencia personal. Una vez, intentó mostrar su obra en el Palacio de Justicia, el nuevo, pero obtuvo una negativa cuando se supo que el rostro de uno de los retratados era de un guerrillero.

“Pompo, dijiste que harías un largo viaje / Aseguraste que volverías / Ese viaje ha durado treinta y dos años y muchos días inconcebibles” - recita su hermana Margarita Jacquin – “Tu risa todavía / ahuyenta las emboscadas de la sombra / mi alma es una bóveda / en la que permanece el eco de tu risa / te redime tu pródiga risa”.

Suenan los aplausos cada vez que alguien que se para entre el pequeño cajón y el público termina sus palabras. Una bandera del M19 cuelga de una pared. Y cuando la conmemoración termina, un compañero de universidad de Alfonso se acerca a Lilia Jacquin, la luchadora que por 32 años buscó a su hermano desde el viernes 8 de noviembre de 1985 y cuya labor termino en marzo del 2018.

“Esta fotografía la tuve guardada todos estos años, considero que puede ser un documento histórico, ahí aparece Jacquin”, dice. En la foto la palabra democracia queda cortada por el encuadre del anónimo fotógrafo y muestra al joven Jacquin en una mesa de debate.

Ponen el cajón en el coche fúnebre y darán por fin el último adiós, en la capilla del Colegio Mayor San Bartolomé, cerca al Capitolio, cerca al Palacio de Justicia. En el recinto, decorado con enormes pinturas en paredes, techos y cúpulas, son colocados los seis arcos de costillas, seis vértebras y un fragmento de fémur derecho que reposan en el cajón. El sacerdote, inquieto personaje, recordó que menos mal la Fiscalía no los dejó usar un “lugar digno para la conmemoración” y que la Corporación Colombiana de Teatro había estado bien, pues muchas obras que allí se mostraron intentaron dar otra perspectiva del país.

Con el hábito ya puesto organiza nueve pancartas, cada una con una letra, que se ven en muchas marchas. Justo detrás de la mesa donde ofrece la misa son puestas. “Sin olvido”, dicen las pancartas, pero no parece suficiente para los asistentes “sin olvido”, dicen nueve velas también sobre el suelo.

En la cripta 430, Alfonso Jacquin descansará en paz... 32 años después de su muerte.