ENTREVISTA

“En el gobierno Duque hay dos tendencias”: Eduardo Pizarro

En entrevista con SEMANA habló sobre su nuevo libro, ‘De la guerra a la paz’, en el que estudia la evolución de las Fuerzas Armadas colombianas entre 1996 y 2018, y sobre la coyuntura del proceso de paz.

1 de diciembre de 2018
"Este libro es un diálogo porque no elude los temas. En él hablo de los falsos positivos y los vínculos de agentes del Estado con grupos paramilitares" | Foto: diana rey melo - semana

SEMANA: ¿Por qué el tema de las Fuerzas Armadas ha sido tan ajeno a los académicos?

EDUARDO PIZARRO: Por la ausencia de golpes militares. En toda América Latina había permanentemente golpes y los militares eran protagonistas centrales de la vida política. Pero aquí solo estuvieron en el poder del 53 al 58 y han estado, para algunos investigadores, subordinadas al poder civil. Aunque para otros como Francisco Leal han tenido una total autonomía en el manejo del orden público interno, nunca han protagonizado lo público. A eso se suma que, por cuenta de la persistencia del conflicto armado interno, las Fuerzas Militares colombianas se convirtieron en un gueto con club, hospital, colegio, universidad y tuvieron un débil relacionamiento con la sociedad civil. Finalmente, también por la larga duración del conflicto, los militares veían de manera hostil al mundo académico y los académicos los veían a ellos exclusivamente como el aparato represivo del Estado. Solo hasta ahora se está comenzando a romper esa mirada mutuamente hostil.

SEMANA: ¿Cómo surgió la idea de este libro?

E.P.: Cuando el general Alberto Mejía me pidió escribirlo, pensamos en que fuera precisamente un diálogo entre civiles y militares sobre la historia contemporánea de las Fuerzas Militares. Este texto hace parte de un proyecto de diez libros escritos por académicos y periodistas como Francisco Leal, Medófilo Medina, Darío Villamizar y Patricia Lara, entre otros. Cada uno de estos investigadores va a trabajar sobre uno de los grandes episodios que han marcado la historia contemporánea del país: la toma de Marquetalia, Anorí, la Operación Jaque, el ataque al campamento de La Uribe, entre otros. Se trata de un proyecto de reencuentro que busca romper prejuicios y barreras.

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SEMANA: ¿Qué tanta relevancia tiene su libro para el momento actual?

E.P.: En términos de instituciones encargadas de la memoria, el país tiene al Centro de Memoria Histórica, por un lado, y al Centro de Memoria de las Fuerzas Militares y la Policía Nacional, por el otro. Que ambas entidades quieran hacer su propio museo indica las dificultades para lograr convergencias sobre la memoria. Este libro es un diálogo porque no elude los temas. En él hablo de los falsos positivos y los vínculos de agentes del Estado con grupos paramilitares. A diferencia de lo que ocurría anteriormente, para los mandos actuales es positivo que yo me refiera a esos temas porque ellos conocen los errores cometidos y reconocen la necesidad de que no se repitan.

SEMANA: El libro reconoce un cambio de mentalidad en las Fuerzas Militares ligado al proceso de paz. ¿Cómo fue ese cambio entre 1998 y 2018, el lapso que estudia en esta obra?

E.P.: Hay un hecho histórico fundamental: el último general en servicio activo que se reunió con un guerrillero, antes de este proceso, fue Jorge Alfredo Duarte Blum con Guadalupe Salcedo, comandante de las guerrillas de los llanos, en 1954. Tuvimos que esperar 60 años para que volviera a suceder. Por eso fue un acontecimiento cuando, en el mandato Santos, el general Javier Flórez se sentó a dialogar con las Farc después de haberlas combatido. A ese primer indicador de cambio se sumó la transformación en el lenguaje. Los militares dejaron de hablar de terroristas y criminales y comenzaron a hablar de adversarios. Si querían negociar, tenían que cambiar la denominación de las personas con que se sentaban en la mesa. Finalmente, otro elemento de ruptura tuvo que ver con que en La Habana los militares no solo negociaron con las Farc una desmovilización, sino otros aspectos incluidos en el acuerdo. El tema político y el agrario son dos de ellos.

“Con la paz, Los militares dejaron de hablar de terroristas y criminales y comenzaron a hablar de adversarios”

SEMANA: Si ya habían existido procesos de negociación con las Farc, ¿por qué solo ahora se dio ese cambio?

E.P.: Mary Kaldor, teórica británica de las nuevas guerras, lanzó un concepto que se llama la perestroika militar y ella muestra que en los conflictos asimétricos actuales no hay victorias decisivas. En Afganistán, Irak, Libia y Siria no hay una victoria definitiva que cambie el curso de la guerra. En ese tipo de conflictos los actores armados no son derrotados, sino que se transforman. Antes la victoria significaba el aniquilamiento del adversario para imponer condiciones como en Berlín luego de la Segunda Guerra Mundial. Hoy consiste en reconstruir el Estado y las relaciones con la sociedad civil, buscar soluciones negociadas si es posible o aislar a los sectores armados de la población civil. En consecuencia, con esos cambios, las fuerzas militares del mundo y las de Colombia cambiaron su doctrina militar: ya el objetivo no era la derrota del adversario, sino sentarlo en la mesa en una negociación legítima.

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SEMANA: ¿Qué papel jugaron los civiles en ese cambio de doctrina militar?

E.P.: En términos de doctrina militar, lo que se asentó con Juan Manuel Santos comenzó desde la reestructuración militar de 1998 y se aplicó rigurosamente con el Plan Patriota en 2002, el Plan Consolidación en 2006 y el Plan Espada de Honor en 2011. En las Fuerzas Militares los planes tienen una continuidad básica en los principios. Así, por ejemplo, el cambio de concepto de victoria ya lo había planteado el general Mora en 2002. Pero la reestructuración militar comenzó en los últimos meses del gobierno Samper, se desarrolló a lo largo del gobierno Pastrana y se aplicó con Uribe. A eso se suma que los estrategas militares dicen: “Nosotros dejamos de escuchar a los asesores norteamericanos porque Estados Unidos ha perdido sistemáticamente todas las guerras desde 1945. ¿Cómo escuchamos a unos perdedores? Perdieron en Corea, Vietnam, Afganistán, Iraq, Siria…”.

SEMANA: ¿Qué papel pueden jugar las Fuerzas Militares en el posacuerdo con las Farc?

E.P.: Las Fuerzas Militares elaboraron un plan hasta 2030. En él preveían tres etapas: pasar de un ejército de contrainsurgencia a uno de posconflicto, y de ahí a uno de disuasión defensiva y de defensa nacional. ¿Qué pasó? No tuvimos un posconflicto, sino que tenemos uno parcial, con una situación de orden público muy compleja, que retarda el tránsito al ejército de posconflicto. Y por otro lado, se están agravando las tensiones con Venezuela. En este momento, en caso de una guerra convencional, la diferencia es de 9 a 1 hombres. Y, como Colombia desarrolló un ejército contrainsurgente y Venezuela uno de defensa nacional, y Hugo Chávez compró 15.000 millones de dólares en armas, el desequilibrio es dramático. Hay una fuerte presión para que nuestro país entre en una carrera armamentística. Hay rumores de invertir 3.000 millones de dólares en defensa antiaérea para proteger Barrancabermeja, Reficar y los puentes de los Sukhoi venezolanos, y se dice que hay una empresa sueca que quiere instalarse en Bogotá porque produce aviones similares a los Sukhoi. Esa presión puede ser catastrófica para ambos países.

SEMANA: ¿Cómo asumen las Fuerzas Armadas la complejidad de lo que usted denomina ‘posconflicto parcial’?

E.P.: Primero, las Fuerzas Armadas no conocen al ELN porque toda la inteligencia de los últimos años se la dedicaron a las Farc y sus objetivos estratégicos. Segundo, tienen una enorme dificultad para enfrentar a las disidencias. En este momento se están preparando para responder a ambas realidades.

SEMANA: El presidente Duque fue activo defensor del No al acuerdo de paz y en su discurso evita usar palabras como posconflicto e implementación. ¿Qué tanto una nueva narrativa política puede volver a cambiar la mentalidad militar?

E.P.: En el gobierno Duque hay dos tendencias. La del presidente con un discurso de centroderecha, y una mucho más radical en algunos sectores del Centro Democrático. He conversado con el alto comisionado para la Paz y me parece que hay voluntad de intentar cumplirles a las Farc y mantener abiertas las puertas de negociación con el ELN. No creo que tengamos un retroceso radical. A ningún presidente le conviene tener un orden público alterado.