ENTREVISTA
“Yo no me hago el simpático: tomo decisiones de largo plazo”: Enrique Peñalosa
A seis meses de dejar la Alcaldía de Bogotá, SEMANA habló con Enrique Peñalosa sobre la gobernabilidad de la ciudad, lo que quería dejar, lo que deja y lo que no alcanzó a hacer.
SEMANA: Su mandato pasa por un momento difícil. El Distrito tiene más de 44 procesos judiciales en su contra y le suspendieron la construcción del TransMilenio por la Séptima, del parque San Rafael, y la venta de la ETB. ¿Cómo interpreta esa relación con los jueces?
Enrique Peñalosa: Respeto las decisiones de los jueces siempre y cuando lo hagan con un adecuado sustento legal y técnico, y con el bienestar general como criterio. Pero a veces eso no ocurre. Además, esas decisiones son lentas y afectan la ciudad. Pongo un ejemplo: queríamos que las personas que quisieran usar su carro el día de pico y placa pudieran pagar por hacerlo. Esa iniciativa fue demandada, y años después no hay decisión. Como en ese caso, en otros cientos no hay definiciones rápidas, ni claras, ni bien sustentadas.
SEMANA: Pero la suspensión de TransMilenio por la Séptima o la de la construcción del parque San Rafael fueron decisiones rápidas…
E.P.: Muchas de las decisiones de los jueces son por sospechas y no por evidencias. El caso del parque San Rafael es claro en este sentido: es un proyecto que le cambiaría la vida a los bogotanos. La idea es que los ciudadanos puedan salir al campo, navegar en canoa, hacer avistamiento de aves, dar un paseo en cicla y tomar el cable que los llevaría desde Usaquén a San Rafael. Pero un juez dijo que por el “principio de precaución” se tenía que parar un proyecto de 650.000 millones de pesos. No ha incumplido ninguna norma ni le falta licencia alguna, pero todo se suspendió sin ningún argumento técnico.
"En Bogotá hay mucho clasismo, y esa oposición de unos pocos pero poderosos es un lamentable ejemplo".
SEMANA: Continuando con las suspensiones, ¿qué puede pasar con TransMilenio por la Séptima? ¿Cree que lo va a dejar adjudicado?
E.P.: Confío en que la decisión de los jueces cambie cuando terminen de hacer el análisis y se pueda adjudicar en mi gobierno. A ese proyecto se le han hecho inversiones gigantescas. Serán cientos de miles de ciudadanos que se van a ahorrar miles de horas al año en su transporte, y se van a recuperar y embellecer cientos de miles de metros cuadrados de espacio público. Se han hecho inversiones en predios de casi 400.000 millones de pesos. Los diseños costaron 15.000 millones y otro tanto la preparación de las propuestas de los licitantes. Si no se desbloquea, todos ellos demandarían al Distrito por no hacer el proyecto.
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SEMANA: Se ha dicho que hay mejores alternativas para la Séptima, como un tranvía, por ejemplo. ¿Ustedes contemplaron esa posibilidad?
E.P.: La troncal por esa vía no es un proyecto mío. Fue diseñada en el Gobierno de Lucho Garzón. La opción del tranvía ya fracasó en la administración Petro. Cuesta más y asimismo tiene una capacidad de 9.000 pasajeros hora sentido, mientras que la de TransMilenio es de 25.000. Adicionalmente, esta obra ya está financiada, planeada, estudiada. Si no se hace TransMilenio en esa vía, en la Séptima no se hará nada.
SEMANA: Si el TransMilenio por la Séptima es tan bueno, ¿por qué parte de la ciudadanía está en contra? ¿Problemas de comunicación?
E.P.: No entiendo cómo políticos de ese sector prefieren que no pase nada en esta avenida, que siga siendo contaminada y caótica. Dicen que la Séptima es emblemática, pero eso no es cierto. El debate en otra avenida no sería igual; lo que pasa es que en algunos sectores de la Séptima viven personas de estrato alto que se oponen a que esa vía se toque. ¿Ha visto a alguien de un barrio popular de la Séptima oponerse a que instalen y mejoren TransMilenio? En Bogotá hay mucho clasismo, y esa oposición de unos pocos pero poderosos es un lamentable ejemplo.
SEMANA: ¿Sugiere que en otros temas que molestan a sectores ciudadanos, como las intervenciones en los humedales o la tala de árboles, también hay visiones clasistas?
E.P.: En Engativá, por ejemplo, estamos haciendo una ciclorruta que conecta el parque Colsubsidio con el humedal Juan Amarillo. Este, a su vez, comunica a Lisboa, Bilbao, Santa Cecilia, Villa Cindy, que son barrios populares. Los ciudadanos de más ingresos se oponen a que las personas que viven en estratos populares pasen por ahí. Hay muchos casos en que la argumentación de fondo es clasista.
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SEMANA: ¿Por qué no se hizo el metro subterráneo como en la mayoría de las ciudades?
E.P.: Hay que desmentir que el metro subterráneo estuviera listo. Su versión final no fue aprobada por el Gobierno, tampoco por el Concejo. Planeación Nacional contrató a la Financiera de Desarrollo Nacional para que, técnicamente, decidiera cuál era el metro que debía hacerse. Lo que dijo esa entidad era que debería hacerse elevado y por la Caracas. Y de ahí en adelante ha sido una lucha gigantesca. Yo no me saco las cosas del sombrero. Los últimos 35 años he viajado a muchas ciudades para aprender de sus modelos y experiencias en movilidad. Todas las decisiones de mi gobierno se toman con criterios técnicos, siempre anteponiendo el bienestar general al de unos pocos; esa es la esencia de mi modelo de ciudad. Ese ha sido el gran sueño de mi vida, y a convertirlo en realidad me he dedicado desde joven, con la valiosa ayuda de los mejores profesionales que hay en nuestro país.
SEMANA: ¿Por qué se ha demorado tanto en hacer el metro elevado?
E.P.: Porque hemos tenido que superar muchísimos obstáculos, todo el tiempo aparecen nuevos retos. A pesar de las circunstancias, hemos hecho los estudios, hemos conseguido el acuerdo con el Gobierno nacional, hemos pedido la aprobación del Concejo, hemos obtenido la financiación de la banca internacional, hemos hecho el proceso de precalificación de las empresas. Sin embargo, es asombroso que incluso el metro, que es el anhelo de todos los bogotanos, esté demandado por unos populistas y demagogos, sin argumentos sólidos, sin criterios técnicos. Lo grave es que no hay manera de blindarlo. Por decisiones judiciales con trasfondo político, sin argumentos técnicos, se puede perjudicar gravemente la movilidad de millones de personas para el futuro.
SEMANA: Usted ha dicho que uno de los chicharrones más grandes ha sido el SITP. Después de estos tres años y medio de gobierno, ¿hay solución?
E.P.: Recibimos el SITP totalmente quebrado, mal diseñado. Nunca se debió hacer en toda la ciudad, sino en zonas específicas. Hoy ese sistema realiza una cantidad de viajes muy largos y hacia el futuro debe ser un alimentador de TransMilenio. Estamos haciendo una renegociación complejísima con los operadores, que debería permitir que salgan de la quiebra. Estamos muy cerca de una solución de fondo que recuperará la salud de las finanzas y le ahorrara miles de millones a los bogotanos en el futuro.
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SEMANA: Además de la movilidad, la otra preocupación de los bogotanos es la seguridad. Aunque la capital es un ejemplo en el descenso de homicidios, el hurto subió y los ciudadanos se siguen sintiendo inseguros…
E.P.: El año pasado logramos una tasa de 13 homicidios por 100.000 habitantes, la menor desde 1970. Acabamos con el horror del Bronx que era una fábrica de delincuentes, droga, crimen, explotación sexual, era un infierno. Se ha reducido el número de muertes de habitantes de calle y se han rehabilitado más de 2.000 personas.
SEMANA: Pero el hurto sigue al alza...
E.P.: Hemos hecho un esfuerzo grandísimo en equipos de policía: recibimos menos de 300 cámaras y vamos a dejar más de 5.000. También vamos a entregar un centro de control sofisticado, equipos de inteligencia y más pie de fuerza. Nuestro problema esencial es de reincidencia, y los jueces poco ayudan.
"No sé por qué la gente recuerda más las calumnias. Inventan estupideces como que mi mamá o mis hermanos tenían un negocio con los bolardos, que yo tenía 10.000 taxis guardados en una bodega en el aeropuerto. Que yo vendo buses Volvo. De calumnia en calumnia me van creando una mala imagen".
SEMANA: Después de malas noticias, como la suspensión de sus obras, llegó la reducción del índice de pobreza multidimensional. ¿Cómo se logró?
E.P.: Este indicador es muy importante porque mide educación, vivienda, salud, trabajo, etcétera. La inversión social se vio reflejada. Pasamos de 33.000 niños que dejaron los estudios al año a 11.000. Hicimos y renovamos 62 colegios, tuvimos una caída sin precedentes en los embarazos de madres adolescentes, logramos reducir las filas y la congestión en los hospitales con la organización de la red de los centros de salud.
Alcanzar el nivel de pobreza multidimensional más bajo de la historia de la capital es un gran logro social concreto, que derrumba el absurdo mito que han impulsado algunos opositores que dicen que a Peñalosa no le interesa la gente de menores recursos. La verdad es totalmente la contraria. Le doy otro dato: 80 por ciento de la inversión que se ha hecho en mi administración ha beneficiado a los estratos más bajos.
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SEMANA: La pobreza económica sí se mantuvo...
E.P.: Claro, pero es predecible si se considera que hay al menos 500.000 venezolanos pobres en la ciudad. Tenemos 22.000 niños venezolanos en los colegios del Distrito, más 200 nacen al mes en nuestros hospitales, hicimos una gerencia especial para atenderlos. El país debería hacer lo mismo.
SEMANA: En temas de medioambiente, ¿por qué la nueva flota de TransMilenio no dispone de buses eléctricos?
E.P.: TransMilenio no es el mayor contaminante. Con esa licitación el sistema solo va a aportar el 0,8 por ciento de la contaminación. El problema es que los alcaldes anteriores tenían que haber renovado la flota hace años y no lo hicieron. Los buses que llegan son diésel Euro V con filtro, son casi Euro VI, y más de la mitad de la flota es a gas. Ojalá yo desaparezca rápido de la escena porque el principal problema que ha tenido TransMilenio es que está identificado con mi nombre, y por eso mis rivales se han dedicado a atacarlo y no hicieron nada por mejorarlo.
SEMANA: ¿Qué hacer con los camiones, la fuente más contaminante?
E.P.: El pico y placa ambiental no es suficiente. Es algo provisional. Tiene que diseñarse una política nacional para empezar a sacar todos esos carros viejos.
SEMANA: Una noticia que no ha sido muy bien recibida es la continuidad del relleno de Doña Juana. ¿Por qué ha sido tan difícil hacer una planta de tratamiento?
E.P.: En el gobierno de Petro se pagaron 120.000 millones en multas por el esquema de aseo y nadie dijo nada. Si yo hubiera hecho la mitad de lo que hizo equivocadamente Petro en el tema de basuras, estaría en la cárcel. Por el momento, y con las tarifas actuales, no hay otra opción viable.
SEMANA: El POT es la hoja de ruta para saber cómo va a ser la ciudad en los próximos años. ¿Lo dejará aprobado?
E.P.: Sí. Proponemos una ciudad conectada por miles de kilómetros de ciclovía. Los edificios podrán ser altos, pero con andenes amplios, zonas verdes, parques, centros culturales y deportivos. Proponemos una ciudad más densa en la que en todos los barrios y localidades existan colegios, universidades, hospitales, comercio; de manera que las personas vivan cerca de su lugar de estudio y de trabajo para que no usen el carro y puedan emplear el transporte público, para que no pierdan el tiempo en trancones. Esa Bogotá de las próximas décadas que dejaremos planeada y diseñada en el POT será una gran ciudad.
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SEMANA: Otra de las polémicas que ha afrontado durante su alcaldía es la tala de árboles. ¿Por qué no dialogar con los bogotanos?
E.P.: Cuando llegué a mi primera alcaldía, no había ni siquiera una entidad encargada de arborización en Bogotá. Yo encargué al Jardín Botánico de eso. En esta administración vamos a dejar 400.000 árboles sembrados, buena parte en los cerros donde ha habido incendios. Pero de una forma planificada, ordenada. Hemos talado aquellos árboles que representan riesgo, y por cada árbol talado dejaremos ocho árboles sembrados.
"Yo ya estoy en la cuarta edad. No quiero volver a ser alcalde".
SEMANA: En ese y en otros temas existe poca armonía entre lo que usted decide y lo que piensa la ciudadanía. ¿No cree que sus problemas de imagen se deben a dificultades de comunicación con la población?
E.P.: No sé por qué la gente recuerda más las calumnias. Es que es asombroso. Entonces inventan estupideces como que mi mamá o mis hermanos tenían un negocio con los bolardos, que yo tenía 10.000 taxis guardados en una bodega en el aeropuerto. Que yo vendo buses Volvo. De calumnia en calumnia me van creando una mala imagen.
SEMANA: ¿Lo desvela su baja popularidad?
E.P.: No le gasto tiempo ni energía a recuperar mi imagen porque estoy dedicado a supervisar las 2.500 obras que por 46 billones de pesos (tres veces lo que costó la ampliación del canal de Panamá) está ejecutando el equipo de la Alcaldía. Lo que de verdad es importante no es lo que digan las encuestas hoy sobre mí, sino cómo vivirán nuestros hijos y nietos en Bogotá. Y le aseguro que, con lo que hemos hecho los pasados 41 meses y haremos en los restantes 7 meses, las generaciones futuras de todos los estratos vivirán mucho mejor que nosotros.
SEMANA: Es predecible que en esta campaña a la alcaldía los candidatos le den palo. Incluso, algunos que han trabajado con usted. ¿Qué opina de eso?
E.P.: Eso habla más de la calidad humana de ellos que de la mía.
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SEMANA: ¿Teme que con el cambio de alcalde sus obras queden en el limbo?
E.P.: Las obras no se deberían relacionar con el alcalde. Cuando yo llegué a la Alcaldía, dos días antes se había hecho la concesión de la alianza público-privada del Arena Movistar. Varias personas me dijeron que eso se podía tumbar jurídicamente porque el proyecto tenía muchas debilidades. Yo dije que no, que hiciéramos los ajustes y lo pudimos estrenar en esta alcaldía. Lo mismo pasó con el contrato del cable de Ciudad Bolívar. Lo que tienen que hacer los alcaldes es tomar decisiones menos políticas y más técnicas: gerenciar Bogotá es una empresa enorme, la más grande y compleja de Colombia.
SEMANA: ¿Se volvería a lanzar a la alcaldía?
E.P.: (Risas) No, no. Yo ya estoy en la cuarta edad. No quiero volver a ser alcalde. Me iré tranquilo y contento con la gran satisfacción del deber muy bien cumplido.