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“Es muy triste salir a decirle a la gente ‘cómpreme un bultico de papa’”
Roberto Ruiz es un veterano papero que las recurrentes crisis causadas por los bajos precios de la papa lo han llevado al borde de la quiebra, pero aun así cree que el futuro de Colombia está en el campo. Esta es su historia.
A la orilla de la vía que comunica a Bogotá con Tunja, en el municipio de Ventaquemada, se encuentra Sebastián, un joven que, agitando un trapo rojo, ofrece bultos de papa al módico precio de 25.000 pesos a los carros que pasan. La razón: hay sobreproducción de papa y los comerciantes les ofrecen a los paperos entre 30 y 40 mil pesos por la carga (dos bultos de 50 kilos cada uno). Y para recibir un poco más de dinero que reduzca las pérdidas, ellos han optado por salir, desde la semana pasada, a la carretera principal a ofrecer miles de bultos que han sacado de la última cosecha.
A menos de un kilómetro donde Sebastián ondea su trapo, se encuentra la casa de Roberto Ruiz, un veterano agricultor de Ventaquemada que se ha visto perjudicado por la reducción en los precios de la papa. Con más de 40 años dedicado al cultivo del tubérculo, él sabe que su precio está determinado por la oferta y la demanda, y que hay veces que se pierde y otras en las que se gana. Pero también ha notado que, en los últimos 5 años, en periodos en los que el precio de la papa baja, estos se reducen cada vez mas y que recuperarse de esas pérdidas es cada vez más difícil.
Él tiene 52 años y vive con su esposa y dos hijas, la mayor hace poco se fue a Sogamoso a ejercer su profesión como psicopedagoga. Cuenta que “desde niño, desde antes de salir de la escuela mi papa me llevaba a trabajar y a enseñarme a cultivar y a cogerle amor al trabajo”. Su papa quería que fuera agricultor, como él, y por eso a los 15 años alentó a don Roberto a que empezara a cultivar: “Él me apoyaba y me respaldaba para sacar créditos pequeños, y así fui creciendo poco a poco. En una época llegué a sembrar más o menos unas 15 hectáreas, pero como cada vez es más pesado por lo de los precios bajos, ahora solo siembro de cuatro a cinco hectáreas”, dice.
Para don Roberto, los precios han bajado estrepitosamente en esta ocasión por la superproducción que hay, por la pandemia y porque “el Gobierno –que prácticamente no le importamos– trae papa de otras naciones sabiendo que podemos cultivar la que necesitamos en el país y hasta podemos hacerlo para exportar, pero en lugar de ayudarnos está importando más papa”.
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Una crisis que no solo está arruinando a los agricultores, sino que está acabando con el empleo en la región. “En cada una de las distintas etapas de los cultivos nosotros utilizamos entre 25 y 30 obreros. Por ejemplo, en la última cosecha, para recoger la papa de cinco hectáreas necesitamos entre 120 y 150 personas a las que esta vez no pudimos pagarles en la misma cantidad como lo hacemos en otras, porque esta vez solo tuvimos pérdidas”, cuenta don Roberto.
Las cuentas de esta cosecha para don Roberto dan un saldo en rojo, ya que el costo para producir una carga de papa superior es de 60.000 pesos y los intermediarios se la están comprando a 30.000. “¡Con ese dinero –exclama Roberto– solo nos alcanza para pagar a los obreros que sacan la paga!”. Esos precios no dan para pagar ni siquiera los créditos que pidieron (porque en este negocio, el agricultor siempre se endeuda para sacar adelante una cosecha) y a él le tocó refinanciar la deuda con el banco.
Don Roberto se siente orgulloso de ser papero y le gustaría que la juventud y sus hijas siguieran su ejemplo, pero también cree que las condiciones no están dadas para que siga pasando esa tradición de generación en generación. El mejor ejemplo es su hija mayor, de 30 años, que una vez terminó su carrera se fue a Sogamoso a trabajar. Y eso lo lamenta don Roberto: “A mí me gustaría que la juventud siguiera en el campo porque ir a Bogotá a engrosar las filas de los desempleados es triste, pero ¿qué hacemos si el Gobierno no nos da ninguna garantía?”.
En medio de sus quejas al Gobierno, don Roberto también lamenta la inequidad que hay entre ellos y los comerciantes: “Los intermediarios se están quedando con lo mejor porque ellos sin embarrase, sin echarse un bulto al hombro, obtienen buena plata. Tienen carros lujosos que uno no puede tener. Los intermediarios sin tanto joderse se dan esos lujos y nosotros no”.
Toda esta situación lo ha llevado a decir que “es muy triste salir a decirle a la gente ‘cómpreme un bultico de papa’”.