Polémica
Escándalo: SEMANA revela pruebas de cómo la JEP ensaya audiencias de perdón de las Farc; víctimas están ofendidas
SEMANA obtuvo, en exclusiva, detalles inéditos de las reuniones a puerta cerrada entre las víctimas del secuestro y funcionarios de la JEP. La molestia es total, pareciera que les están preparando un libreto para representar en la audiencia, todo en favor de las Farc.
El país ha visto a los exjefes de las Farc sonrientes en los pasillos del Congreso y pasando al banquillo de la JEP para reconocer su responsabilidad en delitos como el secuestro. Lo que pocos saben es que detrás de las sentidas audiencias con reflectores y cámaras, hay poca libertad y espontaneidad, lejos de verdadero sentido de ofrecer un perdón sincero a las víctimas que aliviane su dolor. Se ha convertido en una obra de teatro. Un libreto escrito por la JEP. El jueves debió darse, por fin, la esperada audiencia, pero ahí fue “la tapa”.
A última hora, habiendo citado a víctimas y abogados que venían desde zonas remotas del país, con muchas dificultades, la JEP volvió a cancelar. El argumento, por “motivos de seguridad” de los excombatientes, de los victimarios.
Pero, además, SEMANA conoció detalles exclusivos de varios encuentros, entre ellos, una reunión que se realizó en la Biblioteca Virgilio Barco, desde las 9:30 de la mañana hasta las cinco de la tarde, el pasado miércoles, horas antes de la fallida audiencia.
Las víctimas llegaron puntuales, se registraron, ingresaron de manera ordenada y se ubicaron en sillas acomodadas en círculo, acompañadas por sus abogados. Al otro lado, estaban psicólogos de la JEP, abogados, asistentes de magistrados y otros funcionarios. Lina Rondón, psicóloga del tribunal, presidió el encuentro, que duró más de seis horas. El libreto inició así, para “romper el hielo”, como si se tratara de niños de colegio y no de víctimas del conflicto: “Queremos que se paren y vengan al centro los que se casaron con su primer novio o novia”, dijo Rondón. Las víctimas se miraron sorprendidas.
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Uno de los asistentes, visiblemente incómodo, exigió respeto. “Perdónenme lo que les voy a decir… no quiero ser impertinente, pero no estoy de acuerdo con esto, ni esta manera de preparación de la audiencia. Quiero saber cuál es el enfoque y qué esperan ustedes de nosotros. No quiero hacer estas cosas. Por ejemplo, a Peña Bonilla, en lugar de entregarlo, lo asesinaron. ¿Cuál es el propósito? ¿Acaso ustedes han hecho lo mismo con ellos, con los de las Farc?”.
El que puso “freno” al intento por distender el ambiente y preparar a las víctimas para la audiencia fue Sigifredo López, el único sobreviviente de los diputados del Valle, secuestrados y asesinados por la guerrilla.
Y lo dijo sin pelos en la lengua. El intendente Luis Hernando Peña Bonilla, secuestrado en la toma de Mitú, en 1998, fue fusilado en el Caguán por orden del Mono Jojoy y de Martín Sombra, así lo confirmó uno de los uniformados liberados en la Operación Jaque. Ante la mirada incómoda de personas de la JEP, López reclamó: “Estamos frente al acuerdo de paz. Las Farc hicieron el gran negocio que es dejar la guerra, obtienen unos privilegios a cambio de no volver a matar ni secuestrar. Pero a mí no me pidan más, no me interesa ser amigo de ellos, esto es doloroso”.
Las víctimas que se habían prestado inocentemente para el juego psicológico de responder preguntas optaron por guardar silencio. Otra más se sumó al reclamo con una frase lapidaria: “No es grato verles la cara a estos tipos, no lo es”. La discusión se tornó más tensa: “Los viejos perdonamos, pero los hijos de los secuestrados les dicen de frente ‘asesinos y cobardes’. No quiero menospreciar ni ser grosero con lo que ustedes han preparado. Pero no quiero formar parte”.
En ese momento se escuchó la frase: “Sigifredo… ya ha pasado mucho tiempo”. El que tomó la palabra para tratar de bajar la tensión fue Óscar Tulio Lizcano, secuestrado el 5 de agosto de 2000, apenas tres meses después de asumir como representante a la Cámara por Caldas. Su voz conciliadora no evitó la contundencia del reclamo: “Sigifredo, seguir con odio es seguir mentalmente secuestrado. Pero yo sí soy partidario de que esto sea espontáneo, que la gente se exprese. Eso sí, aunque les digan comparecientes, no dejan de ser victimarios. Una cosa es perdón, otra la justicia”, dijo Lizcano.
Pero entonces vendría un comentario que, sumado a la sensación de sentirse en una especie de ensayo para un espectáculo, colmó la paciencia de los asistentes: “En el camino para estar aquí, algunas víctimas se ‘montaron en el bus’ de la sala de reconocimiento desde el día uno, de las que están aquí, Susie, Martha y otros. Otros se fueron ‘montando al bus’ después”, dijo la psicóloga de la JEP. La reacción fue inmediata.
Uno de los asistentes levantó la mano y, sin que se le asignara la palabra, le dijo a la psicóloga que le parecía una falta de respeto que se hablara de “subirse al bus”, cuando en realidad están en todo el derecho de exigir que se sepa la verdad.
Reclamó, con voz en cuello, que según el acuerdo de paz ellos eran el centro de lo negociado en La Habana.“La expresión montarse al bus no es adecuada. Los que se montaron al bus son ustedes, los funcionarios que han venido llegando”, dijo otro de los asistentes. La psicóloga se disculpó por la expresión y retiró lo dicho. Uno de los abogados de la JEP tuvo que intervenir porque el tono de la discusión y la indignación crecían, explicó asuntos de procedimiento, de cómo el tribunal transicional se ha venido “preparando” para la audiencia, citando a los más de 30 miembros del secretariado y aclarando la ausencia de quienes desertaron y volvieron a las armas.
“Claro, si las Farc no reconocen saben que van a juicio y van a tener penas más severas. Muy fácil decir en una audiencia que por línea de mando reconocen hasta el asesinato del perro, lo van a reconocer, claro. Van a banalizar nuestro dolor”, dijo otro de los asistentes. En ese momento, tomó la palabra Gloria Narváez, hermana de uno de los diputados del Valle asesinados por las Farc: “No estamos satisfechos, ¿Cuál es la verdad verdadera? No tenemos quién nos cuente la verdad”. Rechazaban el libreto que se estaba creando para la audiencia.
Aplazamiento
Como si fuera poco, mientras en la Biblioteca Virgilio Barco se daba la reunión, la JEP informaba que “por motivos de seguridad” se aplazaba la cita. Los asistentes, las víctimas, los que supuestamente eran el centro del acuerdo, se enteraron en las redes sociales.
La situación, en palabras claras, era una revictimización, una puesta en escena, una burla. Una psicóloga proponiéndoles un juego a víctimas y familiares de secuestrados, mientras ya se había decidido que no se haría la audiencia. De hecho, SEMANA tiene en su poder un correo enviado a la JEP en el que una víctima reclama explicaciones. Alexánder, el autor del mensaje, llegó hasta la Biblioteca Virgilio Barco, donde se iba a realizar la audiencia, y estaba la puerta cerrada. “Acabo de llegar al lugar, pero me dicen que la cancelaron. Busco por todo lado y no encuentro aviso alguno. Coordinen mejor sus comunicaciones”. Sin adornos, lo dejaron plantado.
Con este devastador escenario, SEMANA contactó a algunas víctimas que participaron en las “reuniones de preparación” que empezaron hace más de un mes. Uno de ellos fue el teniente Raimundo Malagón, liberado en la Operación Jaque, célebre por las palabras pronunciadas al sentirse libre: “He estado encadenado durante diez años. Yo soy el teniente Malagón del glorioso Ejército Nacional de Colombia”.Para Malagón, “las Farc están en deuda, siguen pendientes temas por esclarecerse como esclavitud, tortura y hasta desaparición forzada”. Como si fuera poco, las cifras hablan por sí mismas, y también este es un reclamo de las víctimas. Del universo de 2.000 secuestrados, esta audiencia va a tener en el “escenario” a nueve.
¿Será posible, de este modo, reflejar la tragedia que vivieron los secuestrados con cadenas en las manos y en los pies en medio de la espesa selva? La sentencia se repetía una y mil veces, “las víctimas serán el centro del acuerdo de paz”, y seguramente lo estarán, en el centro de una puesta en escena, cuidadosamente planeada y libreteada desde la JEP, en la que las víctimas tienen que resignarse a confesiones con imprecisiones y cruces de versiones. Lejos de la anhelada verdad y justicia de la que se jactaban en La Habana.