PERFIL
“Eso es Gustavo, puro amor”: la conmovedora historia de Petro y Verónica Alcocer
La historia de Verónica Alcocer y Gustavo Petro comenzó con un piropo y, por cuenta de la agitada vida del candidato, ha atravesado las duras y las maduras.
“Qué ojos tan bonitos”. La frase la soltó Gustavo Petro en el año 2000, cuando entraba a la universidad en la que Verónica Alcocer estudiaba derecho, en medio de un “pocotón” de gente. La algarabía era total. La Corporación Universitaria del Caribe, en Sincelejo, había organizado unas conferencias con diferentes invitados, uno de ellos era Gustavo Petro, que se abría paso entre la multitud tras bajarse de una camioneta blindada.
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Verónica apenas tenía un poco más de 22 años. Ya era la mamá de Nicolás y esa era la tercera universidad en la que estudiaba derecho, tras haber pasado por Bogotá y Cartagena. Ese día tenía la misión de recoger a Gustavo Petro, pero el líder político pasó como una flecha y en un segundo le soltó ese piropo. ¿Qué contiene esto?, recuerda que se preguntó en ese momento, pero la vida siguió.
Para la fecha, ella no sabía bien quién era Gustavo Petro y aquella misión le pareció rutinaria. Pero entonces, la conferencia comenzó y su inteligencia la deslumbró. Un amigo mutuo los presentó. Y el flechazo entre los dos hizo lo suyo rápidamente
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A los seis meses, Verónica dio el primer paso. Lo llevó a la casa a conocer a su papá. El patriarca de la familia era un reconocido hombre de derecha, gran admirador de Álvaro Gómez. Verónica le advirtió que iba a llegar con un hombre muy inteligente que había conquistado su corazón. Desde ahí, Petro y el padre de Verónica se adoraron, y ella cuenta que el día que murió su papá, ha sido uno de los pocos en que ha visto llorar desconsoladamente a su marido.
El líder del Pacto Histórico cuenta el día en que los flechó Cupido de manera poética. “Cuando encontré a Verónica a comienzos de siglo, quizá por sus ojos azules y su pelo claro, me recordó de inmediato las valquirias, el paraíso de los guerreros germánicos; así la llamé y así sentí que penetró en mi vida, con su propia fuerza, que es inmensa, me ha acompañado en lo que va del siglo, ha sufrido mis miedos, mis peligros, los momentos azarosos…”, escribió en su libro Una vida, muchas vidas, que publicó Planeta en 2021.
Cada uno habla del otro aún con ojos de enamorados. En el documental que presentó el candidato en la campaña, ambos cuentan la admiración que se tienen. Petro siempre ha querido darle la talla a su extrovertida personalidad, su amor por la vida y su gusto por la fiesta. “Me gustaba que era hermosísima. Ahí invité a bailar a Verónica y no pude. Esa es una bailarina excelsa y ahí sí fallé. Y ya, ahí tuve dos niñas y he vivido más con ella que con otra mujer porque ya son 20 años”, contó.
Su anterior esposa, Mary Luz, vivió su época de guerrillero y otros azares, incluso porque la cogieron presa, y Katia, la mamá de su primer hijo, fue su novia cuando militaba en el M-19. “En cambio, Vero vivió mi época parlamentaria, pero era más azarosa aún por los debates de la parapolítica, me tocaba salir corriendo al exilio, y ella embarazada”, sostuvo Petro. Los dos han vivido tiempos oscuros y ella incluso ha tenido épocas en que le ha tocado usar chaleco antibalas. Cuando tuvieron que salir del país huyendo, dejaron todo, incluso el cuarto ya decorado que tenían para el bebé.
Ese don de la palabra que tiene Petro es quizás lo que más le gusta a Verónica de él. Lo cuenta con orgullo y repite sus palabras. En el documental, aparece acostada en una hamaca de colores leyendo el texto de su esposo. Lo escribió cuando enfermó de covid, tuvo que ser internado en una clínica en Italia y su compañero de cuarto falleció.
“No sé a dónde. No sé qué se hizo en el universo. No sé si pensó en sus amores, en las brisas suaves de la Toscana, en su vida de hombre del trabajo. No sé si sintió que habría valido la pena vivir o si se sintió tan solitario como yo me sentía. Paolo se fue sin mi abrazo. Sin el abrazo del enfermero que vi arrodillado ante él, cuidándolo, limpiando sus heridas de las agujas con esmero, como un hijo diciéndole ‘amore’. Esa imagen no la olvidaré jamás...”. Verónica para y suspira. Y al final suelta una frase que para ella lo resume todo: “Eso es Gustavo, puro amor”.
La Verónica que hoy habla con desparpajo en medio de la campaña es una mujer en lo público muy diferente a la que los colombianos conocieron hace cuatro años, cuando su esposo quedó de segundo en la contienda presidencial o a la que fue primera dama de Bogotá tiempo atrás. En ese momento, cuenta ella, su prioridad era levantar a sus ‘pelaos’.
Es la mamá de Nicolás, a quien tuvo a los 22 años como mamá soltera y que Petro considera como hijo suyo. También de Sofía y Antonella, las dos hijas que tiene con él. En esas otras coyunturas solía ser muy alejada de los micrófonos, pues sus niños aún estaban pequeños y quería darles la vida más normal posible. Pero hoy, la menor, “su adolescente”, como la llama ella, ya tiene 14 años.
En la campaña de Gustavo Petro va a todo vapor. Duerme apenas cuatro horas, aunque reconoce que eso es lo que más le ha dado duro de estas correrías. Acompaña a su marido a muchas cosas, baila, ríe, se la goza. Eva, una española que es su mejor amiga, es quien le coordina su agenda y es evidente que lo que hacen las divierte.
De política Verónica ahora habla fuerte y claro. En diferentes entrevistas ha dicho una y otra vez que “Colombia está dividida, pero no por mi marido”. Le molesta cuando le preguntan si es verdad que Petro va a expropiar a los propietarios o si va a perpetuarse en el poder. Y no se cansa de decir en todo lado que eso es una falsedad.
En las redes sociales es una estrella naciente. Sus apariciones son virales y contagian la alegría del Caribe, como cuando apareció bailando despampanante en las fiestas de Sincelejo. En Instagram ya tiene más de 80.000 seguidores. Y cuelga cotidianamente fotos gozándose sus visitas a las regiones: volando en parapente en el Cañón del Chicamocha, caminando el Valle del Cocora, luciendo las ruanas tejidas por las víctimas, haciendo mercado en la plaza de Armenia, contemplando las gaviotas en Buenaventura.
En su casa la que manda es ella. Es la mamá que pone los límites, pues su esposo busca siempre conciliar. Y es también la que más habla de los dos, y eso que el líder del Pacto Histórico no es propiamente de pocas palabras. En una entrevista con Vicky Dávila, Petro contó que se pone “friolento” cada vez que ella lo pone a bailar en la tarima. Y la definió como su estabilidad fundamental. Aquella con la cual podría llegar pronto a cumplir el mayor sueño de su vida.