Gobernabilidad
Este es el Congreso que le espera a Gustavo Petro o Rodolfo Hernández
El próximo jefe de Estado y el Congreso de la República tendrán que dejar a un lado los egos si quieren defender las banderas de la democracia. De lo contrario, hundirían al país en el bloqueo institucional.
Gane quien gane la Presidencia este domingo, no podrá irse mucho tiempo de vacaciones hasta el 7 de agosto, día de la posesión. El nuevo inquilino de la Casa de Nariño tendrá que concentrarse no solo en la conformación de su equipo de gobierno, sino en tejer con filigrana lo que será su relación con el Congreso de la República. Ninguno de los dos candidatos en contienda –Rodolfo Hernández y Gustavo Petro– llega con mayorías en el Legislativo.
No lograr una buena relación con el Congreso puede dar al traste con cualquier intención de hacer un buen gobierno. Por allí tendrán que pasar las complejas reformas sociales que propone Petro o el ambicioso paquete de austeridad que plantea Hernández.
Prueba de lo difícil que es enfrentar un Congreso hostil fue lo ocurrido con el Gobierno del presidente saliente Iván Duque, que con una bancada de apenas 25 congresistas opositores, entre 108 senadores, tuvo que sudar la ‘gota fría’ para sacar adelante sus proyectos.
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Y en materia de moción de censura, fue la administración más golpeada por esta figura desde que se inauguró en la Constitución de 1991: seis de sus ministros estuvieron en el banquillo de los acusados, y dos tuvieron que renunciar antes de pasar por la vergüenza de ser revocados por el Legislativo. Todo esto a pesar de tener una coalición mayoritaria.
Contrario a los anteriores Gobiernos, que contaban con sólidas coaliciones que los respaldaron, el próximo presidente se enfrentará a un Congreso con fuerzas relativamente equilibradas y en el que los apoyos se tendrán que conseguir uno a uno.
“Las elecciones dejaron un Congreso muy fragmentado, de bancadas medias y sin una mayoría dominante; las fuerzas quedaron muy similares. Esto obliga al acercamiento, a las alianzas, tanto para conformar bancadas de gobierno como de oposición”, explicó Patricia Muñoz Yi, docente de la Universidad Javeriana.
Las elecciones dejaron a la centroderecha con entre 52 y 55 curules en el Senado, conformadas por el Partido Conservador, el Centro Democrático, La U, Cambio Radical y los partidos cristianos. Esto corresponde al 50 por ciento de esta corporación.
Los sectores alternativos, integrados por la centroizquierda, suman entre 38 y 40 curules, y son básicamente el Pacto Histórico, la Coalición Centro Esperanza, el Partido Comunes (ex-Farc) y las curules indígenas. Es decir, el 35 por ciento de esta corporación.
Gravitando en medio de este escenario, aparecen los liberales, con 15 curules. Si bien muchos de ellos se acercan más a la centroderecha, esta suele ser una bancada con congresistas rebeldes que a veces se van con los partidos alternativos y, a veces, con la derecha.
Con este escenario, Gustavo Petro, de entrada, estaría sin mayor posibilidad de obtener mayorías, pues contaría como base solo con las 40 curules alternativas. Pero con un agravante: no tiene asegurado el apoyo pleno de la Coalición Centro Esperanza, que tiene la no despreciable cifra de 15 escaños en el Senado.
En un sector del centro político hay profundo malestar por la poderosa máquina de “destrucción” de contendores en la que se convirtió el Pacto Histórico y la manera en la que fue “quemado” Sergio Fajardo.
Por esta misma razón, también se le dificultará arañar apoyos en la centroderecha, que ha sido el sector del que más ha denigrado Petro y al que le ha hecho oposición durante toda su carrera política.
La única esperanza que tiene el Pacto Histórico, según confesó Petro, es armar coalición con el liberalismo. Pero en esta bancada, si bien tiene apoyos, también son muchos los que prefieren apartarse del líder de izquierda. No se puede olvidar que actuar desde la independencia los últimos cuatro años les dio réditos políticos a los liberales. Lograron mantener sus curules en Senado y ser la mayor fuerza en Cámara.
En la Cámara de Representantes, el panorama para Petro podría ser similar, aunque en esta corporación la centroderecha tiene unas mayorías más holgadas. Sin embargo, falta ver qué posiciones toman los 16 representantes de las curules de paz.
El pulso que tendrá que lidiar un eventual gobierno de Petro no solo estará en las conformaciones de coaliciones, sino también en las presidencias del Senado y la Cámara. Estas dignidades, según lo que han sido tradicionalmente los acuerdos políticos, se otorgan por la fuerza de las bancadas.
Así, por ser la fuerza mayoritaria, el Pacto Histórico tendría la presidencia del Senado para el primer año, pero para los tres años restantes tendría que ceder esta posición al Partido Conservador, a los liberales y a la Centro Esperanza, que son las que siguen en número de congresistas.
Quien ostente la presidencia será la persona encargada de fijar el orden del día, determinar qué días se cita a sesiones y levantar la sesión en el momento que considere. Puede engavetar o acelerar proyectos, así como dar prioridad o embolatar debates de control político. Tener un presidente de Senado o Cámara en contra puede desbaratar los intereses legislativos de cualquier Gobierno, por más mayorías que tenga.
La incógnita
En el caso de Rodolfo Hernández, las matemáticas del Congreso son más inciertas. Su postura antipolítica y antiestablecimiento, y el hecho de que hizo campaña sin ninguna de las fuerzas políticas tradicionales en su equipo principal, hacen que sea todavía una incógnita cómo se alinearán los partidos en su eventual gobierno.
A excepción del Pacto Histórico, al que tuvo que enfrentar durante la campaña, Hernández no tiene realmente mayores enemigos en el Legislativo. Cae bien en el centro y la centroderecha; de hecho, buena parte de los partidos que pertenecen a estos sectores del espectro político anunciaron apoyo a su candidatura.
Esto le daría, en teoría, mayor margen de maniobra que a Petro, pues lograría una mayoría más holgada. Sin embargo, esta misma postura alejada de los partidos y crítica del establecimiento es la que le podría jugar en contra en el Legislativo.
Las declaraciones suyas en el sentido de que la mayoría de los “politiqueros”, entre los que incluye a los congresistas, son los responsables de “la robadera en Colombia”, no han caído bien en el Legislativo.
Además, esos pronunciamientos autoritarios en el sentido de que “no se necesita” al Congreso y que decretaría conmoción interior para introducir sus primeras reformas, para nada le ayudan a su relación con el parlamento.
Justamente, será una misión clave del Congreso frenar cualquier intento de autoritarismo que provenga de la Casa de Nariño, sea quien sea el presidente.
El Legislativo tendrá que comprender que su labor es la primera línea de defensa de la democracia. Declaraciones como la de la conmoción interior de Hernández o lo que ha dicho Petro referente a que “en Colombia no hay democracia” y sus peleas con la Procuraduría y el Ejército, dejan en el Congreso una gran responsabilidad de estar vigilante a cualquier intento del jefe de Estado de pasarse por encima las instituciones.
Con este escenario, el próximo presidente deberá tener como una de sus principales fichas al ministro del Interior, la persona que se la jugará por liderar el trámite de las iniciativas en el Congreso. Tendrá que ser alguien curtido en asuntos políticos, con la capacidad de generar consensos, pero también con la templanza de saber manejar a los parlamentarios, quienes en ocasiones suelen moverse por intereses que van más allá de las discusiones legislativas.
El nuevo presidente tendrá que dejar atrás sus egos y establecer una relación fluida con el Legislativo si no quiere que se vaya al traste su gestión. Y el Congreso, como pocas veces había ocurrido en Colombia, tendrá que salir del fango del desprestigio en el que se encuentra, para estar vigilante a la hora de defender la bandera de la democracia.