entrevista
“Este es el Gobierno del afán; Gustavo Petro debe mermar el apetito de querer comerse el mundo entero en cuatro años”: monseñor Darío Monsalve se confesó con SEMANA y dijo de todo
El sacerdote le pidió al Gobierno identificar “el diablo” que llevó al presidente a anunciar el fallido cese al fuego con el ELN. Habló de Álvaro Uribe, María Fernanda Cabal y Rodolfo Hernández.
SEMANA: ¿Cómo vio el traspié del Gobierno Petro con el ELN? El presidente anunció un cese bilateral al fuego y la guerrilla lo desmintió.
Darío Monsalve: El país espera que nadie tenga que vivir bajo las balas. Pero ese hecho de suponer un acuerdo sin documentarlo, sin precisarlo, afecta gravemente la credibilidad en esa construcción de la paz total. El daño a la credibilidad preocupa. Hay que convertir esa equivocación en un paso adelante, en un avance, reconociendo el error y echando para atrás el decreto, algo que ya se hizo. Hay que identificar dónde está ese diablo que le permitió al Gobierno suponer dicha información. ¿Dónde está la desinformación? ¿Hubo suplantación? ¿Qué está pasando? Esas respuestas las debe dar el Gobierno. Ya suspendieron el decreto. Ahora tienen la deuda de explicarnos qué fue lo que pasó.
SEMANA: ¿Cree que alguien suplantó al ELN?
D.M.: Claro. Por eso me temo que hay paralelismos, es decir, actores paralelos en el Gobierno. Eso es lo que ellos tienen que precisar. ¿Quién les hizo paralelismo? Todo llegó hasta el punto de que el presidente anunció y decretó un cese bilateral al fuego.
SEMANA: El tema es grave para el Gobierno. ¿Debería haber renuncias?
D.M.: No creo que se trate de eso, pero sí se deben precisar los modus operandi y los procedimientos. Aquí tuvo que existir una información de mucho peso para obtener la credibilidad del presidente. ¿O será que el Gobierno es crédulo y no tiene el método de verificar y precisar? Si es así, que corrija, porque sería muy preocupante para lo que se nos viene. Un proceso de esa índole requiere mucha precisión y respeto por la bilateralidad.
SEMANA: ¿Cree que el presidente Petro se afanó?
D.M.: Este es el Gobierno del afán. El propósito de cambio, la paz total y la transición energética, por ejemplo, son temas muy gruesos. La Casa de Nariño debe establecer hasta dónde puede llegar. El presidente debe mermar el apetito de querer comerse el mundo entero en cuatro años. Hay que precisar con sencillez las metas probables, las posibles y las factibles.
SEMANA: ¿Cuatro años son suficientes para alcanzar la paz total?
D.M.: No. En la perspectiva electoral que maneja Colombia, el tiempo se reduce. Hay que pensar en políticas de Estado y apostarle a precisar cuáles son los pilares de la paz total: los armados y las armas; el acompañamiento a la población civil, que sea protagonista en sus territorios y no estar sometida a los armados; y la transformación de la economía ilícita en lícita. Es un hueso duro de roer. No se trata de legalizar la cocaína, sino de ubicar el problema en términos humanos: el campesino, el cultivador y los consumidores, que son los adolescentes y jóvenes que cada día engrosan las cifras. Esas tres cosas son claves: las armas, la población inerme y la economía lícita. En estos cuatro años hay que iniciar con eso y dejarlo andando.
SEMANA: Usted conoce al ELN. ¿Le ve ganas de negociar la paz con Petro?
D.M.: Creo que la lucha armada no tiene futuro en ninguna parte, ni siquiera la guerra entre Rusia y Ucrania. Es la época en que los conflictos armados están llamados a desaparecer, porque las necesidades son otras. Aquí el ELN tuvo que declarar varias veces un cese al fuego para que la gente pudiera ser atendida durante la pandemia. Si hay una hambruna, es para todo el mundo. Nos tenemos que volver realistas y dejar la tontería. En un país como este, dividido entre petristas y uribistas, eso es una torpeza.
SEMANA: ¿Cómo ve el arranque del Gobierno Petro?
D.M.: Gracias a Dios nos está gobernando Petro. ¿Se imagina a Rodolfo Hernández? Sería el caos más impresionante. Entre las opciones para escoger, se eligió al que más sentido lógico, de razón y de estudios podía tener. En estos meses el país no ha tenido ninguna cosa rara fuera de la bulla mediática antigobierno. El país sigue siendo el mismo, con asesinatos y cosas horribles, pero la gente va evolucionando un poquito en las ideas, en el sentido de decir que podemos hablar de paz. Ya no es un problema hablar del tema.
SEMANA: ¿Cómo evalúa al Gobierno?
D.M.: De uno a cinco, pongámosle cuatro. Está haciendo cosas que pueden estar bien intencionadas, pero han ido apareciendo otras que han tenido que corregir, como el manejo de las comunicaciones.
SEMANA: ¿Por qué no le gustó la gestión del expresidente Iván Duque?
D.M.: No es que no me gustara Duque. Mire a lo que ha tenido que dedicarse este Gobierno. Uno, que ha trabajado por la paz toda la vida, no puede estar tranquilo o contento viendo que llega un presidente que tira todo por la borda, al peor estilo. ¿Cuántos muertos se sumaron durante ese gobierno, comenzando por los que puso el ELN en la Escuela de Policía, los soldados y demás?
SEMANA: Pero Petro llegó a la presidencia y usted dice que el país sigue siendo el mismo. A los líderes sociales, a los ciudadanos los siguen matando…
D.M.: Es que eso no se suspende porque esté el uno o el otro. Tenemos que llegar al tema de armados. Aquí no solo están armados la fuerza pública, las guerrillas, los grupos armados organizados o las pandillas. También lo están esas oficinas de seguridad privada que llegaron a suplantar propiamente la labor del Estado. No sé si las cifras son exactas, pero los expertos dicen que la circulación de armas en Colombia es una cosa bárbara.
SEMANA: ¿A qué tipo de oficinas se refiere?
D.M.: A todo el sistema de seguridad privada. Hay “oficinas”, entre comillas, que manejan el narcotráfico, pero hay miles de organizaciones de seguridad privada de exmilitares y manejan ese tema de armas. El país ha sido muy concesivo en eso y todavía hay políticos que creen que la solución es que la gente se siga armando.
SEMANA: ¿Habla de la senadora María Fernanda Cabal, una de sus más fuertes críticas?
D.M.: ¿Quién es esa señora?
SEMANA: Es senadora del Centro Democrático. Ella le ha hecho muchas críticas.
D.M.: (Risas). En esos temas personales no me meto. Tengo mis conceptos, no son de ahora, son de toda la vida y seguiré así hasta el final. Con la ayuda de Dios, son convicciones, no ideas.
SEMANA: ¿Pero no se ha enterado de lo que ha dicho la senadora Cabal en su contra?
D.M.: (Risas) Yo ni cuenta me doy.
SEMANA: Algunos uribistas lo han llamado “cura diabólico” y dicen que usted es experto en espantar feligreses. Por eso, algunos le piden que cuelgue la sotana y confirme su interés político.
D.M.: (Risas). Que vayan y les pregunten a los feligreses en Cali, donde estuve 12 años y medio; a los de Málaga (Santander), donde estuve nueve años; y a los de Medellín, donde permanecí ocho años. Cada uno es libre de decir lo que quiera, pero entre el dicho y el hecho hay mucho trecho.
SEMANA: Entonces, ¿de Cabal no opina nada?
D.M.: A lo mejor ella es una persona muy cabal (risas).
SEMANA: ¿Cómo ve el papel que está desempeñando el expresidente Álvaro Uribe en la coyuntura del Gobierno Petro?
D.M.: En su momento, cuando tuve que confrontarlo en territorio, en Medellín o Antioquia, tomé mis posiciones de distancia y de crítica a cosas como las Convivir, pero entiendo que hoy debe vivir muy tranquilo y muy protegido.
SEMANA: Si Uribe lo invita a un café, ¿acepta?
D.M.: A nivel personal no tengo problema en atender a alguien que me pida un encuentro, que me invite y pueda ir. Realmente en mis propósitos no está previsto reunirme con nadie. Mire que no conozco a Gustavo Petro. No le he dado la mano en ningún momento.
SEMANA: Insisto: ¿aceptaría un café con el expresidente o los uribistas?
D.M.: Yo no soy masoquista. Si sé que hay perros bravos, y que están mostrando los colmillos, los dejo que me busquen, pero no voy a buscarlos.
SEMANA: ¿Usted es un cura de izquierda?
D.M.: (Risas) Me funcionan bien la izquierda y la derecha, pero como todo el mundo soy muy mal zurdo. Para mí, hoy esas clasificaciones son estupideces.
SEMANA: ¿Votó por Petro?
D.M.: No voté por Rodolfo.
SEMANA: Entonces, sí votó por Petro.
D.M.: (Risas) Eso lo dice usted. No voté por Rodolfo porque a uno no lo pueden poner a elegir entre un tipo peligroso y otro locuaz.
SEMANA: ¿Rodolfo es peligroso?
D.M.: ¡Uy, por Dios! Las ideas de ese señor y sus comportamientos bastan para decir que no teníamos a un hombre de Estado.
SEMANA: ¿Y no votó por Sergio Fajardo o Federico Gutiérrez, paisas como usted?
D.M.: No. Soy cercano a Fajardo por muchas cosas, pero él sabe. Yo le he dicho: “Cuando vaya a ver ballenas al Pacífico, entrás a Cali y me invitás”. Pero él sabe que no voto por él (risas).
SEMANA: ¿Qué piensa de la presencia de José Félix Lafaurie en la mesa de diálogo con el ELN?
D.M.: Me pareció un gesto de madurez de él, de su familia, del Gobierno y el ELN.
SEMANA: ¿Cuál ha sido, a su juicio, el mejor expresidente de Colombia?
D.M.: Marco Fidel Suárez (risas) por lo piadoso.
SEMANA: Si el petrismo le ofrece lanzarse a la política, ¿acepta?
D.M.: Eso descártelo. No he dejado la sotana. Son mentiras de la oposición. Sigo siendo obispo y no estoy aspirando ni a la alcaldía de Cali ni a la ínsula del famoso Sancho Panza. Sin embargo, si no hubiera sido sacerdote, habría escogido la política porque me gusta el liderazgo.
SEMANA: Ya no es arzobispo de Cali, ¿a qué se dedica?
D.M.: Aprendo a tener como programa el no tener ninguno.