CULTURA

Estéreo Picnic 2017 - Día 2: El rock contraataca

The Strokes, Two Door Cinema Club y Flume se destacaron en la segunda y memorable jornada de un festival que sortea dificultades pero sigue creando hitos.

Alejandro Pérez
25 de marzo de 2017
| Foto: Cortesía FEP

La bota es obligada estos días de ‘picnic’. Hay gran cantidad de barro que sortear en las caminatas entre escenarios, y esta obliga a caminar con cuidado (lo cual no es del todo malo cuando las masas se congregan y se emocionan). Más importante aún, no se baila sobre barro y, si fuera necesario, sería un sacrificio pequeño frente a carteles como los de este viernes 24 de marzo, segundo día del Estéreo Picnic 2017. La jornada lanzó ofensivas fulminantes de rock nacional, irlandés, californiano y neoyorquino, de ska reggae sexi de este y del hermano país, y electrónica de alta escuela y distintas corrientes.

Los shows de la baja tarde contaron con una dosis nacional considerable (Los Hotpants, Los Makenzy, Árbol de Ojos). Estos, sacrificados por las horas tempranas pero acompañados por sus seguidores -y madrugadores heroicos que se gozan el evento de la A a la Z-, sirvieron la mesa para los platos de fondo que llegaron en la noche. Todos, sin excepción, se ganaron el espacio de sobra.

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Pasadas las ocho de la noche Silversun Pickups asumió el escenario principal (patrocinado por una compañía de telefonía celular). Al principio de su show sufrió con el sonido, pero cuando alcanzó un volumen decente, y el balance en la mezcla que necesita para ser lo que es, entregó lo prometido. Sus guitarras rechinantes, su voz dulce y desgarrada, sus varios estados anímicos en el curso de una sola canción...

Brian Aubert, su cantante y prolífico guitarrista, le comunicó a Bogotá -y amigos- la emoción que sintió al tocar por primera vez en el país. También divirtió con su actitud casi adolescente, tímido-pícara, cuando se disculpó antes de ejecutar una canción pues “es una putada”. Su música carga algo de esa angustia adolescente, la ilumina y la hace crecer con matices. Los ritmos quebrados desde la batería, un tren, acentuando el  bajo femenino, las subidas de Aubert y los aportes de los sintetizadores.

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En el escenario patrocinado por una cerveza de San Luis, Misuri, Vance Joy presentó la propuesta del cantautor con su banda de apoyo, pero con el reflector en él y su guitarra y voz, sentidas, románticas y reflexivas. Mientras tanto, Rawayana, de Venezuela, contagiaba con un bailable y pegajoso ska, con sus respectivos y respetables vientos, sus voces. El público femenino estalló, y lo sintieron, pero no se les subió a la cabeza hasta haber completado un gran set que sacó quizás los bailes más apretujados de la jornada.

Y entonces aterrizó Flume. Como espectáculo fue enorme, despachó sus particulares beats desde una especie de cuadrado tridimensional de cristal. El material audiovisual de gran formato sumó muchísimo pues exaltó la música, que se aleja de lo convencional y a muchos desconcierta. Para otros, fue magistral precisamente por eso. Retó sin traicionarse, probó por qué tenía ese escenario y esa infraestructura. Flume, en la manera de llenar los espacios entre cada compas, cada bum, más que a un slalom se asemeja a un downhill, más complejo, más emocionante. Para completar, el australiano tenía una varita mágica con la que podía hacer temblar. El efecto telúrico de Flume, si se quiere. Algo que hay que vivir para contar.

Flume retó al público con su manera peculiar de llenar espacios. El show  fuesensacional. (Fotografía: Esteban Vega / Semana).

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Los irlandeses Two Door Cinema Club (en su segunda aparición, tras 2013) fueron el caballo negro de la jornada. Con su indie de guitarras brillantes, pulsando en una aceleración frenética, acompañadas de melodías puntiagudas que, por sus matices, recuerdan a la música China... o a los mejores días de The Editors. En una canción se acercó a un calipso tocado por Carlos Vives, en muchas otras sacó el alma punk de himnos y golpes repetitivos para darles vida. También rozan el funk en sus bajos... En el papel, la voz del rubio mechilargo Alex Trimble tiene cualidades similares a las de Aubert, sube y jala el pelo, pero se justifica sola, dulce-enojada, como una de las más destacadas hasta el momento. Ahora, es m´rito de toda la banda. Enorme show. Y lo que faltaba.

Alex Trimble, guitarrista, vocalista y cerebro irlandés de Two Door Cinema Club (Fotografía: Esteban Vega / Semana).

Un verdadero gentío se congregó luego en el escenario principal (el único que todavía no se siente pequeño frente a la convocatoria). En este había expectativa contenida, efervescente. En el cielo se podían ver los claros entre las nubes.Tampoco llovería esta noche.

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The Strokes sonó más duro que nadie hasta el momento, como una verdadera banda de rock debe hacerlo. MUY duro, un poco doloroso para el oído hasta la tercera canción que, ojalá, éste ya se ha acostumbrado.

La claridad con la que sus millares de rasgados de guitarra se escucharon, la manera en la que estalló el Parque con sus hits, especialmente con ‘Reptilia’, demostraron porqué eran el nombre grandote en el cartel del FEP 2017. Julian Casablancas aseguró no tener nada que decir, pero aprovechó cada pausa para hacer chistecillos que, de una forma, simbolizan a la banda. Una operación rocanrolera con una dosis justa de ácido en su discurso, intensa que parece relajada al hacerlo. Como canta Casablancas, como sus dos guitarristas tocan con los hombros ligeros, dejando todo a la muñeca. En ese intento, dejaron al parque 222 sin cabeza, pero el parque lo recordará.

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Quizás su único pecado fue su anticlimática manía de regalarle silencios angustiosos a la audiencia. Pero, a los genios se les acepta con sus maletas.

La tanda final electrónica corrió por cuenta de Caribou y de Claptone, en su versión Immortal live, que sin duda fue más contundente que la que presentó la última vez que tocó en el país. Una verdadera danzatoria a doble nivel, más convencional que Flume, pero no por eso menos excepcional. Claptone jugó con sus dos personajes plásticos y teatrales, enmascarados al mejor estilo de Eyes Wide Shut, encargados del ritmo y del beat. Sus movimientos coordinados, casi simétricos, les dieron un toque único, su música estuvo a la altura de la puesta en escena.

Así se cerró una enorme jornada memorable de música. De muchos tipos. Queda un día, y varios genios por ver. Por eso todavía no golpea la nostalgia..