Nación
Estos son los relatos de la infamia del secuestro en Colombia
Durante tres días se escuchó la voz de las víctimas de los secuestros ordenados por la guerrilla de las Farc.
Las cadenas de la infamia del secuestro reaparecieron esta semana. Las llevaba en sus manos el sargento César Augusto Lasso Monsalve, quien mostró la forma como las cargó durante diez largos años a su cuello mientras esperaba una muestra de humanidad por parte de sus captores, los mismos que solamente lo veían como una mercancía de cambio para lograr la liberación de un grupo de guerrilleros de las Farc que se encontraban en las cárceles.
El sargento de la Policía, que fue plagiado durante la toma de Mitú en noviembre de 1998, estuvo trece años secuestrado en medio de la selva, temiendo que cada día sería el último. “Nos causaron la mayor de las humillaciones”, recordó mientras alzaba las pesadas y oxidadas cadenas, las mismas que por años el Secretariado de las Farc aseguró desconocer.
En la mesa de al frente, los siete integrantes del Secretariado de las Farc que siguieron con el Acuerdo de Paz tomaban atenta nota, se rascaban los ojos, intentaban enfocarse en las cadenas y en el relato del sargento mientras movían la cabeza desconcertados. “Yo personalmente no encuentro explicación de cómo nos degradamos en la guerra, cómo la dinámica de la guerra nos degradó al punto de dar semejantes tratos”, atinó a decir, con voz pausada, Rodrigo Londoño Echeverry, conocido como Timochenko.
La magistrada Julieta Lemaitre, de la Sala de Reconocimiento de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), reseñó que el sonido de esas cadenas sobre la mesa de vidrio había ahondado su alma. Cada palabra del sargento Lasso recordaba la práctica de una barbarie, un acto inhumano y totalmente reprochable.
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Y fue así como, durante tres días, víctimas y victimarios se vieron cara a cara en la primera audiencia de reconocimiento de las Farc tras la firma del Acuerdo de Paz en el 2016. Un silencio nostálgico acompañó cada una de las declaraciones de las víctimas del secuestro y sus familiares.
Cada declaración era un golpe en el corazón de los asistentes, en las pantallas del auditorio de la biblioteca Virgilio Barco, en Bogotá, se proyectaban las imágenes de aquellos cuyo paradero se desconoce tras el secuestro: “¿Por qué lo hicieron? ¿Dónde están los restos? ¿Por qué no hicieron nada para frenar la barbarie?”, eran algunas de las preguntas que se le hacían a los excomandantes de las Farc.
La diligencia se dividió en tres partes: el martes, el reconocimiento de los secuestros a dirigentes políticos e integrantes de la Fuerza Pública con los que se quería ejercer una presión para un “intercambio humanitario”; el miércoles, los secuestros extorsivos paro; y finamente, el jueves, los plagios para lograr un fortalecimiento territorial.
Los secuestros políticos
El primero en tomar la vocería de las víctimas fue el excongresista Óscar Tulio Lizcano, quien tras ocho años de secuestro logró fugarse con la ayuda de un guerrillero. El dirigente político recordó el caso de un menor de 14 años que había sido reclutado por ese grupo guerrillero y con quien, a veces, sostenía extensas conversaciones. Cuando intentó huir de las filas, fue detenido y fusilado. “La narración le da sentido al dolor. Esa narración es la que las víctimas merecemos conocer. Quiero decirles: dígannos la verdad. Hemos perdonado, pero no quiere decir que no haya justicia”.
Acto seguido, el representante a la Cámara por el Huila, Orlando Beltrán, comparó a los integrantes del Secretariado de las Farc con Adolfo Hitler. “Ustedes son unos genocidas, al igual que lo fue Hitler, una manada de asesinos, de criminales, que merecen el repudio de la sociedad colombiana”. Para el dirigente político huilense, quien estuvo secuestrado durante seis años, las Farc son una empresa criminal que lo único que buscaban era lucrarse económicamente con el dolor, pisoteando los principios políticos que decían defender, puesto que las víctimas de sus atrocidades eran las personas más pobres e indefensas.
Por su parte, el exdiputado del Valle del Cauca aseguró que más allá del reconocimiento de responsabilidades y el ofrecimiento de perdón, los integrantes del Secretariado de las Farc deben contar toda la verdad y reparar a todas las víctimas de sus actos crueles sin excepción. “Ustedes, en nombre de la libertad secuestraron y en nombre de la vida asesinaron”, por eso ―recalcó― para obtener perdón social deben contar y revelar todos los pormenores de sus actos contra la humanidad.
La excandidata presidencial Ingrid Betancourt aseguró que se deben aclarar muchos asuntos que ni siquiera han sido tocados por ese grupo guerrillero, entre estos la colaboración de civiles en los plagios y la aceptación de tratos crueles e inhumanos con todos los secuestrados. “Cada cosa que ustedes dicen es una daga en el corazón”.
Gloria Narváez Rojas, hermana del diputado del Valle del Cauca, Juan Carlos Narváez, manifestó que ya es hora de saber toda la verdad sobre el secuestro que se ejecutaron en febrero de 2002 y el vil asesinato de los dirigentes políticos en el 2007. “Para las familias no es suficiente y concluyente, porque obvia la verdad: ¿quién o quiénes dieron la orden? ¿Ustedes nunca se enteraron de que las Farc habían secuestrado a los diputados?”. Cuestionó el hecho que por durante años hayan omitido todo tipo de responsabilidades frente a lo sucedido. “Para todo, presentan justificación de estos tristes hechos”.
Torturas a los integrantes de la Fuerza Pública
El sargento César Lasso, quien estuvo trece años en cautiverio, reveló las humillaciones que sufrió junto a sus compañeros en el secuestro. Las cadenas lo acompañaron durante una década, las amenazas e intimidaciones ante el frustrado intercambio. “Se frustró un anhelo, un sueño de ver crecer a mis hijos”, recordó el sargento al mencionar que al momento de su secuestro, durante la toma de Mitú en 1998, su esposa estaba embarazada. “En muchas ocasiones pensé que era mejor morir y descansar”.
Olmes Johan Duque, quien fue secuestrado en Bagadó (Chocó) en el 2005, recordó que fue víctima de violencia sexual por parte de sus captores. “Es triste que lo que uno vivió, en primera instancia, se lo nieguen. Y segundo, llevo siete años esperando que la Unidad de Víctimas me repare. No les estoy mendigando nada”, todo esto mientras los guerrilleros que firmaron el Acuerdo de Paz reciben ayudas económicas mensuales y se mueven en camionetas blindadas con todas las medidas seguridad. Él ―que sigue vinculado a la Institución― ruega para que se le dé atención psicológica y psiquiátrica.
El coronel del Ejército, Raimundo Malagón, secuestrado en la toma de La Uribe (Meta) en 1998 y liberado durante la operación Jaque en el 2008, citó todas las penurias que vivió en el cautiverio: el aislamiento, las torturas, las mazmorras que se asemejaban a los campos de concentración nazis, las cadenas, las caminatas por la selva, el fusilamiento a sus compañeros. “Allá la vida no vale nada”.
Yoleni Peña Bonilla, la hermana del sargento Luis Hernando Peña Bonilla, le pidió a los miembros del Secretariado de las Farc que cuenten de una vez y por todas que pasó con él. Tras muchas peticiones, en el año 2008 uno de los militares rescatados en la Operación Jaque le contó que el sargento había sido asesinado por orden del Mono Jojoy. Sin embargo, jamás han confirmado esta versión y siempre han dicho que investigarán, pero nunca cuentan nada.