César Fernando Mondragón y Juan Carlos Bastidas crearon Estraval en 2000. Con los años la firma de libranzas creció y se convirtió en un pequeño grupo de empresas. Según la Fiscalía, estos dos ingenieros industriales son grandes responsables de la debacle. | Foto: Daniel Romero Reina

ESCÁNDALO

Así cayeron las cabezas de Estraval

Tras una investigación de cinco meses y un operativo milimétricamente planeado, la Fiscalía asestó el mayor golpe a los responsables de la debacle de Estraval. Todo indica que escondieron en el exterior parte de los fondos provenientes de la supuesta defraudación con libranzas.

29 de enero de 2017

El lunes 23 de enero, a las cinco de la mañana, agentes del CTI de la Fiscalía esperaban un vuelo procedente de Miami, en el que regresaba César Fernando Mondragón, socio fundador de Estraval y considerado uno de los principales responsables de la millonaria defraudación de esta comercializadora de libranzas. Tan pronto el directivo realizó el trámite migratorio en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, los agentes le leyeron sus derechos y procedieron a detenerlo.

Simultáneamente las autoridades activaron el operativo preparado con mucha antelación para capturar al resto del núcleo directivo de la firma, conformado por Juan Carlos Bastidas, socio fundador; Rosalba Fonseca, representante legal; Ángela Marina Daza, gerente comercial; José Iván Castiblanco Fúquene, alto directivo; Pedro Harold Carvajal, director y representante legal de Tecfinsa, filial de Estraval; y Fernando Joya Rodríguez, gerente operativo.

Desde hacía varios días la Fiscalía tenía listas las órdenes de captura y de allanamiento. Sin embargo, como Mondragón había salido del país el 5 de enero de 2017, con 100.000 dólares en su equipaje, prefirió esperar su regreso para realizar el procedimiento de manera sorpresiva.

La verdad es que, a pesar de la gravedad de los hechos investigados tanto por la Superintendencia de Sociedades como por el grupo especializado conformado por el fiscal Néstor Humberto Martínez, los involucrados en el escándalo de Estraval y sus abogados creían que podían contar con más tiempo antes de que la Fiscalía los llamara a rendir cuentas.

Las principales cabezas de la firma preparaban un posible plan de desmonte de la captación de dinero, sin sospechar que la Fiscalía iba un paso más adelante, pues, además de la captación masiva e ilegal de recursos del público, tenía evidencias de otras tipologías de delito que evidencian el sofisticado entramado que se montó con Estraval.

Los responsables no se sentían acosados, a tal punto que, por ejemplo, Mondragón salía con toda tranquilidad del país. El pasado 17 de diciembre también había viajado Miami, lo cual despertó aún más sospechas de las autoridades, por lo que alertaron a Migración. Según el fiscal Martínez, las autoridades de Estados Unidos colaboraron para la captura.

Precisamente llamó la atención que Mondragón en sus viajes transportara gruesas sumas de dólares. Si bien declaró los 100.000 dólares que sacó en enero, esto les dio mala espina a las autoridades, que ya tenían constancias de que los dueños de Estraval movían dineros hacia Estados Unidos. Entre 2002 y 2016 habrían enviado a ese país, por diferentes conceptos y de acuerdo con un reporte del Banco de la República, alrededor de 97 millones de dólares.

El fiscal Martínez señaló que sus hombres van ahora tras los activos de las personas involucradas, tanto en Colombia como en otras jurisdicciones como Estados Unidos y Panamá. Tienen serios indicios de que trataban de negociar bienes fuera del país, como algunas transacciones del orden de los 6 millones de dólares que estaría haciendo Mondragón en Florida.

Paradójicamente, mientras las directivas estarían escondiendo capitales en el exterior, en Colombia más de 4.500 inversionistas reclaman 600.000 millones de pesos que invirtieron en los pagarés-libranza que comercializaba Estraval. La suma duplica incluso la pérdida ocasionada en el Fondo Premium, parte del escándalo de InterBolsa.

Según la Fiscalía, los siete responsables de Estraval cometieron delitos muy graves. Les imputó, ante el juez de control de garantías, concierto para delinquir, falsedad en documento privado, estafa agravada, captación masiva y habitual de dineros del público, no reintegro producto de la captación, enriquecimiento ilícito y lavado de activos.

Ninguno de los involucrados aceptó los cargos. Dado que se trata, en conjunto, de penas que superan los 30 años, la estrategia de los abogados de la defensa, al parecer, es esperar el juicio y tratar de buscar un preacuerdo con la Fiscalía. Pero esto se definirá en el transcurso de las próximas semanas. El fiscal del caso, Pedro David Berdugo, pidió medida de aseguramiento intramural, es decir, cárcel, para César Mondragón, Juan Carlos Bastidas, Rosalba Fonseca y José Iván Castiblanco, quienes habrían participado con mayor grado en las conductas. El resto tendría el beneficio de la detención domiciliaria.

La Fiscalía tiene confianza en que este caso se resolverá mucho más pronto que el dilatado proceso de InterBolsa. En esta oportunidad la entidad tiene las suficientes pruebas para acelerar el juicio y condenar a los responsables. Cabe recordar que hace cinco meses, tras la intervención de la firma, la Superintendencia de Sociedades también encontró pruebas de la captación ilegal y por ello ordenó la liquidación judicial de Estraval.

Las evidencias

Las pruebas recogidas por la Fiscalía encontraron varias conductas irregulares en las operaciones de Estraval. Por ejemplo, que vendieron pagarés sin respaldo de las libranzas, es decir, de los créditos que supuestamente las cooperativas les otorgaban a trabajadores o pensionados. También que vendieron pagarés en mora, y negociaron nuevamente libranzas ya canceladas.

En Estraval practicaron el ‘gemeleo’ de libranzas con frecuencia. SEMANA tuvo acceso al expediente de la Supersociedades donde tanto la liquidación como la auditoría contratada con Fiduagraria coinciden en el modo en que operaba esta firma. Ambas detectaron graves irregularidades e inconsistencias en el archivo de Tecfinsa, empresa controlada por Estraval que se encargaba de hacer los estudios de crédito a los clientes y que operaba como outsourcing de las cooperativas originadoras de los préstamos.

Por ejemplo, se pudo evidenciar que en la carpeta de cada uno de los deudores de las cooperativas aparecen dos, tres y cuatro pagarés originales de igual número, firmados por la misma persona. Es decir, varios títulos valores respaldados por un solo crédito. Los deudores firmaban varios pagarés originales que quedaban en las oficinas de Estraval o sus empresas.

La auditoría encontró que, en alrededor de 47.000 casos, vendían un mismo pagaré-libranza de un deudor hasta cuatro veces a diferentes compradores de cartera, en distintas fechas y con flujos cuyos intervalos se cruzan, lo que permite colegir que usaron pagarés gemelos.

Lo más sorprendente de este caso ocurrió en julio del año pasado, cuando Estraval vendió al Deutsche Bank AG cerca de 23.000 pagarés por valor de 77.800 millones de pesos. Pues bien, al revisar la información se encontró que más de 14.000 de estos títulos valores aparecen vendidos a más de dos compradores.

Estraval utilizaba cooperativas aliadas, en la práctica controladas por la firma, lo cual facilitó muchas de las irregularidades cometidas.

Protagonistas de la historia

Pero ¿quiénes estaban detrás de esta comercializadora de libranzas, que tristemente saltó a la fama al verse envuelta en otro escándalo financiero, de magnitudes similares a las pirámides? Se trata de Juan Carlos Bastidas Alemán y César Fernando Mondragón, dos ingenieros industriales graduados en la Universidad de los Andes en 1992, con especialización en finanzas y un MBA del mismo centro educativo.

Aunque de personalidades muy diferentes, cultivaron una buena amistad desde las aulas universitarias, y ello los llevó, en 2000, a crear una pequeña firma llamada Estrategias en Valores, Estraval, con la cual creían haber descubierto la fórmula mágica para hacer fortuna. La naciente sociedad comercial, en la que ambos participaban por partes iguales, arrancó como una modesta operadora en el mercado de libranzas y aún en sus mentes no avizoraban que llegarían tan lejos y mucho menos que el esplendor sería tan poco duradero.

En el arranque de Estraval los dos socios se complementaron bien. Bastidas era fuerte en el área comercial y el mercadeo, mientras Mondragón se destacaba por su habilidad en las finanzas, el mercado de valores y la bolsa. La combinación perfecta para montar un negocio basado, justamente, en esos pilares.

Según testimonios de quienes los conocieron en esos primeros años, a Juan Carlos Bastidas se le veía como el típico yuppie de los años ochenta, bien vestido, ambicioso y con ganas de ascender en la escala social. También lo describen como un ejecutivo estricto, ordenado, meticuloso, analítico y devorador de libros. Por su parte, César Mondragón tenía un estilo muy diferente. Aunque era ambicioso se veía mucho más discreto y sereno. Era muy reservado y algunos exempleados dicen que trataba mejor a sus subalternos que Bastidas.

Con la abogada Rosalba Fonseca y José Iván Castiblanco -también capturados por la Fiscalía- llegaron a conformar un gran equipo. En Estraval se decía que Fonseca era el verdadero poder detrás del trono pues, sin cargo formal, oficiaba como vicepresidenta ejecutiva. Era el filtro para llegar a los dueños. Sus excompañeros la describen como una mujer astuta, sagaz y dura que supo acumular demasiado poder.

Cuando Estraval comenzó a reinar en el mercado de las libranzas, gozaba de buena fama en el sector financiero. Bastidas y Mondragón se rodearon de los mejores asesores en todas las áreas. En comercio internacional, en impuestos, en planeación, en seguridad. No escatimaban en gastos para pagar costosas charlas de gurús empresariales y expertos en toda clase de temas. Querían ser el número uno del mercado, que los reconocieran como tal. “No querían tener a los menos malos, sino a los mejores”, dice una fuente. Cuando cumplieron la primera década de labores, la modestia había quedado atrás. Ya no era una pequeña firma, sino un grupo empresarial y sus fundadores tocaban el cielo con las manos.

Pero la fórmula falló y en agosto de 2016, cuando debían celebrar el cumpleaños número 16, la firma, que ya venía en declive, colapsó y con ella el negocio de la compra y venta de libranzas explotó en mil pedazos en Colombia. En Estraval más de 4.500 inversionistas terminaron defraudados por quienes les prometieron jugosos intereses y mínimo riesgo, pero no les cumplieron ni lo uno, ni lo otro.