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Exclusivo | Habla el agente encubierto que se infiltró en la primera línea; lo comprobó todo
La Policía logró introducir un agente en la primera línea calle 80 en Bogotá. El relato de este infiltrado se convierte en una radiografía de lo que sucede en las entrañas de esta organización criminal.
“Estaba ahí, en medio del fuego cruzado, cuando empezaron a lanzar piedras y bombas molotov contra los policías y el centro comercial que queda diagonal al Monumento a los Héroes… Yo me alejaba con la excusa de conseguir piedras”.
Así lo cuenta Carlos (nombre cambiado por seguridad), el agente infiltrado de la Policía que logró meterse en el corazón de la primera línea y, en medio de tragos y confrontación en las protestas, se ganó la confianza del ‘Diablo’, cabecilla de esa organización. Obtuvo un alias, un carné que lo convirtió en miembro, con todos los privilegios y obligaciones –que tenían tintes delincuenciales– grabados en un juramento virtual. Lo que no sabían era que con ese ‘bautizo’ llegaba un caballo de Troya.
“Estaba sentado cerca al conjunto residencial Parques del Pireo, en Engativá. Ahí llegó la ‘Mama’ y me preguntó si me le iba a medir; de inmediato me paré y empezamos a caminar hacia un lugar en el Garcés Navas. Todo lo manejaban con sigilo, me quitaron el celular, en ese momento fue mi primer encuentro de frente con los integrantes de la primera línea Engativá. Dentro de mí sabía que lo había logrado, que estaba empezando una peligrosa misión. Ellos eran los encargados de hacer frente al Esmad en las manifestaciones, me dijeron que si deseaba colaborar con la causa. No lo pensé, de inmediato dije que sí”, relata.
Ese fue el ingreso de ‘Carlos’, quien pertenece a un grupo especial de investigadores integrado por policía judicial e inteligencia que tenía una sola misión: meterse en las entrañas de la primera línea, recuperar las pruebas y convertirlas en una poderosa investigación, que tiene hoy tras las rejas a los responsables de delitos en las protestas. No se trataba de una misión fácil. Si era descubierto, estaba en juego su vida. Además, en esta ocasión tenía que pararse al frente, en la línea de combate, contra sus compañeros, camuflado del lado de los violentos.
La misión
“Desde ese día, me incluyeron en un grupo de WhatsApp denominado Los Carneros, que parecía un centro de operaciones. Publicaban cuándo entraba plata para la campaña, quién se encargaba de cada cosa, por cuál aplicación se podían hacer transferencias de dinero, a qué hora eran las reuniones, dónde y qué personas eran sospechosas. Los mensajes enviados se eliminaban automáticamente a los 30 o 40 minutos. La idea era no dejar huella, pues en ese grupo se detallaba paso a paso la operación”.
“Al otro día fui citado en las canchas de fútbol del parque Garcés Navas. A los 15 minutos llegó el ‘Flaco’, hasta el momento no lo conocía, me dijo que había prestado servicio militar y nos empezó a dar instrucción de combate: cómo teníamos que pararnos en las manifestaciones, cómo defendernos de los ataques del Esmad, lo que en las Fuerzas Militares llaman orden cerrado. Era una preparación para el combate, nos enseñó cómo encapucharnos y cómo cambiarnos de ropa rápidamente para no ser detectados”.
“Lo había logrado, era un primera línea a los ojos de ellos. Así pude conocer a alias Diablo y a alias Cuba, quien se presentó como médico y me decía que trabajaba en el Hospital Militar; nos dio instrucción de cómo atender los heridos, cómo sacarlos y prestar los primeros auxilios. Así terminó la tarde y ratifiqué que no había movimientos espontáneos, todo estaba articulado”.
Los diálogos por chats, la estrategia de confrontación y hasta la asistencia de los miembros a las reuniones en un bar del cabecilla de la organización quedaron detallados en los informes que entregó el agente encubierto, en reuniones bajo estrictas medidas de seguridad en horas y lugares escogidos con precisión de cirujano. Impedir que el infiltrado se ‘quemara’, que no terminara descubierto por la primera línea, era una misión paralela.
“Días antes de un enfrentamiento con la Policía, alias Mama me preguntó si podía conseguir un vehículo, porque necesitaban llevar alimentos de un lugar a otro. En aras de ganar más confianza, me ofrecí y coordinamos que para el 21 de mayo debería tener el carro listo, era mi boleto de entrada con alias Diablo. Así me ganaría su confianza”.
“Nos encontramos en el sitio acordado a donde llegué con el carro. Un hombre corpulento de cara amable, pero con lenguaje agresivo, que se identificó como ‘Chapri’, me dijo que ingresara al vehículo y me quitó el celular. En ese momento, me sentí helado y me costaba trabajo hablar, creí que me habían descubierto. Pero no fue así, solo registraron el vehículo y tuve la suerte de que no se dieron cuenta de que llevaba dos dispositivos de grabación tipo reloj. Con él grabé varios videos”.
Protesta moral
“Observé los escudos, cascos, los insumos que ellos tienen para crear las bombas molotov, era un arsenal. Fue ahí cuando conocí a alias Zetian, encargado de hacer las florecitas o molochas (bombas molotov) y distribuirlas entre los integrantes de la manifestación. También estaba alias Pinzas, quien llenaba pimpones con pintura y ácido para lanzarlos al Esmad. Estando en el grupo, como un primera línea más, fui testigo de cómo los lanzaban contra la fuerza pública, contra mis compañeros. Yo, a la distancia, solo podía ver y grabar”.“
El 28 de mayo fuimos citados en el Monumento a los Héroes a eso de las cinco de la tarde. Cuando llegué, estaban alias Diablo, Nena, Flaco y Pollo; empezaron a encapucharse y a lanzar las bombas molotov. Hablaban mucho por celular indicando los puntos de encuentro en Héroes, norte-sur por la calzada de TransMilenio. Pasadas las seis de la tarde, empezó a llover y gran parte de la multitud se fue alejando del lugar. Ellos se ‘descarparon’, se quitaron las capuchas. Ya no protestaban, dejaron de lado su supuesta convicción de lucha, se pusieron a consumir alucinógenos y a emborracharse”.
El relato del agente infiltrado quedó consignado en los informes y entrevistas que conoció SEMANA. Muestran cómo la primera línea pecó en ambición, inexperiencia e ingenuidad al considerar que controlaban a todos sus integrantes y estaban por encima de las autoridades, que desde meses atrás se les metieron hasta en las fiestas del bar de alias Diablo.
La fachada de rebelde violento estuvo a punto de desmoronarse cuando arrancaron los problemas. Alias Diablo, alias Mama y alias Polla empezaron a discutir por un dinero que estaba depositado en una de las cuentas. En ese momento, llegó alias Flaco, la discusión fue acalorada y decidieron apartar a alias Mama del grupo hasta que no se aclarara todo. “Quien me llevó ahora estaba por fuera”, recuerda Carlos.
Los líderes de la organización manifestaban que a alias Mama tocaba dejarla a un lado, porque no había justificado la plata que le consignaron; era mejor no contar con ella, pues había mucho infiltrado. “Mama, untada hasta el cuello de la actividad criminal, pasó de un día para otro a ser un objetivo, eso me podía pasar a mí”.
La captura no la vieron llegar. El seguimiento fue tan profundo que los mismos cabecillas entregaron a través de redes sociales las herramientas para su judicialización. Lo que diseñaron, hablaron y celebraron quedó en un registro, como los recuerdos de un encuentro de amigos del colegio. “Yo sigo en el anonimato, mi vida está en juego. Pero esos meses infiltrado me dejan claro que no es solo mi trabajo, prefiero estar del otro lado de la línea”.