NACIÓN
Exclusivo: La comandante Paula, del ELN, ¿un permiso similar al de Gabino?
La guerrillera más vieja del mundo permaneció desde hace 20 meses en Cuba y al parecer con el mismo permiso irregular que el Gobierno Santos le otorgó a Gabino. ¿Quién era esta mujer cuyo paso por La Habana enredaría aún más a los funcionarios del pasado mandato?
La carta que el embajador de Cuba en Colombia, José Luis Ponce Caraballo, le envió al entonces alto comisionado para la paz, Rodrigo Rivera, y que reveló SEMANA, dejó al descubierto no solo el polémico viaje que Nicolás Rodríguez Bautista, alias Gabino, realizó sorpresivamente a la isla para atender unos problemas de salud, pese a los 29 procesos judiciales en su contra.
También confirma la intención de asistir a las exequias de la comandante Paula, la guerrillera más vieja del mundo, una poderosa, enigmática y temida subversiva del ELN que, según el diplomático, “estaba bajo tratamiento médico en cuba, con la debida autorización del Gobierno de Colombia, y que lamentablemente falleció de forma repentina”, como dice el oficio de la embajada del 22 de enero de 2018.
Es decir, Paula, o la Cucha, como la apodaban por su edad, era otra de las comandantes del ELN que permanecía en La Habana con conocimiento del Gobierno Santos sin que le hubieran suspendido las órdenes de captura en su contra por los delitos de homicidio agravado, secuestro extorsivo, rebelión, fuga de presos y falsedad en documento público y rebelión.
Tras su fallecimiento el 11 de enero de 2018 quedó en evidencia que llevaba más de 20 meses en Cuba, es decir, su estadía en la isla comprometería no solo al comisionado Rodrigo Rivera sino a Sergio Jaramillo porque esta mujer, que superaba los 65 años, salió de Colombia rumbo a la isla sin permiso oficial, pero con conocimiento del Gobierno Santos, pese a su prontuario judicial, lo que ha generado más preguntas que respuestas.
Por ejemplo: ¿El caso de la comandante Paula es el mismo de Gabino, el máximo jefe del ELN que viajó a La Habana con autorización del Gobierno Santos a través de un salvoconducto expedido por la Casa de Nariño que carecía de respaldo legal, ya que no se suspendieron las órdenes de captura en su contra como lo ordena la ley, tal y como lo reveló SEMANA? ¿Por qué las órdenes de captura contra la mujer permanecían vigentes y ella permanecía en el exterior? ¿O dónde reposan los salvoconductos de la guerrillera? ¿Cómo burló el control de la Interpol? ¿Aunque Gabino permanecía en Cuba desde mediados de 2018, ella cuándo y cómo logró ingresar sin mayores restricciones al país vecino? ¿Qué responde Cuba al respecto?
Todos esos interrogantes serían resueltos en una investigación que ya abrió preliminarmente el fiscal general Francisco Barbosa y que ocuparía la atención de la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes que examinarían con lupa si Santos y su equipo de gobierno se extralimitaron en este tipo de autorizaciones sin levantar las órdenes de captura, como lo ordena la ley, y que motivó al presidente Iván Duque a insistir en la necesidad de extraditar a los comandantes de esa guerrilla que permanecen en La Habana por su responsabilidad en el atentado terrorista de la Escuela General Santander, el 17 de enero de 2019, y que dejó como saldo 22 uniformados muertos y 87 heridos.
SEMANA conoció por fuentes de inteligencia que el Gobierno Nacional expidió, a través de la oficina de Sergio Jaramillo, seis autorizaciones para que la temida comandante viajara desde Colombia hacia Ecuador y Venezuela. Y en todas ocurrió la misma historia: no se suspendieron las órdenes de captura en su contra.
Pero, ¿quién era la comandante Paula?, ¿por qué era tan importante para que Gabino viajara de urgencia desde Colombia a la isla, pese a sus órdenes de captura y burlando a la Interpol?
Se llamaba Luisa Viviana Madero y era la única mujer que hacía parte de la Dirección Nacional del ELN, el máximo órgano de dirección de esa guerrilla, un poder suficiente para aparecer de la nada en medio de Pablo Beltrán y Antonio García, dos de los históricos jefes del ELN, cuando anunciaron la fase pública de las fallidas conversaciones de paz con el Gobierno Santos en 2016, en Caracas. A la par, lució una blusa roja y chaqueta negra, colores representativos del grupo guerrillero. A la fecha, pocos sabían de su existencia. Su rostro era desconocido.
Recia, de cortas palabras, bajo perfil y dura frente a la oposición. A Frank Pearl, delegado del Gobierno para los frustrados diálogos, la Cucha no se le identificó cuando él pasó su mano para saludarle. Contrario a los demás, la comandante no aplicó la diplomacia. Lo observó con recelo y desconfianza.
Sin embargo, según las fotografías del anuncio de los diálogos de paz con el ELN, Paula- quien se identificó en Caracas como María Helena Velasco-, compartió en 2016 la mesa principal con Pablo Beltrán y Antonio García, el primer y segundo hombre más importante de esa guerrilla; Frank Pearl, exjefe negociador de Paz; el mayor general (r), Eduardo Herrera Berbel, quien en 2017 renunció a la comisión; y el académico José Noé Ríos.
Paula gozaba de respeto absoluto. Sus exequias –después de permanecer 20 días en cuidados intensivos por un accidente cerebro vascular- tradujeron lo que significaba en medio de los veteranos del grupo armado. Una fotografía es la prueba más fehaciente de su talante: un pendón gigante con su rostro sonriente en un escenario abierto en La Habana, un mensaje de despedida: ‘hasta siempre Comandante Paula’ y delante, Pablo Beltrán. A su lado, los delegados del ELN en Cuba, luciendo prendas rojas y negras, entre ellos, Aureliano Carbonell, Bernardo Téllez, Consuelo Tapias, Alirio Sepúlveda, Isabel Torres, Tomás Laviana, entre otros.
Todos la despedían en un homenaje póstumo en medio de dos ramos de flores, la bandera y el escudo del grupo guerrillero. “El corazón se nos oprime y el alma se nos parte en dos…”, dijeron los delegados elenos al confirmar su deceso.
Nació en Ragonvalia, Norte de Santander, pero se ceduló en Bello, Antioquia. Estudió ingeniería en la Universidad Industrial de Santander (UIS), pero desertó en los 70. A los 18 años integró las estructuras clandestinas del ELN en Bucaramanga, en el Frente Urbano Resistencia Yariguíes.
El 27 de enero de 1997, Luisa Viviana Madero, como también le conocen, fue capturada por primera vez, pero dos años después, en un gesto de corrupción pagó 200 millones de pesos y consiguió un permiso en Navidad. Aunque el compromiso era regresar al penitenciario, escapó.
En 2003 burló el control de las autoridades, se instaló en Bogotá, y se convirtió en la responsable de la logística del proyecto urbano Libardo Niño.
A mediados de ese mismo año, terminó en Bolívar como representante de la Dirección Nacional en el Frente de Guerra Darío Ramírez en el sur de Bolívar, pero en 2004 retornó a la capital del país, donde aprovechó el poder que tomaba el ELN para reunirse con ‘peces gordos’ de esa guerrilla, entre ellos la familia de Antonio García y así logró escalar al poder central del grupo armado.
Pero la trayectoria de Luisa Viviana o la Cucha viene desde antes de la década de los 90. Promovió paros, participó en el asesinato de tres ingenieros de una firma petrolera en Barrancabermeja en 1989, protagonizó un robo de armas y una emboscada a una patrulla de la Policía en 1990.
La responsabilizan de incinerar cuatro buses en 1991 en Barrancabermeja, de instalar y activar explosivos en 1992, los asesinatos de varios soldados y el secuestro de lo ingenieros italianos Salvatore Rossi y Gulian Pozanelli en 1995, por cuya liberación se pagó más de 2 millones de dólares.
Por su osadía, sus hombres protagonizaron un atentado terrorista contra las instalaciones del Batallón Nueva Granada en Barrancabermeja, el 1 de agosto de 1995; el asesinato del entonces director del DAS, Édgar Rojas Vargas, y otros tantos crímenes. La lista de militares y policías asesinados a manos de Luisa Viviana es grande, según confirman informes de inteligencia.
Era madre de dos hijos, abuela, usaba camuflado y fusil en el monte. En muchas regiones le decían Paula, en Barrancabermeja aún la llaman Elena, los guerrilleros la apodaban Cucha, y en otras regiones la identificaban como Martha. Sin embargo, era una sola, una guerrilla que antes de llegar a Caracas, manejó los hilos del ELN en el exterior y confeccionó parte de la agenda entre el gobierno Santos y la mesa de negociación guerrillera en 2016.
Tras su muerte, las dudas sobre su permanencia en La Habana, Cuba, durante los últimos meses de su vida reviven las sospechas de una estadía del ELN en la isla sin la mayor rigurosidad legal por parte del anterior gobierno y aumentan la tensión diplomática entre Colombia y el país vecino.