NACIÓN
Exclusivo | SEMANA registra primeras imágenes de Santa Catalina azotada por Iota; parece un campo de guerra
Los relatos de los ciudadanos son desgarradores. A pesar de que los residentes se salvaron, la isla quedó totalmente destruida.
El huracán Iota tocó las fibras más profundas de la costa colombiana, dejando a su paso destrucción, angustia, escombros y animales que han tenido que ser enterrados debajo del lodo. Santa Catalina clama hoy por ayuda y por la colaboración de todo un país para lograr resurgir de lo poco que dejó el huracán.
“Sentí de todo viendo la isla destruida, se me salieron las lágrimas, todo fue increíble. Mi casa se cayó completica, mi restaurante se cayó... todo se fue”, recuerda Elvis, un poblador de la isla que habló con SEMANA, agregando que todavía no salen del asombro. “Esto parece un sueño, más bien una pesadilla que todavía la estamos viviendo’’.
Del verde de Santa Catalina y de sus lugares turísticos hoy todo se ve diferente, más gris, más opaco. Sin embargo, su gente no se quiebra, pues su espíritu luchador y la esperanza de volver a reconstruir es lo que los mantiene firmes y colaborativos entre ellos.
“Yo creo que todo el universo tiene que aplaudir a toda la gente de Providencia y Santa Catalina, porque somos unos guerreros, porque todos luchaban, hasta los niños más pequeños. Yo no veía a nadie llorar porque todo el mundo estaba luchando por salvar su vida y buscaron la forma, aun cuando parecía que no se podía”, dijo una residente, quien describió uno de los momentos que más ha marcado su vida en Santa Catalina.
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“Sosteníamos los colchones en las ventanas y nos turnábamos, corríamos de un lado para otro. Esa noche nadie durmió, pero esto fue una guerra y ganamos la batalla (...) Somos unos guerreros triunfadores”, añadió la isleña.
El puente Los Enamorados, que conecta a Providencia con Santa Catalina, era una estructura flotante de madera considerada como uno de los lugares más románticos del Caribe y un atractivo turístico. Hoy, este puente está totalmente deshecho y sus habitantes se preguntan cómo llegar al otro lado.
Para tratar de comunicarse con Providencia, los residentes han ideado una forma de cruzar, pues el lente de SEMANA logró captar el momento en el que un menor remaba sobre una pequeña tabla cuadrada y encima una canasta de color gris, similar a las que se usan para mercar, que usó como su fortaleza para no ahogarse; el joven, cargando una maleta y utilizando un palo aparentemente de bambú, movía los brazos de un lado a otro con toda la fuerza que su cuerpo podía tener, con la idea en la cabeza de ir a rescatar sus cosas.
Mientras tanto, otras personas a la espera de la ayuda del Gobierno, se mantienen en los techos de las pocas viviendas que quedaron, caminan sobre los escombros y los van recogiendo para limpiar algunas zonas. Algunos, incluso, se quedan perplejos al ver que la iglesia quedó irreconocible mientras posan su esperanza en una estatua de la Virgen que quedó en pie.
Intentando ahogar las ganas de llorar, otra de las víctimas del huracán le dijo a SEMANA que ese momento junto a su esposa lo vivieron muy grave: “Sobrevivimos en un baño durante más de diez horas con el agua hasta el cuello y con una medio sombrilla. Logramos salir hacia las 11:00 de la mañana y así logramos sobrevivir y llegar a esta casa que quedó sin techo”, aseguro. Ante la pregunta de dónde quedaba su hogar, volteó la mirada y señaló a un punto donde hoy no se ve nada más que barro y escombros.
“Es una historia muy difícil de contar. Aquí el agua subió tres metros, los vecinos lograron sobrevivir agarrados de un árbol, ¡muy berraco! (...) Mi temor más grande era que se me cayera la casa encima; el baño en el que estábamos era un baño normal, de cuatro paredes, y cuando se voló el techo, nos dio temor”, agregó.
Según lo dicho por los habitantes, hasta el momento Santa Catalina no ha recibido ayuda del Gobierno y todas las cosas que han logrado conseguir es gracias a la colaboración que ha llegado desde San Andrés y a los residentes de la misma isla, quienes se han agrupado para cocinar y darles una mano a aquellas personas que hoy caminan con un colchón a cuestas, con hambre y con la esperanza de resurgir después de lo que dejó el paso del huracán Iota por la isla.