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Captura de Diego León Osorio, una mancha a un gran futbolista

El exjugador de Atlético Nacional, uno de los mejores laterales que ha tenido el país había tenido un lío de drogas en Estados Unidos. Osorio fue capturado y dejado en libertad por no ser considerado un peligro para la sociedad.

Daniel Rivera Marín
13 de octubre de 2016
Los que han hecho la gran escuela del fútbol colombiano definían a Diego como el mejor de su época. | Foto: Fotomontaje SEMANA

Al abrir la puerta de su apartamento, en mayo de 2015, Diego León Osorio se veía intacto, llevando todavía la gloria que alguna vez tuvo. Tenía un traje negro hecho a la medida y, detrás, la luz de la tarde que entraba a una sala grande como una casa modesta.

Se mostraba seguro cuando el fotógrafo le pedía que mirara a la lente, “así me verán vestido cuando sea entrenador”, repitió algunas veces acomodándose el saco y la corbata. Para entonces llevaba tres años estudiando en la escuela de entrenadores española, Acadef.

Llevaba varios años viajando con regularidad a España, las veces que se la pasaba en Medellín entrenaba con la disciplina de un iniciado que quiere llegar al fútbol profesional. Conservaba en el regate el ritmo de rengo que lo caracterizó siendo profesional, lo que muchos asociaban con un estilo o con una pierna corta, lo que en realidad era el resultado de una lesión que tuvo en los años ochenta cuando jugaba con el Deportivo Independiente Medellín. Su lugar favorito para entrenar estaba en el barrio Laureles, adonde llegaba en una camioneta Audi Q5.

Hizo parte del Atlético Nacional de 1991, del que muchos recuerdan a Alexis García en el centro, ordenando un equipo que funcionaba como una máquina; a ese defensa impresionante que era Andrés Escobar; a esa dupla como pocas: Faustino Asprilla y Víctor Hugo Aristizábal haciendo imposibles, el uno corriendo como si huyera del mal, el otro rematando con precisión asesina. Diego estaba en la punta izquierda, aunque era derecho, veloz, con una gambeta que parecía un baile, enfermo de una rodilla.

Su carrera siempre brilló, pero no lo necesario porque en los momentos claves de su vida, como los mundiales de Estados Unidos 1994 y Francia 1998 su rodilla estaba en pésimas condiciones. Aquella tarde de 2015, en la que se mostraba seguro como un buque en medio de un mar en calma, confesó que su rodilla todavía le dolía, que la fricción de los huesos era una tortura que nunca se cesaba. Ahí estaba la primera razón de la opacidad de su gloria.

Los que han hecho la gran escuela del fútbol colombiano lo definían como el mejor de su época. “Los que hablan del fútbol moderno nunca vieron un verdadero jugador moderno, no se acuerdan de él, de Diego —dijo Hernán Gómez, el Bolillo, que lo dirigió en Nacional a principio de los años noventa”. “Diego León llegó a la Selección Antioquia Prejuvenil un muchachito, era volante de creación, pero no había más puestos y le tocó ser lateral izquierdo, un lateral izquierdo muy irreverente”, dijo Juan José Peláez.

Pero el lado oscuro de su gloria, sucedió en Estados Unidos, después de retirarse. El caso es brumoso. En su momento, algunos portales web registraron el hecho, hablaron de llamadas telefónicas, de una casi negociación. Esa tarde Diego contó que para el año 2001 se había ido a vivir a Miami, donde montó un restaurante que no dio los frutos esperados y a los tres meses tuvo que venderlo. Como buen paisa buscó otra oportunidad y se asoció con un amigo y compraron hardware para computadores, unos técnicos los armaban y ellos vendían en Centroamérica, Colombia y Ecuador, sin embargo, la inversión se vino abajo el 11 de septiembre de 2001 cuando dos aviones comerciales se estrellaron contra las Torres Gemelas: la bolsa de valores se vino al piso y perdieron el ochenta por ciento de la inversión.

Según una versión de un agente de la DEA, quien había llamado al exfutbolista haciéndose pasar por narcotraficante, Osorio quería comprar droga para luego distribuirla y recibir comisión. El año pasado Diego recordó el caso de manera sucinta: “En medio de eso, de no saber qué hacer, es que acepto un par de llamadas y tengo los problemas que tuve. Salgo de eso a punta de abogados, porque lo que pasó no fue mayor cosa, pero pasó. Y, claro, aprendí lo que tenía que aprender”. No dijo más, las preguntas le incomodaban, sólo repitió que había aprendido lo que tenía que aprender.

En la noche de este miércoles, cuando la Policía Antinarcóticos lo sorprendió en el aeropuerto José María Córdova de Rionegro con 1.145 gramos de cocaína entre los pantaloncillos, Diego, de vestido impecable, algo nervioso, balbuceó tal vez lo único que tuvo a mano para defenderse, dijo que esa era la primera vez. Sin embargo, el exfutbolista fue dejado en libertad por no ser considerado un peligro para la sociedad, aunque continúa vinculado al proceso.