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¿Existe el centro?
En la carrera por la presidencia, el centro con sus matices jugará un papel determinante. ¿Por qué muchos se quieren matricular en esa franja? Análisis de SEMANA.
En medio de la peor crisis económica y social de la historia reciente por cuenta de la pandemia, y justo cuando se exigen soluciones inmediatas, Colombia atraviesa una profunda fragmentación política. De cara a las elecciones de 2022, los aspirantes a la Casa de Nariño han iniciado una competencia feroz por los votos. Hasta ahora, hay cuatro tendencias en la pelea: la izquierda, la centroizquierda, la centroderecha y la derecha.
Basados en las cifras de hoy, ninguna de estas corrientes tendría las mayorías suficientes para ganar la presidencia en primera vuelta. Por esa razón se desató una guerra por el votante de centro y los indecisos, que al final serán determinantes para desequilibrar la balanza. ¿Pero qué significa ser de centro en un país y en un mundo donde cada vez más la realidad se ve en blanco y negro, y donde, en ocasiones, las simplificaciones terminan por imponerse?
En un artículo publicado en febrero de 2019 en The New York Times, la profesora Beverly Gage, de la Universidad de Yale, dijo que el centro tiene que ver más “con un proceso que con una ideología” y, ante todo, hace referencia a una postura pragmática.
Colombia, en las últimas décadas, no ha tenido presidentes tan radicales como Trump, Bolsonaro, Ortega o Chávez. Quienes llegaron a la presidencia recogieron tesis de diferentes orillas sin caer en el extremismo de sus vecinos.
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En las elecciones presidenciales de 2018 empezó a tomar fuerza el concepto del centro como una alternativa política para llegar al poder. El país se encaminó a ese escenario luego de la ruptura entre Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, y la victoria del No en el plebiscito de los acuerdos de La Habana.
El ascenso electoral de Gustavo Petro también disparó las alarmas en ciertos sectores, porque, por primera vez en décadas, la izquierda tuvo una posibilidad real de llegar a Palacio. Esa elección además cambió paradigmas, pues ciertos candidatos apoyados en primera vuelta por la clase política tradicional, el establecimiento y los medios de comunicación terminaron quemados. Sin embargo, el centro, visto como una esperanza por sus simpatizantes, terminó calificado por sus críticos como una corriente de tibios, es decir, sin posiciones claras ante los graves problemas del país.
En la pasada campaña presidencial, Sergio Fajardo enarboló las banderas del centro y sacó 4.602.916 votos en primera vuelta. Cuando Iván Duque y Petro pasaron a la segunda vuelta, el exgobernador de Antioquia dijo que prefería irse a ver ballenas y no tomó partido. Lo calificaron de tibio, y Fajardo invitó a votar en blanco. Al final, 807.924 personas lo hicieron, lo que marcó un récord electoral, aunque siguió siendo una minoría frente a los 10.398.689 votos de Duque y los 8.040.449 votos de Petro.
Eso refleja que la inmensa mayoría del electorado fijó una posición por los candidatos de la segunda vuelta y se desmarcó del voto protesta. Los hechos demuestran que casi todos los votantes de Fajardo terminaron sufragando por Petro o Duque. Incluso Claudia López, su fórmula vicepresidencial, terminó apoyando públicamente al candidato de la Colombia Humana.
Algo llamó la atención en esa campaña: Duque no se matriculó en la derecha, sino en el centro. “Yo siempre me he definido como una persona de extremo centro, no hay nada más centrista que la Constitución”, dijo en febrero de 2018. Hoy, con más de dos años a cuestas en la Casa de Nariño, Duque ha demostrado estar más ubicado en la centroderecha que en la derecha extremista, pese a que en su partido, el Centro Democrático, hay militantes radicales.
Un centro con matices
Si en 2018 el debate sobre el centro tuvo relevancia, en 2022 será fundamental. Conquistar esa franja implica moderación y pragmatismo, y lograr acuerdos en temas fundamentales, hasta con los que el llamado centro considera extremos.
A finales de la década de los años noventa, el sociólogo inglés Anthony Giddens, exdirector de la London School of Economics y Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales, dio luces al respecto y expuso su teoría del “centro radical”. Según dijo, consiste en decretar soluciones novedosas y contundentes fruto de un acuerdo entre todos. Esa fue la base de la tercera vía, una alternativa entre el capitalismo y el comunismo que adoptó Tony Blair en el Reino Unido.
Colombia atraviesa una confrontación ideológica, llena de matices, estigmatizaciones y exageraciones, que promete acaparar el debate presidencial que se avecina. En ese sentido, el centro es hoy un amplio territorio electoral en disputa. Algunos lo usan como un mecanismo para mostrarse políticamente correctos. Por eso, hablar de un centro único y puro es una utopía, y es necesario ver cada uno de los matices.
Hay una corriente de centroizquierda de la que forman parte Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán, Humberto de la Calle, Roy Barreras, Juan Fernando Cristo, Angélica Lozano, Juanita Goebertus, Iván Marulanda y Alejandro Gaviria, entre otros.
Distintos entre sí, vienen realizando reuniones para tender puentes y derrotar a Petro y al candidato de la derecha y la centroderecha. En esa tendencia de la centroderecha están jugando Federico Gutiérrez, Marta Lucía Ramírez, Juan Carlos Pinzón, Mauricio Cárdenas, Dilian Francisca Toro y Alejandro Char, entre otros.
Puede hablarse también de una tercera corriente volcada a recoger las banderas de la socialdemocracia y el liberalismo oficialista, con el senador Rodrigo Lara a la cabeza. Y hay una cuarta línea, liderada por el senador Jorge Enrique Robledo con su nuevo movimiento, Dignidad. Aunque él representa a la izquierda del Moir, en el pasado votó por Fajardo y hoy sigue rechazando a Petro. Sus diferencias son irreconciliables.
Para la primera vuelta de 2022, algunos protagonistas de la centroizquierda han descartado una alianza con Petro. Lo consideran radical, provocador de odio con la palabra y no comparten su visión del Estado. Fajardo, Galán y Marulanda le cerraron las puertas. La pregunta es si sus bases actuarán igual o si al final se dejarán seducir por Petro. Como la política es dinámica y transaccional, si al final Petro va punteando, habrá muchos que se monten en ese bus de la victoria.
“La trampa de la polarización consiste en que usted tiene que estar con Uribe o con Petro. No estoy con ninguno. Si esa es la definición de ser tibio, lo soy”, dijo Fajardo. En contraste, Alejandro Gaviria, otro líder de la centroizquierda, muy rápidamente se desmarcó de la connotación negativa del calificativo de tibio y trinó: “Entiendo la ambigüedad y tibieza del término tibio. En mi caso no lo volveré a usar. Confunde”.
La centroizquierda se está dando cuenta de que decirle no más a la polarización no basta para ganar una elección en Colombia. Es necesario fijar posiciones claras ante los inmensos desafíos que tiene el país en diferentes campos: economía, seguridad, desempleo, educación, salud, pobreza, desigualdad, inseguridad, grupos armados ilegales y cultivos ilícitos.
Fajardo no es hoy el mismo de la campaña de 2018 y ha puesto en marcha una estrategia con posiciones muy críticas frente a Uribe, Petro y al Gobierno de Duque. Sin duda, su nueva postura también alimenta la polarización, como lo hacen otros políticos que se ubican en esa vertiente. A la posición de Fajardo, Petro responde con críticas. “Usan la palabra centro solo para esconder que continuarán con el neoliberalismo”, ha dicho.
La estrategia del líder de la Colombia Humana es clara y será la misma de 2018: decir que el centro es ambiguo, que es la misma derecha disfrazada, que le hace el juego al establecimiento y que sus soluciones son pañitos de agua tibia frente al revolcón que él dice que demanda el país. El senador Armando Benedetti, el nuevo alfil del exalcalde de Bogotá, llegó a las toldas petristas a poner al centro contra las cuerdas, con el argumento de que no existe. De esa forma, su fin es arrebatarles apoyos a Fajardo y a la centroizquierda.
Por otro lado, los votantes de la centroderecha y la derecha temen que el autodenominado centro sea simplemente una izquierda mimetizada que trata de maquillar sus verdaderas posiciones políticas a través de la ambigüedad.
La más reciente encuesta de Invamer mostró que Petro lidera la intención de voto con el 25,9 por ciento, seguido de Fajardo con el 20,5. El mismo estudio arrojó datos reveladores sobre las posiciones ideológicas de los colombianos: el 36,5 por ciento dijo ser de derecha, el 30,2 por ciento señaló ser de centro, el 17 por ciento no se ubicó en ninguna corriente política y el 16,3 por ciento afirmó ser de izquierda.
Todavía falta más de un año para las elecciones y ninguno de los punteros puede creerse ganador, pues la contienda de 2018 demostró que todos los que comenzaron liderando las encuestas al final perdieron estruendosamente.
Petro sabe que ser rotulado como un izquierdista radical asusta a un amplio sector del país y a la clase empresarial, lo que le impide sumar votos para ganar en una eventual segunda vuelta. “Las definiciones de derecha, izquierda y centro ya no dicen mucho. Hemos propuesto un pacto social con la diversidad colombiana”, asegura.
No obstante, a él sí le importan las definiciones y de forma calculada ataca a todos los políticos que no están con él. Al igual que Uribe, cuestiona a la centroizquierda y entre ambos se sacan chispas. Los opuestos se necesitan en las elecciones para desatar las emociones de los votantes.
Por eso, Petro ha afirmado que “la extrema derecha se disfraza de centro y de democracia. Y luego extingue a la izquierda y mata la democracia”. Uribe ya encasilló a Fajardo como el candidato de Santos, y a Petro como una amenaza neosocialista. Pero a la centroizquierda y a la centroderecha también les favorece que el electorado perciba a los polos opuestos en pugna, dado que reivindican su esencia de apostar por una fórmula pragmática.
Tal como están las cosas, a la primera vuelta llegarían divididas la izquierda de Petro y la centroizquierda que está atomizada y que busca cocinar una alianza con Fajardo, Galán, el candidato de la Alianza Verde, Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo y posiblemente Ángela María Robledo y Alejandro Gaviria. ¿Lo lograrán? ¿Les alcanzará para pasar a segunda vuelta?
El senador Antonio Sanguino es uno de los precandidatos de los verdes, junto con Camilo Romero, Sandra Ortiz, Jorge Londoño e Iván Marulanda. “Ser de centroizquierda es ser un moderado de izquierdas”, asevera.
Los posibles escenarios
Si Petro pasa a una segunda vuelta y se enfrenta a un candidato de la derecha o de la centroderecha, la fotografía de 2018 puede repetirse y nadie sabe si los líderes de la centroizquierda lo apoyen. ¿Algunos de ellos volverán a respaldar el voto en blanco? También habría que preguntarse qué ocurriría si Fajardo u otro candidato de la centroizquierda pasa a la segunda vuelta y se enfrenta al uribismo. ¿La izquierda petrista pagaría con la misma moneda o lo apoyaría para contener al candidato de Uribe?
En el caso de la derecha y la centroderecha, la realidad es distinta. Si logran ponerse de acuerdo en temas fundamentales, tendrían un camino más claro para pasar a una segunda vuelta en las elecciones presidenciales.
En este bloque hay diferencias. Por un lado, está el ala radical del Centro Democrático, representada por María Fernanda Cabal y Rafael Nieto, cada vez más distantes del Gobierno Duque. La otra línea está encabezada por Paloma Valencia, Paola Holguín, María del Rosario Guerra y Carlos Holmes Trujillo.
Como todo el Centro Democrático, son críticos de la JEP y del acuerdo de paz con las Farc. Uribe definirá las reglas de juego para que el partido escoja a su candidato, como lo hizo en 2018. Tomás Uribe seguirá en el partidor, aun cuando haya descartado de plano ser candidato. Las circunstancias podrían llevarlo a cambiar de opinión, pues el uribismo no tiene una carta fuerte para pelear en las presidenciales y él puede ser un aire fresco en medio del desgaste.
En la centroderecha hay varios nombres. Federico Gutiérrez, exalcalde de Medellín, se muestra pragmático. “Más que centro, derecha o izquierda, Colombia necesita una mejor democracia, mayor legitimidad institucional y más capital social positivo para creer en su futuro”, le dijo a SEMANA.
Su agenda pasa por varios temas: reactivación económica, fortalecimiento de la democracia, recuperación de la seguridad, reducción de la desigualdad y la pobreza, sostenibilidad ambiental, competitividad y educación. En su discurso hay banderas tanto de la izquierda como de la derecha.
Al exministro Juan Carlos Pinzón, cuando le han preguntado dónde se ubica, dice que está en la centroderecha y que hay siete características que definen a este bloque: defensa de la libertad, de la economía de mercado, mano firme en seguridad, no a la impunidad, educación en valores, defensa del medioambiente y de la clase media. Los golpes que les propinó a las Farc desde el Ministerio de Defensa le dan puntos a Pinzón en la derecha, aunque en 2018 no le alcanzaron y terminó de fórmula vicepresidencial de Germán Vargas Lleras.
El exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, de origen conservador, también considera que el centro es la mejor opción política para Colombia. “Lo que más me identifica con la centroderecha es el manejo económico. Finanzas y moneda sana, evitar los excesos y no entorpecer al sector privado. En lo que me diferencio de la derecha es en entender que el Estado es indispensable para cerrar brechas sociales. No le tengo miedo a la palabra redistribución”, asegura.
El futuro de una alianza entre la centroderecha y la derecha depende de que pacten en temas sensibles. Dilian Francisca Toro, presidenta de La U y una de las grandes electoras del Valle, advirtió que cualquier acercamiento con el Centro Democrático se podría frustrar si la apuesta es acabar la JEP.
La centroderecha necesita de la derecha para tener viabilidad electoral. Por esa razón es posible que el candidato del uribismo, Gutiérrez, Pinzón y otros se midan en una consulta en las elecciones al Congreso en marzo de 2022. De allí saldría un solo candidato para enfrentar a Petro y al elegido de la centroizquierda en la primera vuelta.
Por los lados de Alejandro Char, todo es un misterio, aunque nadie descarta que pueda salir al ruedo. Por ahora hay silencio. Lo mismo sucede con Germán Vargas Lleras, quien se mantiene en que no será candidato, pero su nombre no se puede descartar como un jugador importante en la centroderecha.
El gran interrogante será el papel de Álvaro Uribe, el mayor elector de los últimos 20 años y que, pese a su proceso judicial y las críticas de sus detractores, mantiene la favorabilidad más alta (48 por ciento) entre los expresidentes, según Invamer. Sus bases electorales le son leales. ¿Uribe logrará unir a la derecha y la centroderecha en torno a un solo candidato?
En general, por esta época los precandidatos se atreven poco a destapar sus cartas en seguridad, educación, crecimiento económico o pensiones. Cuando la campaña entre en calor, esos detalles despejarán el panorama. Sin embargo, los debates y las encuestas recientes muestran la importancia del centro y sus matices. Sin duda, una de esas franjas podrá llegar a la Casa de Nariño o ser definitiva para elegir al presidente en 2022.