NACIÓN

"Hacer mercado en Wuhan es un acto de suicidio": colombiana en China

Catalina Moreno es una de las jóvenes que hace parte del plan de evacuación del Gobierno colombiano. Considera que quedarse en ese país era insostenible. Así vivió la crisis del coronavirus.

25 de febrero de 2020
“Aunque me siento como en una cárcel, me produce pánico salir”. | Foto: Cortesía: Alberto Pérez

"Hacer mercado en Wuhan es como un intento de suicidio”. Lo dice Catalina Moreno, una estudiante colombiana de 25 años atrapada en la provincia china donde surgió el coronavirus, esa enfermedad que en menos de dos meses ha cobrado la vida de 2.600 personas y tiene en vilo a otras 77.000. La colombiana, que hace parte del grupo que está evacuando el gobierno, le contó a SEMANA lo que han sido sus días en Wuhan.  

Lo que más le angustiaba a Catalina no era estar encerrada en su habitación. “Aunque me siento como en una cárcel, me produce pánico salir”. Antes de ir a la calle se ponía tapabocas, se abrigaba muy bien porque aún estaban en invierno y caminaba diez minutos por las vías desoladas de Wuhan hasta un supermercado. “Me da miedo ver las calles tan vacías, pero me asusta más encontrar personas. Un día vi a unos viejitos que no llevaban tapabocas y me asusté mucho porque pensé: ¿Tienen el virus? ¿Por qué no se están cuidando?”.

Diez minutos parecen una eternidad, pese a que caminaba rápido, Catalina cuenta que no se detenía un momento. Cuando llegaba al supermercado le angustia pasar la prueba de seguridad. Le medían la temperatura con un termómetro mientras su corazón se agitaba. “Si tienes fiebre, te pueden llevar a un centro médico, el último lugar al que quisieras ir porque tienes más riesgo de contagiarte”.

De hecho, 1.716 médicos ya contrajeron el virus, según las autoridades de ese país, y seis de ellos han muerto, incluido el que alertó sobre el brote. “Yo fui a un hospital en China cuando llegué hace cinco meses a hacer una maestría en administración”, relata Catalina. La joven describe el martirio que significaba estar en estos centros de salud, cuando la emergencia aún no había sacudido al gigante asiático. “Hay hacinamiento. El médico te atiende por grupos de cuatro personas. Si eso era así cuando no había este virus, no me quiero imaginar cómo será ahora”.

Ya en el almacén, Catalina sentía un poco de alivio. Pero evitaba acercarse a las personas y no compraba verduras, frutas ni carnes o pescados. Hubo sospechas de que el virus provenía de un mercado de alimentos de mar que fue sellado de inmediato. Días después las autoridades descartaron que ese fuera el origen del brote. Sin embargo, muchos prefieren evitar el riesgo y dejaron de comer carne. Ahora los que siguen en Wuhan solo compran cereales, legumbres y comida enlatada. Cuando Catalina salía del supermercado, al igual que todos, camina rápido. Y cuando por fin entraba en su casa, se quitaba la ropa, la desinfectaba y se lavaba las manos y la cara.

En los primeros días del virus algunas personas estaban tan preocupadas que incluso llegaron a congelar la ropa antes de lavarla o salir totalmente cubiertos de plástico a la calle.

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