NACIÓN
“Fajardo es el candidato presidencial de Santos para 2022”: Uribe
El expresidente perfila a los contendores de las próximas elecciones presidenciales. Esto es lo que dice del exgobernador de Antioquia.
En el discurso en el que Álvaro Uribe recobró su libertad dijo una frase que dejó claro cuál sería su prioridad para los años que vienen: Ojo con el 2022. En esos 11 minutos de intervención, el exmandatario había explicado a qué le apuntaba con esa frase. “Avancemos en iniciativas de progreso social y económico que sean la alternativa al riesgo socialista, que pretende replicar el fracaso de Venezuela y Nicaragua, y que tiende mantos de incertidumbre sobre otros países de la región”, advirtió.
Uribe había descrito lo que él veía como escenario si eso sucedía. “A las confiscaciones del socialismo, a sus impuestos y restricciones asfixiantes, que inhiben la creatividad, opongámonos con más seguridad, más empresas que ofrezcan más oportunidades, más cohesión social, más educación, más emprendimiento y más remuneración”, dijo.
Sin embargo, hasta ahora, el exmandatario no había soltado ningún nombre. Y comenzó con el más inesperado: Sergio Fajardo. En un trino, Uribe dejó claro lo que piensa del exgobernador que sacó 4 602 916 en la primera vuelta de 2018. “El doctor Sergio Fajardo durante los 20 años de este siglo: Ha gobernado 8 en Antioquia y Medellín; 4 más con su candidato a la alcaldía; Y 8 en la Presidencia con Santos y Farc; El doctor Fajardo es el candidato presidencial de Santos para el 2022”
El dr Sergio Fajardo durante los 20 años de este siglo:
— Álvaro Uribe Vélez (@AlvaroUribeVel) November 12, 2020
Ha gobernado 8 en Antioquia y Medellín;
4 más con su candidato a la alcaldía;
Y 8 en la Presidencia con Santos y Farc;
El dr Fajardo es el candidato presidencial de Santos para el 22
Las cartas de 2022
Tendencias
Para ganar las elecciones, el líder del Centro Democrático enfrentará varios dilemas. El primero será decidir quién es su candidato. Por ahora, se habla de que su objetivo sería lograr una coalición de centro-derecha para enfrentar a Gustavo Petro. En ese espectro han sonado varios nombres como Federico Gutiérrez, Alex Char o Carlos Holmes Trujillo. En ese camino, se enfrentaría a los liderazgos de Germán Vargas Lleras y César Gaviria que, por ahora, están en orillas opuestas pues apoyan el proceso de paz y su implementación.
La segunda apuesta será empeñarse en un debate a fondo, cuya vía sería el referendo. El expresidente hizo público cuáles son las causas a las cuales le apunta en la discusión pública. Se trata de 13 asuntos, muchos de los que ha defendido siempre a lo largo de su carrera política. Aunque es muy difícil que ese referendo prospere, en especial por la cantidad de votos requerida para que una iniciativa como esa tenga éxito, allí estarán consignadas sus apuestas.
El referendo tiene de todo y será el temario de la campaña uribista: desde eliminar la JEP y unificar las Altas Cortes, una obsesión de hace años, hasta proteger la Amazonia, pasando por disminuir el tamaño del Congreso. Los 13 puntos resumen el programa que les ofrecerá el uribismo a los votantes en 2022.
En la campaña de 2018, cuando ganó Iván Duque, el Centro Democrático insistió en la inconveniente tesis de acabar con la JEP, la piedra angular del acuerdo de paz con las Farc. Por cuenta de esta propuesta, el Gobierno sufrió un desgaste monumental en el Congreso. Duque dilapidó un tiempo valioso para sacar adelante otros proyectos y al final salió derrotado. Un segundo intento tampoco cuajó y ahora, mediante un referendo, el uribismo quiere volver a la carga.
Derogar la JEP es el punto más polémico y llega justo cuando la justicia transicional empieza a mostrar resultados y cuando el país comienza a considerar su existencia fundamental para esclarecer los horrores de la guerra y conocer la verdad. Si no existiera este tribunal, difícilmente el país sabría que las Farc asesinaron a Álvaro Gómez Hurtado, una hipótesis que nunca barajó la justicia ordinaria durante 25 años. “La JEP puede requerir algunas reformas, ajustes o mejoras, pero siempre en la línea de fortalecerla y legitimarla y no de exterminarla o agredirla. Si la JEP no existiera habría que inventarla, si de verdad creemos que el corazón de la paz son los derechos de 9 millones de víctimas”, ha dicho el procurador Fernando Carrillo.
Duque sabe que si se le mide a tocar dicho tribunal, su coalición en el Congreso puede tambalear y no hay meses que perder, ya que en un abrir y cerrar de ojos llegará a su tercer año de mandato.
Pese a eso, todo indica que Uribe llegará a las elecciones de 2022 con la misma agenda de 2018, es decir, rechazando el acuerdo de paz con las Farc y buscando cerrarles las puertas de la participación política a los exjefes de la guerrilla con curul en el Congreso.
Uno de los puntos del referendo contempla excluir a los responsables de delitos de lesa humanidad del Poder Legislativo y de cualquier cargo de elección popular. Cuando el Gobierno anterior firmó la paz, la idea era reemplazar las armas por la política y que los responsables pagaran por sus delitos bajo las reglas de la JEP. Alterar eso pone en peligro la reinserción de los exjefes de la guerrilla que sí han cumplido con su palabra, a diferencia de los que regresaron al monte.
Otro punto controversial del referendo de Uribe consiste en disminuir el tamaño del Congreso en 30 por ciento y bajarles el salario a los senadores y representantes. Esta idea es popular y la aplaude el grueso de los ciudadanos por cuenta de una institución sumida históricamente en el desprestigio y con pocas intenciones de autorreformarse, como quedó claro cuando recientemente se hundió la reforma política.
Pero más que recortar el Congreso, se necesita que los partidos depuren sus listas en la próxima campaña, que los colombianos voten bien y que los congresistas se desprendan de gabelas escandalosas como cobrar viáticos pese a que sesionan virtualmente.
Aparte de esa arremetida jurídica y política, Uribe metió en el referendo dos buenas intenciones. Por un lado, propone que el Estado entregue un subsidio a imagen y semejanza del programa de Ingreso Solidario que creó el presidente Duque en la pandemia. Por el otro, plantea entregarles un bono pensional a los recién nacidos en hogares vulnerables.
Todo eso suena muy bien en el papel, pero la viabilidad fiscal es muy incierta y no tiene en cuenta que el Gobierno ya piensa en una reforma tributaria para asumir los costos de la pandemia.
El referendo de Uribe también plantea la gratuidad educativa en instituciones públicas, privadas o mixtas, “sin monopolio ni adoctrinamiento”. Este punto suena más a una crítica a Fecode que a una solución de fondo para mejorar la calidad educativa del país.
Y como no podía faltar una propuesta ambiental, pide pagar una remuneración a los pobladores que cuiden ecosistemas como la Amazonia, la Orinoquia y el Pacífico, entre otros. Al igual que los subsidios, esas ideas suenan bien, pero no tienen un piso fiscal claro.
“Ojo con el 2022”, ha repetido Uribe, tratando de revivir el fantasma del castrochavismo. Su referendo será la columna vertebral de la campaña del Centro Democrático y con él buscará hacerle contrapeso al que propuso Roy Barreras para revocarle el mandato a Duque. Pero cualquier referendo, independientemente de su proponente, está condenado al fracaso con las reglas vigentes en la materia. Ni la consulta anticorrupción logró superar el umbral.
Uribe se sabe esas cuentas de memoria y es consciente de que su propuesta no es un referendo, sino un programa de Gobierno que debe competir con otros en las urnas. Si finalmente esos 13 puntos llegan tal cual a la campaña de 2022, el escenario será el de una profunda radicalización.
El centro y la izquierda van a coincidir en atajar cualquier intento por atacar el acuerdo de paz. Pero el Centro Democrático es un partido disciplinado y sus fichas más sólidas para la próxima contienda, como el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo García, van a defender estas tesis y tratarán de aglutinar a la derecha y a los conservadores. La duda es si en 2022 el país necesitará reeditar la agenda de las elecciones de 2018 o seguir en la polarización entre quienes están a favor y en contra del acuerdo de paz, como en el plebiscito de 2016.
Por ahora, Uribe dejó claro que ve en esa carrera por 2022 a Fajardo como un posible competidor, y no cualquiera, sino el candidato de su heredero pero luego adversario, Juan Manuel Santos.