POLÍTICA

Sergio Fajardo y sus aspiraciones para el 2018

Con el discurso de la paz, dentro de dos años el ex gobernador tendrá que enfrentar a otros candidatos que, como Humberto de la Calle, enarbolan esa misma bandera.

27 de febrero de 2016
Sergio Fajardo | Foto: Pablo Andrés Monsalve

Cuando Sergio Fajardo entregó en 2000 el primer volante de su vida, en Medellín, el vendedor ambulante del parque Bolívar que se lo recibió le preguntó: “¿Quién sos vos?”, y Fajardo le respondió: “Un ciudadano que cree en otras formas de hacer política”. Después de 17 años, muy poco ha cambiado su discurso.

Con un tono propio, Fajardo siempre acude a los mismos términos para definir su plataforma. De hecho, las palabras cívico e independiente fueron las que más sonaron en el auditorio del Colegio San Ignacio de Medellín el 20 de febrero, cuando cerca de 500 personas acudieron a la reunión de Compromiso Ciudadano, el movimiento liderado por Fajardo, que busca consolidar como base para lanzar su campaña para llegar a la Presidencia en 2018.

En el encuentro, que se convirtió en el primer acto de su candidatura, lo acompañaron algunos de los que han estado siempre con él: el exalcalde Alonso Salazar, con quien superó algunas diferencias políticas generadas en la última elección de alcalde en Medellín; Santiago Londoño, exsecretario de Gobierno de Antioquia, y Federico Restrepo, quien el año pasado fue candidato de Compromiso Ciudadano para suceder a Fajardo en la Gobernación.

Desde una tarima, y usando la misma camisa blanca que vistió cuando fue candidato presidencial en 2010, Fajardo esbozó los elementos centrales de su propuesta, con la educación como eje. “Así como le apostamos a una Medellín educada, y a una Antioquia más educada, ahora vamos con toda por una Colombia más educada”, señala, mientras expresa con energía que competirá por la Presidencia. “Vamos con toda”, dice.

Estar rodeado de personas de su equipo de siempre, hacer énfasis en los mismos temas e insistir en las formas alternativas de hacer política hacen que Fajardo parezca el mismo hombre que ganó la Alcaldía de Medellín en 2003, la Gobernación de Antioquia en 2011 y se convirtió en candidato a la Vicepresidencia de Antanas Mockus en 2010, en el momento máximo del entusiasmo por la Ola Verde.

La diferencia con sus aspiraciones anteriores está en que las circunstancias políticas han cambiado sustancialmente. Si bien en 2010 columnistas y líderes de opinión decían que Fajardo y Mockus presentaban una propuesta digna de un país como Dinamarca, en 2016 su voz parece ajustarse mejor a la visión de que –con la posible firma de los acuerdos de La Habana– Colombia enfrentará una nueva realidad política. “En 2012, no teníamos ni idea de que el proceso con las Farc iba a tener tan buen curso y que la campaña de 2018 sería el escenario soñado para hablar del tema educativo. Nuestra propuesta es para la Colombia que viene después de la firma de la paz”, afirma Fajardo, mientras califica el momento para su candidatura como una “oportunidad política ideal”.

Pero desde la perspectiva de la política real, su candidatura enfrenta grandes retos, como mantener su coherencia política, su independencia de los partidos tradicionales y otros elementos que han caracterizado su carrera y que, paradójicamente, le han dificultado competir en el pasado. Los acuerdos de La Habana, tema clave en su candidatura, son un concepto al que acudirán el resto de candidatos menos el del Centro Democrático. Petro, por ejemplo, lo vincularía a la promoción de los derechos humanos; Robledo, a la generación de mejores condiciones laborales, y Germán Vargas, a la necesidad de garantizar que la implementación de los acuerdos esté acompañada de seguridad. Como el vicepresidente no ha sentado una posición definitiva frente al proceso de paz, su candidatura incluiría el apoyo de sectores tanto amigos de la paz como escépticos. Este posicionamiento ambidiestro haría que Vargas no fuera considerado el mejor continuador del proceso de paz.

Humberto de la Calle encarna esa bandera por ahora, con lo cual se convierte en el rival más importante para Fajardo. De tener éxito el proceso, el jefe negociador sería el candidato natural para enarbolar esas banderas en el posconflicto. Podría contar con el apoyo de los liberales y un sector importante de la Unidad Nacional.

Fajardo no ve en lo anterior mayores dificultades. Cree que la mezcla educación-paz, que será el lead de su campaña, lo distinguirá de los demás: “Esbozaremos cuidadosamente una propuesta seria, refrescante y diferenciadora, basada también en la transparencia y la educación. En esas estamos”, asegura.

Otra dificultad que enfrentará, y que lo obliga a pensar en la necesidad de replantear su estrategia política y hacer una más arriesgada, tiene que ver con su distancia con las estructuras partidistas. Si bien las encuestas les dan menos del 30 por ciento de favorabilidad a los partidos políticos, y tres de cada cuatro colombianos sienten que instituciones como el Congreso no sirven, nada garantiza que la coyuntura posacuerdo permita que los colombianos premien la independencia sobre la maquinarias partidistas y que en épocas de paz el cansancio con la política tradicional se logre traducir en intención de voto.

De ahí que, a diferencia de 2010, cuando se presentó a la Presidencia con firmas, lo más realista para una candidatura de Fajardo sea hoy buscar una plataforma partidista que le permita tener alfiles en todas las regiones. SEMANA supo que ya han efectuado acercamientos al partido Alianza Verde, en cabeza de Antonio Navarro y Claudia López, y que desde marzo estos dos senadores saldrán con él a las regiones para discutir las propuestas de lucha contra la corrupción y construcción de paz territorial.

“Tenemos mucha sintonía con el partido Alianza Verde, pero debemos ir más allá y buscar otras fuerzas”, dice el candidato. No obstante, queda el interrogante de cuáles son las otras fuerzas. Aparte de la Alianza Social Indígena, que avaló a Fajardo para la Alcaldía en 2003, no queda claro cuáles movimientos y organizaciones se sumarán a su movimiento, Compromiso Ciudadano, para viabilizar su llegada al Palacio.

Y es que a pesar de haber sido exitoso como alcalde de Medellín y como gobernador de Antioquia, la falta de estructura ha incidido en dos golpes duros a su movimiento. Primero, el quemón de su lista al Congreso, hace seis años: no alcanzó el umbral. Segundo, la derrota de Federico Restrepo, su candidato a sucederlo como gobernador, frente a Luis Pérez, quien duplicó su votación.

Finalmente, un elemento adicional puede afectar la campaña de Fajardo: su sucesor, Luis Pérez, le tiene puesto el retrovisor a su gestión como gobernador. Aunque sus denuncias han sido poco estimadas por la Cámara de Comercio de Medellín y por otras entidades, Pérez se ha dedicado a hacer ruido con críticas a temas como la contratación del túnel del Toyo, que busca unir Medellín con el Urabá antioqueño, por presuntas irregularidades al adjudicar la gerencia técnica del proyecto durante la anterior administración.

Fajardo cuenta con dos elementos importantes para comenzar una campaña: apoyo económico en cabeza de un sector importante del empresariado antioqueño y credibilidad. Las mediciones de imagen más importantes coinciden en que tiene una popularidad cercana al 80 por ciento y en que los colombianos lo ven como una persona con capacidad de trabajo y espíritu gerencial. Ahora deberá valerse de su buena imagen para vender sus propuestas de mejor educación, transparencia y paz territorial. Y en aras de hacer viable su candidatura, diseñar una estrategia de apoyos que le permita fortalecer su liderazgo, sacarlo del escenario local y regional y competir con realismo con las arraigadas prácticas de la política tradicional.