Análisis
¿Fallo la inteligencia israelí? Lecciones para Colombia
El excomisionado de la Verdad, Carlos Guillermo Ospina, y el magíster en seguridad y defensa nacionales, Sebastián Pacheco Jiménez, analizan el conflicto en Medio Oriente.
Elementos de estudio para Colombia frente al conflicto Palestina-Israel. El trágico ataque que recibió Israel por parte de Hamás el pasado 7 de octubre, ha sido por su magnitud, impacto y medios uno de los más letales en la incipiente historia de este país. ¿Pero cómo ha sido esto posible? Si este país invierte más de 20 billones de dólares anuales en asunto militares, algo cercano al 5 % de su PIB y es un reconocido jugador en la producción y exportación de tecnología militar hacia el mundo. Así mismo, cuenta con uno de los más reconocidos servicios de inteligencia en el mundo, el MOSAD. Así entonces, ¿Qué falló? Y ¿Qué podemos extractar para Colombia?
No hay enemigo pequeño en la guerra. En términos de capacidad, la disputa entre Israel y Hamás, es el David contra el Goliat, por un lado, tenemos a un ejército regular, concentrado en el uso de moderna tecnología militar y en la construcción de medios de ataque/defensas convencionales y de avanzada. Por otro lado, tenemos a Hamás, que es una estructura eminentemente irregular con medios de acción urbana y cuyo activo más valioso es el activo humano, haciendo de la infiltración, el sabotaje y el camuflaje sus más recurrentes estrategias, sumado al uso de nuevas tecnologías y armas que compensen su disparidad militar como las redes de comunicación, los drones y particularmente los cohetes tierra-aire. En términos de resultados militares, la incursión de Hamás fue muy efectiva, y dramáticamente trágica, en relación con los recursos, medios y resultados.
Y si hay tanta preparación, ¿Qué fallo? Hablar de los fallos siempre es fácil, particularmente porque en lo que a la guerra refiere, no hay nada infalible y todo puede salir mal; pero según las declaraciones de oficiales de inteligencia activos y retirados, los yerros estuvieron en la inteligencia, efectivamente neutralizada por la contrainteligencia de Hamás, ya que los canales de interceptación convencionales fueron manipulados y lograron confundir por completo al MOSAD. Así mismo, Hamás logró sabotear las torres de comunicación y cortar con éxito la comunicación entre las unidades tácticas de defensa y los canales de apoyo más allá del muro fronterizo, por lo cual no hubo apoyo inmediato ni efectivo.
En la misma dirección, los israelíes estaban muy confiados en que la tecnología de vigilancia, el muro físico en la frontera y los sensores harían gran parte del trabajo, por lo que, se dispusieron una menor cantidad de hombres armados para defender el extenso muro. Sin embargo, Hamás logró entender la estrategia de defensa de su enemigo, sus puntos débiles y en particular logró aislar a las unidades en el borde, algunas incluso fueron atacados en las camas de los cuarteles.
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Así mismo, lograron atacar a los mandos operativos, concentrados en una sola locación, y a quienes después de neutralizar prosiguió el derrumbe de los muros, la incursión en el territorio; la invasión de por lo menos cuatro campamentos militares y adentrarse más de 50 kilómetros en una zona que se consideraba impenetrable. Los resultados y las cifras de víctimas son dantescos y han sido ampliamente difundidos por la prensa internacional.
Ciertamente, Hamás logró asestar un golpe basado en la planeación, la observación, el estudio detallado de su enemigo y la incorporación de nuevas tecnologías de bajo costo, como los drones que lograron cruzar el muro, destruir las torres de comunicación y facilitar la incursión armada. ¿Pero cómo no puedo la inteligencia vislumbrar un ejercicio hostil de tan amplia envergadura y en un proceso de preparación prolongado? Y qué términos de planeación, recursos y hombres logró vulnerar completamente su sistema defensivo.
Colombia y la inteligencia estratégica. Colombia afronta múltiples retos en seguridad nacional; seguridad local y regional; defensa estratégica, ciertamente la presencia de complejos y disímiles fenómenos y estructuras criminales como los de narcotráfico; los de insurgencia (estos dos siendo prácticamente lo mismo) los de contrainsurgencia; crimen organizado urbano; crimen organizado internacional (trata blanca y de personas, minería ilegal, armas, contrabando), entre otros, que sumado a los retos de la presencia física nacional, incluso en territorios inhóspitos, como medida efectiva contra la aparición de nuevos actores armados ilegales.
Al ser el caso colombiano un conflicto eminentemente asimétrico de baja intensidad, la estrategia de despliegue, búsqueda y reducción de combatientes, cualquiera que fuese, es supremamente difícil, costosa y lenta; por ello, la mejor solución a todos estos retos está en el arma/especialidad de Inteligencia Militar y Policial que dispone el Ministerio de Defensa. Ya que el robo organizado de celulares no se combate con policías en las esquinas, sino atacando los grandes canales de compra y distribución transnacional. El narcotráfico no se soluciona destruyendo laboratorios; o atrapando expendedores, sino desarticulando las cadenas del negocio y desestructurando a mandos medios y altos, y un sinfín de ejemplos más, que requieren de investigación y capacidades de una inteligencia moderna, capaz y efectiva.
Ni que decir de, la inteligencia estratégica de Estado (depende de la Presidencia de la República), frente a posibles riesgos, conflictos o ataques de gobiernos extranjeros; infraestructura física, informática (ciber); operación de grupos terroristas internacionales; infiltración y operación en territorio de grupos de inteligencia extranjeros; conflictos globales, regionales y locales; atentados contra redes de comunicación, de movilidad, de alimentación de suministro de agua o infraestructura estratégica, y un sinfín de temas que son de extrema importancia, puestos sobre la mesa en un mundo en constante tensión y con un incierto panorama geopolítico. ¿Es sensato pensar que el mundo, la región y Colombia estarán siempre en contexto de paz internacional?
Sin embargo, en las últimas décadas, hemos presenciado una campaña de estigmatización, ataque y muchas veces desinformación frente a los servicios de inteligencia colombianos, al señalarlos de ser una especie de espionaje político concentrado en perseguir opositores y cuya base doctrinal se soporta sobre un repetido y mitificado concepto “enemigo interno” y demás rezagos de la guerra contrasubversiva. Hasta acabar y cerrar unos de los más importantes “ojos y oídos de la presidencia” el DAS. Ciertamente, muchas de las cosas que se dicen y se escriben son muy alejadas de la realidad, sin embargo, han tenido un efecto en la concepción estratégica de la defensa, financiación y percepción político/social.
Si bien, sí hay cosas que reformular, y mucho que modernizar, lo cierto es que el país requiere de forma seria y consistente un mejor y más robustecido programa de inteligencia estratégica, que ayude a solucionar los múltiples problemas de fronteras para adentro y esté a la altura de las demandas de fronteras para afuera.
¿Y qué nos enseña del fracaso defensivo de Israel? Muchas cosas, pero por extensión mencionar las más evidentes. Primero, la tecnología militar sigue evolucionando y cambiando de forma permanente los medios de ataque y defensa de los países y sus aparatos de seguridad policial/militar. El concepto de seguridad estratégica está seriamente llamado a revaluarse, ya que el mundo cada vez enfrenta menos conflictos convencionales (Rusia-Ucrania) y se enfrenta a guerras irregulares, con enemigos difíciles de encontrar y contrarrestar.
La infraestructura instalada como muros, radares, grandes bases militares, cámaras de seguridad, entre otras, son elementos costosos, burocráticos, polémicos y no siempre efectivos y su excesiva dependencia son garantía de fracaso. Entre otras, porque eso conduce a otro error evidente, los israelíes subestimaron a su enemigo por tener menores recursos físicos y tecnológicos, pero lo cierto es que no hay enemigo pequeño y la protección de la sociedad civil requiere de muchos elementos para proteger la extrema vulnerabilidad en las ciudades y campos, volvemos a caer en el mismo error del 11 de septiembre de 2001, mucha tecnología y poco análisis humano.
Así mismo, debemos considerar el hecho que Israel, al igual que cualquier país u organismo de seguridad, no puede perder su capacidad de disuasión, si nadie cree en que una entidad o estado pueda hacer algo, ¿Qué los detiene de atacarlos o escalar un conflicto? (véase el debate sobre la importancia de que la Policía no pierda su capacidad disuasiva de mantener el orden).
Las causas Israel-Palestina, están lejos de ser solucionadas, quizá podrían pasar 100 años y seguiremos hablando del escalamiento de las hostilidades, entre otras, porque este es un nuevo capítulo de un conflicto que promete extenderse en el tiempo. En Colombia debemos entender que los conflictos irregulares de baja intensidad son quizás menos mortíferos, pero en el largo plazo causan mayores problemas estructurales a la sociedad. Colombia debe evitar continuar en esta lucha infinita contra todos diversos actores armados ilegales. Es imperativo destruir el mercado del narcotráfico, sin titubear o relativizar.
Por último, lo de Israel nos recuerda que, los ejércitos fallan, en la guerra nunca hay garantía de nada, no existen las unidades o entidades perfectas, todos los ejércitos, tecnologías y entidades son corruptibles y penetrables, entre otras, porque son conducidas por seres humanos, por lo tanto, se debe erradicar esa concepción del Estado garante y los ejércitos inmaculados (a propósito del debate sobre las ejecuciones extrajudiciales) y muy a pesar de ellos, los organismos de seguridad son tan corruptibles como imprescindibles.
Adenda. No hay sensatez en apoyar a ningún actor armado que infrinja el Derecho Internacional Humanitario. Ningún ataque contra los civiles puede ser apoyado, sin importar su procedencia. Aplica para el ataque de Hamás, el bombardeo israelí sobre Gaza; las ejecuciones extrajudiciales; los ataques con cilindros bombas a las estaciones de policía o voladuras de oleoductos o tomas y destrucción de palacios de justicia o cualquier acto de guerra. Los derechos humanos no tienen color, partido o ideología política.