Denuncia
Alerta por falsos veterinarios que, ‘disfrazados de ovejas’, engañan causando daño a las mascotas en Bogotá
Los impostores se camuflan para ganar dinero a costa de la integridad de las mascotas de los colombianos. Conozca sus estrategias de engaño para evitar convertirse en la próxima víctima.
Juliana vive en la localidad de Bosa (Bogotá) y tiene seis años. Desde que nació conoció a Lucas, un perro criollo negro que su familia adoptó cuando era cachorro, él empezó a caminar con dificultad y lo llevaron a un supuesto veterinario que atendía en la peluquería canina del barrio. Les generaba confianza por su amabilidad y tenía un diploma gigante que decía que se había graduado de una universidad en Estados Unidos.
El “médico” les dijo a los padres de Juliana que una espina se le había clavado en una pata y que debían aplicarle antibiótico para evitar la infección. Así lo hicieron los primeros 15 días, pero el malestar continuó. El hombre le recetaba medicamentos y cremas, que él mismo vendía, pasaron dos meses sin mejoría. Y decidieron llevar a Lucas a una clínica veterinaria cuando llegaron a donde un verdadero especialista le dijeron que su amigo fiel tenía unos tumores cancerígenos, para tratarlos ya era tarde. Semanas después falleció.
Los padres no saben cómo explicarle a la pequeña que por un mal diagnóstico que dio un embaucador, el perrito falleció sin la oportunidad de ser tratado correctamente. Pero esa es solo una de las historias que se presenta a diariamente en diferentes regiones del país en las que falsos veterinarios ocasionan desenlaces fatales. El fiscal Alejandro Gaviria, coordinador del Grupo Especial para la Lucha contra el Maltrato Animal (Gelma), contó a SEMANA, una de las historias más indignantes.
Lulú era una perrita que necesitaba la eutanasia, sus amos la llevaron a dónde Ferney Zabala, un supuesto veterinario que cuando vio llegar a la canina le aplicó un tranquilizante y luego la ahorcó con un torniquete, los investigadores cuentan que Zabala entregó al animal en una bolsa negra, para que lo llevaran a enterrarlo, en el camino la familia se dio cuenta de que Lulú estaba viva aún y horas después falleció. El sufrimiento que tuvo que soportar el animalito dio para que imputaran al hombre por el delito de maltrato animal agravado.
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Gaviria describe que ese no es el único delito en el que incurren los falsos veterinarios, por ejemplo, Luz González se hacía pasar por veterinaria y causó que Romeo, un perrito, perdiera un ojo. González atendía desde la casa y tenía un letrero en el que ofrecía los servicios de un centro médico veterinario. Aunque ella diagnosticaba y medicaba los documentos los firmaban otros médicos que en realidad nunca lo atendieron. Por eso responde ahora ante la justicia por los delitos de maltrato animal y falsedad en documento privado.
Los falsos veterinarios suelen trabajar a puerta cerrada desde sus casas, ofrecer sus servicios por internet e incluso atienden en spa o peluquerías de mascotas. Muchas veces se camuflan en falsos diplomas universitarios o tarjetas profesionales. Lo que desconocen los clientes es que existe una base de datos que se puede verificar ingresando a la página web del Consejo Profesional de Medicina veterinaria y de zootecnia de Colombia (Comvezcol). Solo hay que tener a la mano número del documento de identidad y el número de matrícula del veterinario, así no solo podrá saber si en realidad está certificado para ejercer en el país, sino que además podrá conocer si ha sido sancionado.
Pero como dice el dicho popular: “hecha la norma, hecha la trampa”. Ahora esas personas se burlan de la ley adueñándose de la identidad de otros que sí estudiaron en realidad. Ellos caen en el delito de suplantación, un agravante más dentro del proceso. La familia de Juliana no quiere denunciar porque teme represalias contra la integridad de su familia, pero el silencio lo único que genera es que estos delincuentes sigan nadando como pez en el agua, mientras se siguen cobrando vidas de animalitos indefensos. Por eso la invitación que hacen las autoridades es a no quedarse cayados pese a las amenazas que reciban.