NACIÓN
Los Samboní: así ha sido la vida sin Yuliana a un año de su crimen
Un año después de el asesinato de la pequeña, su familia se reunirá junto a su tumba, en El Tambo, para recordarla. Su madre apenas empieza a estabilizarse luego del impacto de su muerte, y su padre todavía lucha para conseguir trabajo.
Pasadas las 10 de la mañana, los Samboní partirán de Los Milagros, un corregimiento que no tiene más de 1.000 habitantes, acompañados por una caravana con gente del pueblo. Nelly, que nunca se despega del pequeño Julián Andrés, de 8 meses, seguramente lo llevará en sus brazos. A su lado irán Nicole, que ya tiene cuatro años, y Juvencio, su esposo.
Transitarán los siete kilómetros de carretera destapada que hay hasta la cima de la loma donde está emplazado el cementerio de El Tambo y allí, junto a la tumba de Yuliana, un año después de su muerte, celebrarán una misa por su memoria.
En un año todo cambió. El 4 de diciembre de 2016, Rafael Uribe Noguera secuestró, abusó y asesinó a Yuliana, de apenas 7 años. Entonces el país conoció la historia de la familia Samboní, que había salido de su tierra cuatro años antes, buscando trabajo en Bogotá. Se asentaron, como muchos caucanos, en el barrio Bosque Calderón, en la falda de los Cerros Orientales, hasta donde llegó Uribe Noguera a raptar a la niña.
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El pasado 8 de diciembre, luego de una misa en la iglesia Santa Teresita, Juvencio y Nelly se llevaron el cuerpo de su niña en medio de un multitud que los aplaudía. Se embarcaron en un avión de la Policía y regresaron a El Tambo, con el deseo de nunca volver a Bogotá, y de ojalá no tener que volver a saber del lugar donde perdieron a su pequeña.
Como ellos, abatidos por lo sucedido, muchos de los caucanos abandonaron el Bosque Calderón durante los meses siguientes y regresaron a su pueblo. Solo unos pocos de la colonia de hasta cien caucanos que se llegó a agrupar en el barrio se quedaron para seguir en la lucha por el sustento. Don Ovidio Samboní, tío de Yuliana, cuenta que dos de sus hermanas siguen en la ciudad. Allí, en septiembre pasado, Catherin Perafán dio a luz a Ian, un primito de Yuliana.
Nelly, que estaba en cinta cuando su hija fue asesinada, tuvo que atravesar un embarazo tortuoso. En algún momento sintió que el niño se venía antes de tiempo. Y luego siguió el proceso en medio de los problemas sicológicos que le causó la muerte de la niña, que la sumieron en un pozo de angustia del que apenas ahora, ya con algo de calma, empieza a salir, cuenta Ovidio.
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Lo que sigue igual es la brega por conseguir el pan. Los padres y los dos hermanos de Yuliana viven en una casa humilde en El Tambo. Nelly se dedica a cuidar a los pequeños, mientras Juvencio busca trabajo. Un año después del regreso, apenas ha conseguido que lo llamen de vez en cuando para jornalear en alguna finca por un par de días, después de los cuales vuelve a quedar desempleado.
Pese a las carencias, la familia encontró algo de paz en El Tambo. De vez en cuando salen de allí para llevar al pequeño Julián a los controles pediátricos en Cali. Juvencio, por su parte, quisiera no volver nunca a Bogotá. Aún así, tuvo que hacerlo un par de veces este año. Primero para recoger el trasteo que habían dejado en la casa de una sola habitación que habían arrendado.
Luego, el 29 de marzo, viajó para estar presente en la audiencia en la que Rafael Uribe Noguera fue condenado a 52 años de prisión. Ese día dijo que no estaba conforme con la pena porque quería la máxima que se puede imponer en Colombia: 60 años. El pasado 2 de noviembre, un juez de segunda instancia aumentó la sentencia a 58 años de cárcel para el asesino, que pasa sus días recluido en el pabellón Erón de La Picota, destinado a los reos aislados, donde solo hay otros 15 prisioneros.
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Este lunes a las 8 de la noche, los Samboní se reunirán nuevamente. El padre Robert, un sacerdote del pueblo que se acaba de ordenar, celebrará una segunda misa por Yuliana, esta vez más privada, en la casa en la de Juvencio, Nelly, Nicole y Julián Andrés, donde aún mantienen un altar con la foto de Yuliana.