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Los coqueteos de la Farc en su primer día en el Congreso

El saludo de Uribe y Victoria Sandino, la breve charla de José Obdulio Gaviria con la viuda de Manuel Marulanda, y el paso de largo de Roy Barreras, fueron algunas de las situaciones que vivieron los excombatientes ahora como congresistas.

22 de julio de 2018
Victoria Sandino junto a Uribe, Pablo Catatumbo y Paloma Valencia, Sandra Ramírez y José Obduliom y Roy Barreras. | Foto: Esteban Vega

De todas las escenas que se vaticinaron el 20 de julio, se hizo realidad la más improbable. Álvaro Uribe Vélez le dio un apretón de manos a Victoria Sandino. Los espectadores fueron escasos. En medio de la algarabía que se armó durante la elección del presidente del Senado, el exmandatario cruzó justo hasta donde se encontraba parada la exguerrillera, le estiró la mano, sonrió y ella le respondió.  

El encuentro fue corto. Enseguida él votó, le dio la espalda y se fue. De los 107 senadores que se posesionaron el viernes, apenas un puñado pudo seguir esos instantes con detenimiento. Gustavo Bolívar, Ana María Castañeda y Luis Iván Marulanda fueron tres de ellos. Se encontraban parados justo en frente de los protagonistas y, sin imaginárselo, entorpecieron la posibilidad de que quedara un registro fotográfico de ese momento para la historia.

Sandra Ramírez y José Obdulio Gaviria se saludaron durante la votación. En el otro costado se encontraba el presidente Álvaro Uribe que se topó con Victoria Sandino cuando fue a votar. Foto: Guillermo Torres / SEMANA 

Pasaron seis años de negociación con las Farc en La Habana y casi dos del aterrizaje del acuerdo en Colombia, para que el uribismo se acercara a la contraparte como nunca lo había hecho antes. Y es que justo en ese mismo momento, en el que Ernesto Macías resultaba elegido como presidente del Senado, José Obdulio Gaviria, que se encontraba en la esquina opuesta a Victoria Sandino, seguía impaciente el conteo junto a la viuda de Manuel Marulanda, Sandra Ramírez. 

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Al principio, como era previsible, había nerviosismo, pues por capricho o no del destino, estos dos enemigos acérrimos, estuvieron parados, uno a un lado del otro, todo lo que duró la votación. Mientras él se quedó parado en el atril, con su cara recargada en la mano que apoyaba en el borde de madera, ella intentó en más de dos oportunidades acercarse para hablarle al oído y tratar de romper el hielo. Pero los esfuerzos no prosperaron y aunque la exguerrillera siempre encontró una respuesta, fue imposible el diálogo sostenido. 

La Farc debe empatar con el país urbano y eso solo lo conseguirán con propuestas que los aproximen a ese país que siente la guerra distante y se muestra agobiado por otros problemas.

Un gran abismo, sin embargo, separa estas dos escenas con los instantes que compartieron el ex jefe guerrillero Pablo Catatumbo y la senadora del Centro Democrático Paloma Valencia. En su caso, la interacción fue nula, por no decir, inexistente. Los segundos que coincidieron en el puesto de votación fueron tensos. Ambos voltearon las miradas y giraron con tal sincronía que terminaron dándose la espalda entre sí, pero deliberadamente. 

Pablo Catatumbo y Paloma Valencia Foto: Guillermo Torres / SEMANA 

Tras bambalinas

El retrato de los excombatientes de las Farc caminando por los pasillos del Congreso, vale más que mil palabras, pero no comunica los pormenores de lo que estaba ocurriendo en al interior del recinto. Muy temprano, sin la presencia de Iván Márquez y Jesús Santrich, y al igual que lo hicieron los miembros de los otros partidos, los ocho senadores y representantes a la Cámara por la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común llegaron hasta el centro de Bogotá a radicar los primeros proyectos. 

Contrario a lo que ocurrió el día que se supo que Iván Márquez, Pastor Álape, Marcos Calarcá y Romaña sesionaron -diciembre de 2016- en la biblioteca de Congreso, en esta ocasión no hubo alboroto. Los ex jefes guerrilleros pasaron los dos anillos de seguridad que se extendían por la Plaza de Bolívar hasta perderse entre las columnas del Capitolio.

Por segunda vez llegaron hasta donde se concentra el poder público para hacer gala de la frase que les repetía el Mono Jojoy a los hombres que entrenaba para que rodearan la capital: "En Bogotá nos pillamos". Tenían una misión clara: cercarla y tomarse el poder. Mucha sangre corrió sin que ese objetivo se lograra. Ahora, sin embargo, vestidos de gala y mezclados con los máximos dirigentes del país, Pablo Catatumbo, Carlos Antonio Lozada, Sandra Ramírez y Victoria Sandino, pasaron inadvertidos entre quienes se pararon a hacer fila para entrar al recinto.

"Nos comprometemos a impulsar la implementación del acuerdo de paz de manera prioritaria, hoy empezamos con esta tarea propositiva radicando los proyectos de ley que consideramos fundamentales para este propósito", manifestó Victoria Sandino después de firmar los documentos que su bancada radicó ante la Secretaría del Congreso. Pero hasta allí no llegaron solos. Los acompañó durante casi toda la jornada el exsenador de Voces de Paz, Pablo Cruz, sino que a la hora de radicar proyectos conjuntos lo hicieron al lado de Iván Cepeda, Gustavo Bolívar y Ángela Robledo. 

Empezó a tomar forma el objetivo más profundo que se trazó desde que arrancó la negociación la exguerrilla: desterrar la violencia de la política. A pesar de que es incorrecto suponer que en la medida que tiene éxito su debut en la política, la paz y la reconciliación vienen por añadidura, el 20 de julio de 2018  marcó un punto de inflexión en la política colombiana.

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Carlos Antonio Lozada fue el primero que entró Salón Elíptico. Miró a las cámaras, levantó una rosa roja que llevaba en la mano y se perdió por la mitad pasillo. Minutos después, aparecieron los otros siete miembros de la bancada con un cartel blanco entre sus manos: ‘Sí a la convergencia por la esperanza‘, se leía en cada una de ellos. En seguida, y sin mucho preámbulo, se acomodaron rápidamente en las dos últimas filas que les asignaron en el costado derecho del recinto. Mientras tanto, el excomandante del Bloque Oriental, que se le había adelantado a sus compañeros, se había perdido. Estaba solo, muy cerca de donde minutos después se sentaría el expresidente Uribe.

La misma timidez que inunda al individuo en su primer día de clase, dejó inmóviles a los miembros de Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común durante las primeras horas del evento. Se quedaron inmóviles en sus asientos a pesar de que el resto de los convocados se paseaban de fila en fila, saludándose entre sí. Jairo Quintero, el representante por Santander, fue el primero que llamaron a lista. La escena se repitió para cada uno de los participantes. Incluso, para Seuxis Paucias Hernández Solarte, nombre de pila de Jesús Santrich, a quien Efraín Cepeda, el expresidente del Senado, llamó en dos ocasiones más. ‘¡Ausente!‘, concluyó ante la falta de una respuesta del ex jefe guerrillero que se encuentra detenido en La Picota. 

Antes de que terminaran de pasar a lista, Pablo Cruz se paró intempestivamente y cruzó el recinto hasta donde se encontraba el secretario de Senado, Gregorio Eljach y le habló al oído. ¡Pablo Catatumbo!, se escuchó en el recinto. ¡Presente!, respondió el ex jefe guerrillero que también se había parado de su asiento y ya iba caminando por el pasillo. Ante el error, en el Salón Elíptico, donde minutos depués todo el Congreso tomó el juramento, se volvieron a escuchar los nombres de los excombatientes de las Farc. "Listo, ya están todos", concluyó. A pesar de que la exguerrilla participó en la turbulenta campaña electoral, a diferencia del resto de los partidos y como parte del acuerdo de paz, tienen aseguradas 10 curules hasta 2026. 

Bajo ese contexto, se entiende por qué a pesar de que la bancada de la Farc no llegó completa, en caso de que Jesús Santrich e Iván Márquez no puedan o decidan no tomar posesión de su curul, como ya lo advirtió uno de ellos a través de una carta, no la pierden sino que la asume el siguiente en la lista que registraron: Benkos Biojó (Senado) y Benedicto González (Cámara por Atlántico), en sus respectivos casos. Para el pulso que no se termina de zanjar al interior del naciente partido entre la exguerrillerada, lo milicianos y los miembros del partido clandestino, llama la atención que el selecto grupo esté integrado únicamente por hombres y mujeres que siempre estuvieron en armas. 

Para amortiguar el aterrizaje, ochenta integrantes de la Farc se graduaron en la Universidad Nacional en técnica legislativa y acción parlamentaria, luego de recibir 100 horas académicas de clase entre el 20 de junio y el 13 de julio del presente año. Entre ellos, los congresistas del partido así como sus respectivas unidades de trabajo legislativo (UTL). “Queremos una sociedad igualitaria, más justa y construida a partir de un mundo de relaciones cimentadas en el derecho y el derecho fundamental a la igualdad, que no solo es un principio, sino que además se constituye en una norma jurídica”, manifestó el profesor Hernando Torres Corredor, decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Derecho de la universidad a su agencia de noticias.

Fría bienvenida

La silla vacía de Iván Márquez, Sandra Ramírez, Carlos Antonio Lozada y Pablo Catatumbo en la plenaria del Senado. Foto: Guillermo Torres / SEMANA 

“Señores congresistas del partido Farc: ahora que han dejado las armas, que han aceptado aportar a la verdad y acogerse a la justicia transicional, ahora que han jurado respetar nuestra Constitución y las normas y principios de nuestra república... ¡Bienvenidos a este templo de la democracia!”. Esas fueron las palabras con las que el presidente, en su último discurso, detonó un aplauso acogedor para el nuevo partido.

Por primera vez, desde que había iniciado el evento, alguien se refería específicamente a su presencia en el recinto. Dejó de ser un secreto a voces y la noticia rápidamente tomó forma. La interacción con sus colegas, sin embargo, fue escasa. A excepción de Carlos Antonio Lozada que, en medio del receso, se fue hasta donde el excandidato presidencial Gustavo Petro y le extendió la mano, el resto de sus compañeros no se movieron de sus asientos. 

Gustavo Petro y Carlos Antonio Lozada en el Salón Elíptico del Congreso. Foto: Esteban Vega / SEMANA

Pero cuando se trasladaron al Senado, se invirtieron las cargas. Al salón de la corporación los cuatro excombatientes llegaron sin dejar rastro. Para evitar contratiempos y el ruido de la prensa, los sacaron por un pasillo secreto sin que nadie se diera cuenta. Una vez en el nuevo recinto, Iván Cepeda, Armando Benedetti, Juan Fernando Velazco y Roosvelt Rodríguez, fueron algunos de los senadores que se acercaron a saludarlos. "Es un acto de mayor valor, dejar las armas. Con la palabra aquí debatiremos. Bienvenidos a estos espacios de la democracia", les dijo minutos después, durante su intervención, el congresista del Partido Liberal.

La bancada el senado de las Farc junto a Armando Bennedetti, Juan Fernando Velazco, Saúl Cruz y Gregorio Eljach. Foto: Guillermo Torres / SEMANA.

"En la plenaria hubo un ambiente respetuoso", manifestó el senador Iván Cepeda. Y es que uno de los grandes interrogantes que se ciernen sobre su debut en la política es si los excombatientes serán capaces de revertir el rechazo que tantos colombianos les profesan. Por eso es que que este viernes a pesar que muchos celebraron su nueva batalla democrática, para muchos otros, llegó el momento de tragarse el sapo más grande que dejaron las 310 páginas del acuerdo. Que haya elegibilidad política para los señalados por delitos de lesa humanidad es una discusión que el país difícilmente va a superar. De hecho, tras el infructuoso intento de los voceros del No en el plebiscito por incluirlo en la renegociación en 2016, el tema se convirtió en uno de los caballitos de batalla del nuevo gobierno.

El golpe de realidad llegó para muchos cuando Carlos Antonio Lozada pasó al frente, se paró en el atril y tomó la palabra. En tono enérgico y reposado, leyó su arenga: 10 minutos en contraste con los 47 que gastó el ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso en 2004. Fue un largo ataque al histórico abandono del Estado y una crítica a las modificaciones que quiere introducir el nuevo gobierno. En ese punto, no solo él sino todos los miembros de su bancada, se habían sacudido los nervios. Se movían más frescos por el recinto mientras interactuaban con la prensa. Ya no les daba miedo hablar. El talante lo mostró el ex jefe guerrillero desde que se acercó a los diferentes corrillos y en este instante que no tuvo tiempo para titubear cuando le falló el micrófono y sin ningún reparó se paró y empezó a hablar frente a todos. 

Aunque el senador participó como negociador en La Habana, paso varias veces por el lado de la bancada sin dirigirles una sola palabra. Foto: Esteban Vega / SEMANA 

"Que no quepa duda, con nuestros representantes en el Congreso de la República, seguiremos defendiendo la paz como el bien más preciado para todos los colombianos, la vida en todas sus expresiones y manifestaciones, la ampliación y la profundización de la democracia, y los derechos humanos, síntesis de la conciencia universal, del deber ser, en cuanto a condiciones mínimas de existencia digna para los pueblos", decía el exguerrillero, antes de que Efraín Cepeda se atravesara en su discurso. "Cuánto tiempo necesita", le decía. Lozada se había desviado de la discusión: las postulaciones a la presidencia de la corporación. "Apoyamos la candidatura de Antanas Mockus como presidente del Senado", replicó antes de terminar. 

Antes de pararse en el atril, estalló un silencio incómodo que rápidamente volvió a desaparecer. Nadie dijo nada y un porcentaje importante de los asistentes escuchó atento lo que el ex jefe guerrillero tenía para decir. Mientras el país político, se escandalizaba con el acto que protagonizó el exalcalde de Bogotá, en un segundo plano quedaron los malabares del nuevo partido que llegó al Congreso en medio de la tormenta. Para sobrevivir, sin embargo, la Farc tendrá que empatar con el país urbano y eso solo lo conseguirán con propuestas aterrizadas que los aproximen a esa Colombia que siente la guerra distante y se muestra agobiado por otros problemas.