política
Farc: la pelea por el poder político
La desconfianza y los señalamientos mutuos tienen al partido de la exguerrilla en su peor momento.
Han pasado dos años y medio desde que los exguerrilleros de las Farc aterrizaron en el Congreso, y las peleas por el poder y las divisiones internas ponen en duda su futuro. Unos dicen que son discusiones normales de cualquier partido político; otros creen que es el resultado de ser primíparos en la democracia; pero los menos optimistas aseguran que podría ser el principio del fin de una colectividad surgida del acuerdo de paz, firmado en 2016 durante el Gobierno de Juan Manuel Santos.
En el IX Pleno de la Dirección Nacional del partido Farc, efectuado la semana pasada, se tomó una decisión que fracturó a la colectividad. La expulsión de Jairo Estrada, Joaquín Gómez, Liliana Castellanos, Victoria Sandino y Benkos Biohó del Consejo Político Nacional (CPN) terminó por minar la confianza.
En una carta pública, Sandino y Biohó se marginaron de la dirigencia del partido, lo que naturalmente los deja sin aval para participar en las listas al Congreso en 2022. Además, no asistieron al Pleno, en el que los exguerrilleros anunciaron su nuevo nombre político: Comunes. La decisión aún no se ha formalizado ante el Consejo Nacional Electoral (CNE).
Todo indica que las divisiones se remontan a un episodio del año pasado cuando la colectividad expulsó al representante Benedicto González (quien reemplazó en el Congreso a Jesús Santrich), además de Pablo Atrato, Andrés París y Fabián Ramírez, argumentando decisiones disciplinarias. Se trata de cuatro curtidos militantes que jugaron un papel relevante en la guerra. Dos de ellos pertenecieron al estado mayor central, que hasta 2016 fue la máxima dirigencia de la organización guerrillera. No obstante, se mantienen en la legalidad.
Lo más leído
Sandino siempre estuvo en contra de esa decisión por considerar que el trámite se hizo mediante un proceso irregular. Por eso pidió un diálogo para solucionar las diferencias, pero esto nunca sucedió. “Un partido político no puede promover las divisiones y solo quieren callar nuestras críticas”, dijo la senadora.
Las divisiones están fundadas por dos sectores. El primero, liderado por Rodrigo Londoño, Carlos Antonio Lozada, Sandra Ramírez, Pastor Alape, Pablo Catatumbo, entre otros, quienes argumentan fallas disciplinarias de los expulsados. El segundo, con Sandino, Biohó, Ramírez, París, González y otros excombatientes, que no se sienten representados por la dirección nacional y fueron cercanos a Iván Márquez y Santrich. Curiosamente, el primer grupo tiene garantizadas las curules para 2022, con Catatumbo, Lozada y Ramírez, mientras que el segundo no tendrá representación en el Congreso.
La colectividad, por el acuerdo de paz, mantiene un total de diez curules hasta 2026 (cinco en Senado y cinco en Cámara), cuyos representantes podrán escoger de forma libre. Y aunque no se ha definido el mecanismo de elección para el próximo año, ya quedaron por fuera Sandino y Biohó. “Es una sanción, nos sacan de la dirección, con un balance unilateral y nos excluyen sin razón”, reitera Sandino, quien confirmó que además quedó por fuera de la Comisión de la Mujer.
Biohó también tiene sus razones de fondo para estar marginado de la dirección del partido. Dice que nunca lo trataron “en igualdad de condiciones”. “Solo estuve ahí para blindarlos con un aura de inclusión racial”, aseguró. Según le contó a SEMANA, desde que se conformó la lista al Congreso para llegar en 2018, lo sacaron al argumentar que debían incluir dos mujeres, y por eso se pregunta por qué “excluyeron al único hombre negro que estaba nominado”.
Realmente, su llegada al Senado se dio por la decisión de Iván Márquez de no posesionarse y volver a las armas, pero nunca por disposición de la dirección nacional. De hecho, su posesión se tardó unos meses, pues el partido Farc no reclamó esa curul debidamente. Tuvo la tarea de fundar el departamento étnico del partido, pero, según él, nunca hubo recursos para trabajar en esa política integral. Frente a la expulsión del consejo político, dice que no estuvo en este, ya que nunca se hizo la inscripción ante el CNE. “Al responsable de hacerlo se le olvidó inscribirme. De esto me di cuenta hace menos de un año, así que, en cierta medida, yo no salí del CPN, porque nunca hice parte de él”, aseguró.
Pero una moneda tiene dos caras. Líderes de la Farc dicen que las decisiones se tomaron porque no se han respetado los estatutos del partido. Señalan que a veces sus actuaciones han sido evaluadas por el comité de ética de la colectividad y han dicho que como todo partido hay unas reglas que se deben respetar. “Si en una empresa no hay acuerdos, pues toca tomar decisiones”, dijo a SEMANA uno de los integrantes de la dirección nacional.
La realidad es que las declaraciones públicas de Sandino y Biohó no han caído bien en el partido y se considera que están actuando a título personal, aunque lo más grave es que se niegan a aceptar las decisiones de las mayorías. En el partido dicen que quienes han sido expulsados deben respetar las decisiones internas, y que, si se mantienen en su tránsito a la legalidad, tienen garantizado su derecho a la participación política, incluso, en otra colectividad. “Ellos se pueden ir para el Centro Democrático o para el partido que quieran, pero no les aguantarán las pataletas”, dijo otro integrante del consejo político.
El fantasma de las disidencias
Más allá de esta discusión política que tiene en jaque a la Farc, un rumor incrementa las tensiones. Se dice que las posturas de los expulsados del partido no son otras que las que tendrían quienes decidieron volver a las armas. “Leyendo declaraciones de quienes han salido, uno podría pensar que Iván Márquez y Jesús Santrich podrían estar incidiendo en sus posturas”, explica a SEMANA un excomandante, quien afirma que los disidentes son los que más interés tienen en desestabilizar el partido.
El nivel de rumores entre los sectores ha subido tanto que hasta los expulsados del partido acusan a Lozada de ser un informante de la CIA y de estar comprometido en la muerte del Mono Jojoy. Realmente, una teoría que no tiene sentido para un hombre que estuvo tanto tiempo en la guerrilla y participó de todos los diálogos en La Habana.
Sobre estos señalamientos, Lozada le dijo a SEMANA que Márquez y Santrich son los artífices de ese plan para desprestigiarlo y que esas afirmaciones han tenido eco en algunos sectores. No obstante, califica esa versión de “ridícula”. “Desde la disidencia están buscando dividir al partido. Ellos dejaron esos huevitos sembrados antes de irse y los mantienen a través de los mensajes que envían por redes”, sostuvo.
Lo que sí tiene claro él es que, por ser el coordinador de la bancada en el Senado, ha tenido diferencias políticas con otros integrantes. Según dice, esa sería la explicación por la cual es el mayor blanco de críticas de quienes salieron del consejo político, pero tiene claro que debe haber una disciplina interna a pesar de la molestia que ello genere.
El termómetro de la discusión llegó a su pico cuando Élmer Caviedes, conocido como Albeiro Córdoba, fue acusado de irse a la disidencia con Márquez. Caviedes desapareció unos meses por seguridad, y tiempo después la JEP comprobó que no aparecía en el video enviado por la ‘Narcotalia’ y que estaba cumpliendo con todas sus obligaciones. Caviedes fue nombrado en el ejecutivo del partido, pero el sector expulsado insiste en que hay un manto de duda sobre sus actuaciones.
Sin duda, estas peleas suceden, en parte, por protagonismo. El ego juega un papel determinante en la política colombiana. Sin embargo, el futuro de este partido no está claro, y estas controversias empiezan a dejar heridas. Desde que el partido se conformó en 2016, su incursión política no ha sido fácil. En el Congreso no han logrado sobresalir por ninguna gestión importante, los proyectos presentados se hundieron, y en la más reciente encuesta de Invamer la imagen desfavorable es de 91 por ciento.
En los partidos tradicionales las diferencias se superan, en otras ocasiones la institucionalidad está por encima de los egos personales, pero en una colectividad nueva, acoplándose a una realidad, estas diferencias podrían costar, incluso, el futuro de la misma. “Aspiramos a que el partido y la dirección reflexionen sobre la manera en que vienen manejando las cosas. La reincorporación nos pertenece a todos”, dice Sandino. ¿Habrá reconciliación?