Toros
Feria de Cali, primera de abono: tarde recortada
Dos erales y cuatro toros sin muerte para recortadores fue el inicio de la feria taurina de Cali. Decenas de toreros subalternos la presenciaron de civil y en el tendido, cuando el 25 de diciembre siempre los pillaba vestidos de luces y en el ruedo.
Nunca antes en las 62 ediciones de la feria de Cali, la tarde inaugural –o primera del abono– había sido tan recortada como la de este 25 de diciembre de 2021. Nunca se vio un paseíllo con solo dos toreros y cuatro banderilleros secundándolos, cuando históricamente el desfile por el que todos los aficionados llegan temprano, y que prácticamente daba inicio a la temporada grande de Colombia, lo habían encabezado tres matadores, nueve banderilleros y seis picadores: dieciocho toreros vestidos de oro, plata, luto, o montados en un caballo.
Ellos, los toreros subalternos colombianos, eran casi los únicos mortales que “trabajaban” todos los 25 de diciembre, cuando el resto del país estaba en tareas de desenguayabe. Los de fuera de Cali, por lo general, habían pasado la Nochebuena en carretera, o ya instalados en un hotel. Era el comienzo de la que bien podría ser la llamada ‘temporada alta’ de su oficio –el de lidiar y banderillear, o picar toros bravos–, que en cuestión de dos meses (la temporada colombiana se extendía hasta el mes de marzo) les dejaba el dinero suficiente para vivir por el resto del año. Los que más corridas toreaban en solo tres meses, podían ganarse entre 30 y 40 millones de pesos.
Toreros, en los tendidos
El 1.° de marzo de 2020, en Bogotá, fue la última vez que las cuadrillas colombianas hicieron un paseíllo al completo, como lo ordena la Ley 916 de 2004 (Reglamento Taurino Nacional). Después sobrevinieron la pandemia, el confinamiento y la restricción de espectáculos públicos. Como todos los millones de colombianos que quedaron en la quiebra, los subalternos esperaban volver a las plazas de primera categoría para reactivar no solo su economía, sino también su vida. Sin embargo, el día que parecía poner fin a un año, nueve meses y 24 días de espera, se tuvo que prolongar. Cuando deberían estar vestidos de luces, a los banderilleros y picadores colombianos se les vio de jean y camisa, sentados en los tendidos de Cañaveralejo entre las cerca de mil personas que fueron a la plaza. Viendo como le hacían acrobáticos saltos y recortes a cuatro toros de Salento, que regresaron vivos a los corrales, después de dos erales que fueron lidiados y que sí murieron en el ruedo, en lo que podría denominarse “la parte seria” del festejo. Para los abonados de Cali, que algunas vez fueron más de 17.000 y hoy apenas llegan a tres mil (según fuentes de la empresa de Cañaveralejo que pidieron reserva), también supuso una novedad.
Porque nunca antes una feria de la categoría de Cali –entre 1991 y 2007 considerada la mejor de América– había organizado un espectáculo calificado de “menor”, según la mencionada ley de la República, y para plazas de inferior categoría.
Lo más leído
Desde que Joselillo de Colombia, Joaquín Bernadó y Gregorio Sánchez inauguraron Cañaveralejo el 28 de diciembre de 1957, las corridas con que se abrían las ferias era con los carteles estelares en las primeras décadas. En los años 90 fue la novillada con picadores la encargada, y en la última década había sido la corrida de colombianos, escaparate de salvación para muchos matadores nacionales.
Precisamente, para los novilleros y matadores colombianos, entrar en el cartel del 25 de diciembre era tan importante porque Cali era la que mejores honorarios pagaba. Para los banderilleros y los seis picadores, un sueldo de $790.000 (en novillada) y $1.475.000 (en corridas de toros), según lo estipulado por la Unión de Toreros de Colombia –Undetoc– sección subalternos. Lo que significa que un solo festejo, en una plaza de primera, supone $11.850.000 (si es novillada) y $22.125.000 (si es corrida) para pagar los 15 subalternos de las cuadrillas, nueve banderilleros y seis picadores. Este 25 de diciembre, la que debería ser la primera tarde de la reactivación, se debieron pagar solo cuatro sueldos de $520.000, lo estipulado para una novillada sin caballos, festejo que nunca antes se había ofrecido a los aficionados en una Feria de Cali.
Trajes de lujo
Pero el económico no fue el único recorte. Solo dos toros a muerte cuando la tradición es de seis. Dos erales, novillos de entre dos y tres años y con 326 y 310 kilos, lidiados por Simón Hoyos y Felipe Miguel Negret, novilleros sin caballos que, aunque lo hubieran soñado, nunca se habrían esperado hacer el paseíllo en plena Feria de Cali. Para empezar, porque nunca antes un torero de su escalafón lo había hecho. Encabezaron el paseíllo trajes de luces de auténtico lujo, Hoyos de azul marino y oro, y Negret de malva y oro, que contrastaron con los humildes ternos con los que salieron, quince días atrás, los novilleros de la “novillada de la oportunidad”.
Cambio en los corrales
Habían sido anunciados toros de Santa Bárbara, la ganadería que pasta detrás del templo de Monserrate, entre Bogotá y La Calera, y célebre por el trapío de sus toros: con volumen y cuernos intimidantes. Aunque estaban desde hace días en los corrales de la plaza, no salieron al ruedo porque la empresa los cambió por otros seis de la ganadería de Salento. SEMANA intentó conocer las razones de la junta técnica sin encontrar respuesta de momento, como tampoco la versión del ganadero. Cuando un encierro es rechazado (o “echado para atrás”) por lo general es por su falta de trapío. Pero por las fotografías de los toros del Capitán Barbero, en los corrales se quedaron toros con mejor presentación que los de la ganadería quindiana.
En tarde de recortes, el espectáculo se concentró en las maniobras acrobáticas de nueve jóvenes españoles que interpretaron suertes delante de la cara de los toros muy alejadas a los principios de la tauromaquia. Los saltos, quiebros y carreras sustituyeron las verónicas, los naturales y esas suertes que los toreros deben interpretar quietos. Aunque a varios espectadores les sorprendió, el protagonista de la tarde fue ‘Avellanito’, el cuarto del festejo, que saltó al callejón hasta en dos oportunidades, sembrando pánico en los profesionales del toreo que allí se encontraban.
La Feria de Cali 2021 empezó con un espectáculo inédito en su historia y ajeno a la tradición taurina colombiana. Y con un auténtico mazazo. Morante de la Puebla, premio nacional de Tauromaquia, y junto a Roca Rey, la máxima figura con la que salieron a la venta los abonos, remitió un parte médico en el que manifestó su imposibilidad de comparecer en Cali en la corrida del 28 de diciembre, la del regreso de los siempre intimidantes toros de Guachicono. Un cuadro febril, tras haber estado en contacto con personas positivas por covid-19, y la recomendación de aislamiento por 14 días fue el motivo, al menos en el comunicado oficial de la empresa Tauroemoción.