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Francisco el hombre

La candidatura de Pacho Santos a la vicepresidencia es buena para Uribe, regular para el país, mala para ‘El Tiempo’ y pésima para Juan Manuel.

25 de marzo de 2002

Como si fuera una premonición bíblica, Francisco Santos soñó con el sorpresivo ofrecimiento un mes antes de que este sucediera. Tras un elogio a Uribe en su tradicional columna dominical de El Tiempo, el corresponsal de La FM en Madrid Juan Carlos Iragorri cruzó la calle para visitar a su vecino Francisco y preguntarle si eran ciertos los rumores de que sería el vicepresidente de Alvaro Uribe. A pesar de que negó la noticia, Santos no pudo dormir en varios días. Y cuando logró conciliar el sueño, la imagen de Uribe ofreciéndole la vicepresidencia lo enfrentó con la realidad de definir su futuro.

Un mes después, el sábado 16 de marzo, el sueño de Francisco se hizo realidad. En una habitación de un hotel en Bogotá se reunió con Uribe a desayunar. Después de explorar diversas opciones para que Pacho se sumara a la campaña del candidato y sin encontrar una que los convenciera, Uribe, sin rodeos, lo enfrentó con la pregunta clave de si quería ser su vice. Santos aceptó de inmediato y se estrecharon las manos. En ese momento, no imaginaron que con esa alianza desatarían un huracán.



Los nubarrones

Más allá de la polvareda que ha producido la noticia, la decisión de Uribe fue una jugada maestra. La campaña del candidato liberal disidente venía subiendo como espuma desde comienzos de año, pero en las últimas semanas varios incidentes comenzaron a estancarla.

El primer torpedo provino del columnista Fernando Garavito, quien a mediados de febrero hizo públicas en El Espectador viejas denuncias sobre los supuestos vínculos del padre de Uribe con el narcotráfico y criticó el papel del candidato en el Congreso cuando se intentó colgarle un ‘narcomico’ que prohibía la extradición a la reforma constitucional del presidente Barco. Aunque Uribe se defendió con argumentos sólidos y convincentes quedaron sembradas las dudas.

Después vino la estocada de D’ Artagnan quien, desde su popular trinchera de El Tiempo, afirmó que Uribe no debía escoger como vicepresidente a una figura con la “extraña personalidad” de Pedro Juan Moreno, su mano derecha en la gobernación de Antioquia. Moreno respondió con ataques personales, a lo que D’Artagnan reviró advirtiendo sobre las nefastas consecuencias de que Uribe se rodeara de un controvertido personaje que le gusta andar armado y que, como secretario de gobierno de Antioquia, había sido “propulsor de las Convivir que degeneraron ya sabemos en qué”, haciendo alusión tácita al paramilitarismo.

El más reciente episodio de esa cadena de controversias fue la entrevista de la revista Newsweek a Uribe en la que el periodista extranjero volvió a cuestionarlo por algunos de estos temas y por su cercanía a cuestionados militares retirados como Rito Alejo del Río (ver artículo siguiente). En un momento dado el candidato perdió la compostura y dio por terminada la entrevista, lo que le generó múltiples críticas en los medios. Y la de su propio compañero de fórmula, Francisco Santos, quien dijo que Uribe había manejado mal el episodio.

Los oscuros nubarrones creados por estas polémicas empezaron a cernirse sobre la resplandeciente aspiración de Uribe. Y muchos pronosticaron que, como consecuencia, sus imponentes torres de popularidad iban a empezar a resquebrajarse por primera vez.

Sin embargo, la astucia de Uribe anticipó la eventual caída y con el nombramiento de Francisco Santos despejó el horizonte.



La movida

Pacho, como lo conocen sus colegas, ha sido un adalid de la defensa de las libertades civiles y se convirtió en el símbolo de unión de organizaciones populares de todas las tendencias políticas, gracias a su liderazgo en las marchas en contra del secuestro y la violencia.

Por esa condición de paladín de la sociedad civil, la entrada de Francisco a la campaña neutraliza las prevenciones que tienen muchos sectores sobre lo que significaría la mano firme de Uribe.

El mensaje que envía Uribe con este nombramiento no es sólo de puertas para adentro. Las ONG y los gobiernos más críticos de la violación de los derechos humanos en Colombia han recibido con beneplácito la noticia del ingreso de Santos a la gesta de Uribe porque ven en el periodista un posible contrapeso a las posibles tentaciones autoritarias o militaristas de Uribe.

En otro campo, Francisco simboliza algo más clave aún. Lo que ha encarnado Uribe es precisamente la fe que tiene la gente en que su gobierno puede derrotar a la guerrilla. Y el secuestro es uno de los flagelos de la guerra que más indignación despierta, ya no sólo en los estratos altos sino en toda la clase media, que también se ha visto afectada. Al nombrar a Pacho, víctima de un secuestro y actual presidente de la Fundación País Libre, Uribe hizo una especie de compromiso público de que la lucha contra el secuestro será una de las puntas de lanza de su gobierno.

Como lo dijo el propio Uribe en el discurso en que anunció su llave con Santos: con su decisión quiso hacerle un homenaje no sólo a los derechos humanos y a los secuestrados, sino también a los exiliados y a la libertad de prensa.

Por todas estas razones, en el terreno de la estrategia electoral, el nombramiento de Francisco Santos, cargado de mensajes simbólicos, fue una jugada digna del mejor de los ajedrecistas.

De los simbolos a los hechos

Pero una cosa son las jugadas de campaña y otra muy distinta sería el gobierno. Nadie puede dudar que Colombia atraviesa hoy uno de los momentos más críticos de su historia y por eso su destino debería quedar en manos de sus mejores estadistas. De ahí que el nombramiento de un vicepresidente no puede responder a un mero cálculo electoral sino que debe considerar la responsabilidad institucional. Más aun cuando Uribe es el candidato más amenazado, condición que no debe tomarse a la ligera en un país donde han asesinado a cuatro candidatos a la Presidencia en los últimos 15 años.

Si, elegido presidente, Uribe faltara, Francisco Santos tendría que desempeñar la única función que realmente tiene un vicepresidente: reemplazar al presidente. El problema con esto es que Santos no tiene ninguna experiencia en el manejo de la cosa pública, ni ha ido conformando un equipo de trabajo, como sí lo han hecho quienes tienen una trayectoria en la vida política.

Ahora bien, muchos colombianos pueden pensar que más que un defecto sería una virtud, pues llegaría sin vicios ni compromisos politiqueros. Sin embargo, gobernar a la convulsionada Colombia de hoy requiere mucho más que buenas intenciones. Un presidente de este país deber tener como mínimo tres virtudes fundamentales: preparación, carácter y manejo político. Las tres implican tener un alto grado de racionalidad, perseverancia y prudencia. No son precisamente las principales virtudes de Pacho Santos, que como bien saben quienes lo conocen, y aun quienes admiran su gran carisma e idealismo, se caracteriza por su emotividad y espontaneidad.

Quizás por esto, mientras algunos círculos de opinión informada calificaban la decisión de Uribe de irresponsable, el resto del país recibió la noticia con júbilo. En las líneas abiertas de la radio se escuchaban los aplausos por la audacia de Uribe de atreverse a nombrar a alguien independiente, honesto y sin vicios clientelistas.

Pacho de ‘vice’

Claro está que lo más probable

—de ganar Uribe la Presidencia— es que Francisco sea vicepresidente por cuatro años. En ese caso, dado el perfil de Santos, podría jugar un papel importante para el programa reformador que se ha propuesto Uribe.

Banderas de éste como el referendo para la reforma política y la conformación de un frente civil contra la guerrilla y la violencia, requerirían de una enorme legitimidad y sintonía popular. Nadie mejor que Santos, el principal caudillo de las marchas multitudinarias del No Más, para movilizar la opinión en respaldo de las iniciativas de gobierno.

La vicepresidencia de Santos podría convertirse en un excelente puente entre el Estado y la sociedad. Irónicamente, siendo uno de los más conspicuos representantes del establecimiento bogotano, Francisco le metería pueblo al gobierno de Uribe.

Se podría prever que, a pesar de la invisibilidad del cargo, con Pacho habrá una vicepresidencia que se va a notar. La franqueza, la informalidad, y el alma de periodista de Santos, lo podrían llevar a romper fácilmente el protocolo de su alto rango y a causar fricciones dentro del gobierno.

Es decir, una eventual vicepresidencia de Francisco Santos le prendería, sin duda, una llama de vitalidad y energía al gobierno. Pero con el ímpetu que caracteriza al periodista, no sería extraño que algunas de las chispas puedan producir incendios.

Golpe a ‘El Tiempo’

Para la familia Santos, el nombramiento de Francisco cayó como un baldado de agua fría. Esto, sobre todo, porque los Santos se enteraron a última hora. Incluso, su hermano mayor, Rafael, codirector de El Tiempo, se enteró 10 minutos antes de ocupar su silla de entrevistador en el set de televisión adecuado para el Gran Debate entre los candidatos presidenciales.

“Nos va a tocar ser mucho más duros”, murmuró Rafael en el estudio intuyendo lo que se le venía al periódico. El sí de Francisco podía poner en entredicho la independencia del diario más influyente del país. De ahí que la familia inició una carrera contra el reloj.

A la mañana siguiente, a las 7 en punto, se dieron cita en casa de un miembro de la familia al norte de Bogotá para sortear la crisis. Francisco escuchó estoicamente los argumentos de una familia que estaba empeñada en convencerlo de que reconsiderara su decisión. El tiempo apremiaba. Uribe había citado a una rueda de prensa a las 11 de la mañana de ese mismo día para anunciar a su compañero de fórmula. Pese a la insistencia de sus hermanos y primos, y a la advertencia de que con su decisión tomaba el paso definitivo para dejar El Tiempo para siempre, Pacho se mantuvo firme. “Es una decisión de vida que ya he meditado”, les respondió.

En efecto, tres horas después, se lanzó al agua. Los Santos citaron entonces a una nueva reunión a las 6 de la tarde ese mismo día en el Club el Nogal. Esta vez para analizar las consecuencias de tener a un periodista del diario en la candidatura a la vicepresidencia que las encuestas señalan como la más opcionada. Esa noche, los Santos ratificaron la política editorial que venían defendiendo desde hacía ya 10 años: no podía haber una puerta giratoria entre periodismo y política.

Dicha regla había nacido de otra crisis muy similar, cuando en 1991, Juan Manuel Santos, en ese entonces subdirector de El Tiempo, fue nombrado por César Gaviria, ministro de Comercio Exterior. La salida de Juan Manuel hacia el gabinete provocó un cisma en la sede de El Tiempo de la avenida El Dorado, y obligó a los dueños del diario a diseñar unas reglas para el cubrimiento informativo de un miembro de la familia en el gobierno.

Fueron inquietudes muy similares las que surgieron en la reunión de El Nogal la semana pasada. Al día siguiente, el jueves, El Tiempo hizo pública su posición sobre el caso de Francisco en un enérgico editorial. “La posibilidad de que uno de los ex directivos de El Tiempo, al pasar del periodismo a la política, esté en capacidad de influir en la información o la línea editorial del periódico nos obliga a reforzar todas las salvaguardas para impedir que esto pueda ocurrir”, decía uno de sus apartes.

La familia tenía razón en recibir la noticia con tanta preocupación. El Tiempo ha sido el primer medio importante en hacer explícitas unas reglas que buscan romper los vasos comunicantes entre el periodismo y la política, algo que ha sido muy tradicional en Colombia. Del presidente Pastrana para abajo abundan los periodistas metidos al gobierno o a la política. Y entre los directivos de medios se encuentran varios que han transitado por los despachos gubernamentales.

Por eso, mantener el espíritu crítico y la distancia del poder político va a ser un inmenso desafío para El Tiempo en los próximos meses. No sólo tendrá que informar con imparcialidad sobre la campaña presidencial del candidato favorito, donde está Francisco, sino que tendrá, además, que seguir cubriendo la gestión económica de este gobierno, donde está Juan Manuel.

No será sorprendente que los lectores encuentren en la misma primera página del diario a los dos primos Santos como noticia. Y no será fácil para el periódico mantener su credibilidad ante los lectores. El desafío es aún mayor teniendo en cuenta que El Tiempo es hoy el único diario nacional. “El reto para el periódico es demostrar su independencia a través de su cubrimiento informativo y sus posiciones editoriales”, dijo su codirector, Enrique Santos Calderón. Pero, como ya lo han dicho varios críticos, con semejante concentración de poder, no va a ser una tarea fácil.

El ‘efecto Pacho’

El salto con garrocha de Francisco Santos a la fórmula que va ganando la contienda por la Presidencia tendrá imprevisibles consecuencias sobre la carrera política de su primo hermano Juan Manuel. El triunfo de Pacho bien puede convertirse en la pesadilla de Juan Manuel. Si el primero puede llegar, de la noche a la mañana, a las mieles del poder, el otro lleva 10 años moviendo estratégicamente sus fichas para llegar a la Presidencia.

Primero montó el nuevo Ministerio de Comercio Exterior y, a la vez, tejió las alianzas en el Congreso que lo eligieron designado a la Presidencia, la última vez que existió esa figura. Luego se convirtió en uno de los principales opositores de Ernesto Samper durante el proceso 8.000 y desde su Fundación Buen Gobierno mantuvo vivas sus propuestas y críticas en la arena política y la agenda de los medios. Desde 2000 ha sido Ministro de Hacienda de Pastrana y le ha tocado enfrentar una de las crisis económicas más severas de la historia.

Sin embargo, su meritoria carrera política no se ha traducido en popularidad. A pesar de ser una de las figuras más respetadas dentro del liberalismo, en lo que va corrido de la última década, en las encuestas supera escasamente el margen de error.

No obstante su falta de carisma, en las últimas semanas su futuro político se había despejado. La sorpresiva disparada de Uribe a comienzos de este año, significaba para Juan Manuel una ‘moñona’ pues en estas elecciones quedaban descartados tres de sus principales contendores para 2006: Horacio Serpa, Noemí Sanín, y el propio Uribe. Para la próximas presidenciales quedaba el tête-à-tête con Enrique Peñalosa.

Pero con su movida Francisco le dio una patada al tablero que minuciosamente había planeado Juan Manuel. Ya no habrá un solo Santos en escena, sino que ahora tendrá que compartirla con su primo. De ahí que si Uribe llega al gobierno, el grado de exposición de Pacho podría ser inversamente proporcional al futuro político de Juan Manuel.

Después de tres años, si a Pacho le va mal, la gente va a volver a levantar la bandera del No Más, pero esta vez para decir: ¡No más Santos! Y si le va bien, copará el espacio familiar en la política. Así las cosas, a Juan Manuel le quedan tres caminos principales: dedicarse al sector privado, volver al periodismo, o armar de nuevo su ajedrez político ajustando sus fichas al ‘efecto Pacho’. Tendrá que hacerlo con mucha audacia y estrategia, dos aguas en las que Juan Manuel se mueve como un delfín.

La nominación de Francisco Santos a la vicepresidencia en fórmula con Alvaro Uribe Vélez tiene tantas aristas —un impulsor de la candidatura ganadora, una oportunidad para una nueva resistencia civil, un riesgo para la frágil institucionalidad colombiana, un golpe a la independencia del mayor diario y un obstáculo en la carrera de un presidenciable— que no es extraño que haya sido la bomba política de las elecciones.

Y dado el impulso vital de Francisco Santos y lo que representa para la oligarquía y la sociedad civil, los colombianos pueden estar seguros de que ‘Pachito’ dará mucho más de qué hablar.



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