| Foto: León Darío Peláez

PAZ

La primera disidencia de las Farc

El frente Primero de esa guerrilla anunció desde el Guaviare que no dejará las armas. ¿Hecho aislado o el comienzo de una desbandada?

9 de julio de 2016

Desde hace varias semanas en el Guaviare era vox populi que el frente Primero se le había salido del redil al secretariado de las Farc. La carta fechada el 10 de junio –que se conoció esta semana–, en la que anuncian que ese grupo decidió no concentrarse en zonas ni dejar las armas, circulaba de mano en mano. Incluso ya había llegado a La Habana, donde los jefes de esa guerrilla intentaban darle un manejo discreto. Sin embargo, cuando la disidencia se hizo pública no tuvieron más opción que aceptar que hay un sector de ese frente que se declara en rebelión. Pastor Alape lo dijo en una entrevista a Reuters: “Hay una persona que se descompuso” y “gente que no le jala a esto”.

Al comienzo del proceso muchos observadores advirtieron que las Farc no llegarían completas a la dejación de armas. Primero, porque en todas las negociaciones hay quienes sienten miedo al cambio o se sienten como perdedores en el nuevo contexto y prefieren huir. Segundo, porque esta organización tiene frentes dedicados exclusivamente a capturar rentas ilegales, y son de los que más se espera la ‘huida’. Los cálculos pesimistas advertían que el 30 por ciento no se sumaría al proceso, y los optimistas apostaban por un 10 por ciento. Esos temores se fueron disolviendo con el tiempo dado que en cuatro años la guerrilla mostró una fuerte cohesión. No obstante, llegó la hora de la verdad y las disidencias se presentan en la recta final de los procesos. Así ocurrió con los paramilitares y con pequeños grupos residuales que quedaron del M-19 y el EPL.

Por más normal que sea que se presenten estos problemas, lo cierto es que el frente Primero le está pasando varias cuentas de cobro a las propias Farc. La primera es la decisión que tomó esa guerrilla de dedicar algunos frentes al narcotráfico. Este es uno de ellos, cuyos mandos medios carecen de formación ideológica, destreza militar o trayectoria política. En otros tiempos hubo mandos de más alto perfil como César, el guerrillero que tuvo bajo su custodia a los secuestrados de mayor valor para las Farc como Íngrid Betancourt y los tres contratistas norteamericanos, y que fue capturado en la Operación Jaque. O como Kokoriko, quien fuera uno de los alfiles predilectos del Mono Jojoy.

Una persona que conoce al Guaviare como la palma de su mano dice que los mandos medios actuales de este grupo –encabezados por Iván Mordiscos- manejan dos metales: la plata y el plomo. De política o trabajo comunitario, poco. Entre otras razones porque se desenvuelven en lo profundo de la selva entre Guaviare y Vaupés, en una región donde no hay más actividad económica que la ilegal. Se calcula que mueven hasta dos toneladas de coca al mes, en alianza comercial con bandas criminales, y dominan la explotación de coltán en Guainía. Por eso las razones aparentemente políticas que expresan en la carta de marras, no las cree nadie en la región.

La segunda cuenta de cobro que le pasa este frente a las Farc es una negociación larga para la cual toda la dirección se ha instalado en La Habana. Por más que se envíen mensajes radiales, cualquier militar sabe que el mando y control de las tropas no se mantiene por correspondencia. En los últimos meses la preocupación por posibles fracturas ha crecido entre los jefes de la guerrilla y por ello han propugnado por viajar más a hacer pedagogía en los frentes.

También han insistido en la necesidad de hacer la décima conferencia, donde de alguna manera reforzarán los votos de unidad. A eso se suman las consecuencias de estar hace dos años en cese unilateral y con el conflicto a la baja. Si bien, este ‘desescalamiento’ ha servido para preservar fuerzas y dedicarlas a prepararse para la paz, así como para crear un clima favorable a la negociación, una guerrilla que por dos años no combate ni tiene que defenderse, y solo se dedica a capturar rentas ilegales, termina por olvidar cuál es su objetivo.

¿Qué tan grave es esta disidencia?

Al parecer, la disidencia no involucra a todo el frente Primero, aunque sí a una mayoría de él. Se calcula que esta estructura puede reunir a 120 hombres en armas y una cifra similar de milicianos. Una persona que estuvo a finales de mayo en uno de los campamentos con unos 70 combatientes le dijo a SEMANA que allí se respiraba un ambiente de escepticismo, y que desde los guerrilleros más jóvenes hasta los comandantes criticaron los acuerdos y expresaron temores a ser asesinados luego de la desmovilización.

Ahora, esta disidencia no parece tener mucho futuro pues no tiene tras de sí un liderazgo fuerte. La carta en la que anuncian su evasión del proceso es auténtica, pero no está firmada por ningún mando ni se asume en ella una nueva identidad como grupo. Las disidencias que han tenido otras guerrillas han tenido cabezas fuertes y ni así han prosperado.

En el caso del EPL, quien se negó a dejar las armas fue el comandante histórico de esa guerrilla, Francisco Caraballo, que tenía gran ascendente entre sus tropas. Y la Corriente de Renovación Socialista, que cortó con el ELN para negociar con el gobierno, tenía en su nómina a por lo menos dos miembros del comando central y varios de la dirección nacional. Así mismo los disidentes de las AUC, como Don Mario, HH o Vicente Castaño, eran hombres de alto perfil y mucho poder e influencia en el mundo paramilitar. Hoy todos ellos están fuera de combate.

Por lo tanto no se prevé que este grupo que como dicen las mismas Farc “se lanza a una aventura incierta” tenga un gran impacto nacional ni que logren jalar a otras estructuras, como ha advertido el procurador Alejandro Ordóñez. De hecho, en un comunicado expedido el viernes pasado por el estado mayor del bloque Jorge Briceño, al que pertenece este frente, se anuncia que los ‘renegados’ ya están fuera de las Farc y que el nuevo comandante de dicha estructura es Gentil Duarte, quien estuvo por varios meses en La Habana. Aunque los jefes guerrilleros no parecen estar en la tónica de hacer una purga interna, sí existe el riesgo de que haya una confrontación intestina por el dinero, las armas o la influencia territorial.

Las posibilidades de sobrevivencia de una disidencia de estas son escasas. El músculo de un frente depende no solo del nombre que portan como Farc, sino de su interacción con otras unidades insurgentes que tejen corredores e intercambian recursos e información. Un grupo de 50 personas en una selva, por más fusiles que tenga, no podría resistir una guerra en las condiciones actuales y menos aún con todo el esfuerzo militar del Estado en su contra.

¿Se repetirá?

Aunque probablemente es cierto que este es un grupo aislado, que las Farc siguen teniendo alto control y que no habrá desbandada, también lo es que no se descartan nuevas rebeliones. Esta disidencia es la punta del iceberg de un problema mayor: qué hacer con los mandos medios de frentes guerrilleros que son más criminales que políticos. Las lecciones que deja en esa materia el proceso con las AUC son amargas.

Un proceso de paz, y su consecuente reintegración de combatientes, beneficia sobre todo al combatiente raso, pues le da oportunidades que no tuvo cuando era campesino: estudiar, trabajar o rehacer su vida. También salen beneficiadas las cúpulas que pasan a la política, mantienen cierta cuota de poder y seguramente un nivel de vida aceptable. Algo similar ocurrirá con algunos mandos intermedios de las Farc con buen nivel político -urbanos o rurales-, porque provienen o bien de la militancia comunista o de regiones de alta influencia política de la izquierda.

Pero hay una franja de mandos medios para los que las paz es un pierde-pierde. Pierden el poder omnímodo que tenían en una región, donde han sido Dios y ley. Lo único que saben es acumular dinero de manera ilegal. Generalmente son personas sin estudio, sin capacidad política, no saben ningún oficio y no están tan jóvenes como para empezar de cero una nueva vida. Tampoco tienen la humildad para ello. Por lo tanto hay más incentivos para mantenerse en armas que para irse a engrosar las filas de la clase trabajadora.

El gobierno sabe bien, por experiencia, que este es el nudo gordiano de la reintegración, pero no tiene una respuesta para el problema. No puede competir con los incentivos económicos que estos manejan, ni las cuotas de poder autoritario a las que están acostumbrados. Por eso es que esta puede ser la primera disidencia, pero seguramente no será la única. Y lo que es seguro es que, tal como lo dijo el presidente Santos, quienes las lideran terminarán en “la cárcel o la tumba”. Así lo demuestra la historia.