POLÍTICA
Gabinete cerrado para el Partido Verde
Tras varias semanas de expectativa la entrada de los verdes al gobierno sigue enredada. ¿Por qué se embolató el nombramiento de Lucho Garzón y qué sigue para el ‘benjamín’ de la Unidad Nacional?
El 20 de julio de 2011, el presidente Juan Manuel Santos sacó sus mejores dotes de periodista y chiveó al país entero cuando reveló que el Partido Verde, su rival en las elecciones de 2010, entraría a la Unidad Nacional. Mientras el presidente hablaba, los 260 congresistas representantes reunidos en el recinto se miraban, sorprendidos, y empezaban a murmurar.
Sin embargo, los conocedores de cómo se mueven los hilos de la filigrana política colombiana no estaban sorprendidos. Aunque durante el primer año y medio del gobierno Santos la postura de los Verdes fue de ‘independencia crítica’, a la hora de votar apoyaron todos los proyectos legislativos del gobierno –el estatuto anticorrupción, la reforma política, la Ley de Víctimas, el código de Convivencia Ciudadana, la reforma a las regalías– con excepción de la sostenibilidad fiscal. “El Partido Verde ha demostrado ser un partido con ánimo constructivo, que prefiere proponer a contender”, recordó Santos en su discurso en el Capitolio.
Para aquellos cercanos al presidente tampoco fue una sorpresa. Desde el inicio de su gobierno, Santos se había inspirado en el libro Team of Rivals (Equipo de rivales), en el que la historiadora Doris Kearns Goodwin describe cómo el presidente de Estados Unidos Abraham Lincoln incluyó en su gabinete de guerra a cuatro de sus opositores políticos. Lo mismo hizo Santos al incluir como ministro del Interior a su contendor en la primera vuelta, Germán Vargas, y como ministro de Trabajo al excandidato liberal Rafael Pardo. En otras palabras, era cuestión de cuándo y cómo incluir a los verdes.
Durante el resto de 2011 y lo corrido de este año, los verdes probaron su lealtad a la Casa de Nariño y apoyaron con disciplina la agenda legislativa. Incluso, representantes verdes recorrieron el país con el ministro de Justicia, Juan Carlos Esguerra, para defender y mejorar la controvertida reforma a la Justicia. Esto se lo hicieron saber al presidente Santos en una reunión el 20 de enero en Palacio, donde hicieron un repaso de casi un año de relación. La intervención del vocero terminó con un agradecimiento al presidente Santos en el que subrayó que estaban preparados para colaborar desde el gobierno en cualquier responsabilidad que el presidente creyera importante. Mejor dicho, aunque la entrada a la Unidad Nacional nunca estuvo sujeta a un acuerdo burocrático, los verdes dejaron claro que merecían hacer parte del Ejecutivo.
Días después, al término de la primera Mesa de Unidad Nacional de 2012, Santos convocó a los verdes a una reunión privada, donde les anunció que las condiciones estaban dadas para que entraran al gobierno. Los detalles estaban cocinados: Lucho Garzón, presidente de la colectividad, entraría como alto consejero para las Tierras, una oficina creada expresamente para el exalcalde. También trascendió que el presidente estaba pensando en darles un ‘paquete’ que incluía una embajada y uno de los cargos más importantes del Departamento de Prosperidad Social. Al mejor estilo del ‘Equipo de rivales’, los antiguos contradictores terminarían liderando un sector vital para el legado Santos.
En esa reunión, donde se hizo evidente la problemática del Incoder al discutir la institucionalidad de la bandera de Tierras, los integrantes del partido del girasol manifestaron su aspiración a ocupar también ese cargo. Querían lograr una llave entre un cargo técnico y de ejecución, como el Incoder, y uno político, como la nueva Consejería. El presidente confesó que ya tenía unos nombres para reemplazar a Ospina, pero aceptó recibir las hojas de vida de los verdes. Ellos propusieron al ambientalista Carlos Fonseca pero no lograron que el mandatario cambiara de opinión.
Aunque la crisis del Incoder se resolvió con el anuncio de su nueva directora, los días pasan y nada que los verdes entran al gobierno. Lo que es peor: los acuerdos se están embolatando. La Casa de Nariño necesita finiquitar el merecido ingreso del socio joven de la coalición oficialista a la primera fila del Ejecutivo, pero ya no sería ni en la oficina coordinadora de Tierras ni con la figura de Luis Eduardo Garzón. ¿Qué pasó?
Versiones conocidas por SEMANA indican que el mismo Garzón le pidió al presidente que anunciara su nombramiento el primero de mayo, día del Trabajo, como un guiño a su pasado como sindicalista. No obstante, como reza el cliché más viejo del poder, un mes en la política es toda una eternidad. Mientras llegaba esa fecha simbólica, las volátiles circunstancias cambiaron y hoy es incierto el futuro del ‘paquete’.
En primer lugar, la designación de Lucho se filtró a los medios de comunicación, lo que no gustó en la Casa de Nariño. De inmediato, varios de ellos, como La Silla Vacía, saltaron a criticar el posible nombramiento por la falta de experiencia de Lucho Garzón en el tema de tierras. Otro que no estaba muy contento con el ofrecimiento santista era el ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo. Según fuentes de esta revista, Restrepo consideró que la nueva oficina bajo Lucho se convertiría en una seria interferencia a su gestión y así se lo hizo saber al presidente. “El ministro le pidió al presidente no desordenar la estructura de Tierras y lo convenció”, dice un conocedor del tema.
Por los lados de la Casa de Nariño, el debate desembocó en la decisión de separar la bandera de Tierras del funcionamiento interno de coalición de la Unidad Nacional. Una política tan clave para el gobierno no podría ser dirigida por cuotas partidistas. El ministro Restrepo será la cabeza de la política; la directora del Incoder, Miriam Villegas, será su brazo ejecutor, y trabajarán de la mano con Ricardo Sabogal, director de la Unidad de Restitución de Tierras. Es decir, adiós a la consejería de Lucho.
Otra parte del ajedrez es la crisis dentro del Partido Verde. Aunque esta no es nueva, los roces internos han aumentado. Mientras algunos sectores siguen firmes con el gobierno, otros quedaron molestos porque no lograron quedarse con el Incoder. Y otros consideran que se han dejado “manosear” del Ejecutivo. Dicen que es hora de hacerle saber al gobierno que, a pesar de ser una bancada pequeña, apenas cinco senadores y tres representantes, a veces son quienes logran el quórum y frecuentemente destraban la aplanadora legislativa del ministro Vargas Lleras. “Es un tema de dignidad”, dice un congresista verde.
En conclusión, la entrada de los socios más recientes de la coalición gobiernista al Ejecutivo se estancó por errores de cálculo de ambas partes. La Casa de Nariño subestimó la presión que desataría el ministro Juan Camilo Restrepo para mantener el control de la política de Tierras. Los verdes, amigos de la opinión, subordinaron el impacto mediático de un anuncio a la inmediatez propia de estas negociaciones. Al fin de cuentas, a diferencia de sistemas parlamentarios como el de Reino Unido o sistemas de partidos fragmentados, en Colombia la política de las coaliciones y sus equilibrios no es común.
A pesar del descarrilamiento, los puentes no están quebrados. Tanto el alto gobierno como los líderes verdes ratifican que el ingreso debe darse. Lo último que quiere Palacio es que el nombramiento de Lucho –a quien el presidente le ha tomado cariño y con quien tiene buena relación– sea entendido como un tema meramente burocrático. Por su lado, los verdes, en palabras del representante Alfonso Prada, confiesan: “Seguimos firmes y esperamos que esa confianza generada nos permita influir, desde el gobierno, en los grandes temas nacionales”. Ambos actores coinciden hoy en que la única alternativa es reunirse para dejar las cosas claras y encontrar una forma de sorprender al país con la entrada de los verdes al Ejecutivo. Nadie dijo que sería fácil trabajar con los rivales.