ENTREVISTA
Germán Vargas Lleras cuenta que se casa su hija Clemencia y le hace un video que saca lágrimas: “solo deseo que sea muy feliz”
El exvicepresidente es un hombre muy reservado con su vida privada. Pero abrió su corazón completamente para desearle lo mejor a su única hija en la vida que comienza.
Germán Vargas Lleras pocas veces habla de su vida más íntima. Por eso, sorprendió este sábado 27 de mayo en Twitter cuando, en vez de poner sus usuales opiniones sobre el país, publicó un video llenó de recuerdos. “Hoy se casa mi hija Clemencia y solo deseo que sea muy feliz”, escribió.
En este, se ven fotos de ella desde que era una bebé y de los momentos más felices que han pasado juntos. De los viajes a Disney cuando era niña, de los días que conocieron la nieve, de su papá como el público más entusiasta, de sus presentaciones de baile, de las montadas a caballo, las tardes tirados en el parque sobre el pasto.
Vargas reconoce en el video unas de las verdades que más le ha dolido en la vida: que han tenido que superar duros episodios. “Hemos pasado momentos muy difíciles, pero solo quiero recordar los más agradables”, dice Vargas Lleras antes de mostrar las más tiernas imágenes de la vida de ambos.
Hoy se casa mi hija Clemencia y solo deseo que sea muy feliz. pic.twitter.com/4yX1AWKXOj
— Germán Vargas Lleras (@German_Vargas) May 27, 2023
El exvicepresidente ya había contado que su hija contraería matrimonio en mayo 27. Y se había dado con ella una especie de despedida de soltera con un viaje al que fueron ambos a Europa.
Tendencias
Clemencia se casa con el ciclista Julián Mejía Calderón.
Cuando Vargas Lleras se lanzó a la presidencia, su hija Clemencia le contó a SEMANA algunos detalles de lo que ha sido crecer al lado del líder político.
Lea la entrevista publicada en 2018
“Yo conozco al Vargas Lleras que pone la música en las fiestas”: Clemencia Vargas
SEMANA: ¿Cómo es el Germán Vargas Lleras que usted conoce?
C.V.: A riesgo de que le saquen un meme, se sorprendería si le digo que mi papá es un melómano, fanático de la música disco, que pone la música a todo volumen y hace el pasito del reloj. Se sorprendería si le digo que es un tipo apasionado y tremendamente creativo. Yo conozco al Vargas Lleras que pone la música en las fiestas, nunca dejó de ser DJ.
SEMANA: Su papá tiene la imagen de ser un hombre de muy mal genio. ¿Cómo lo ve usted?
C.V.: En el trabajo lo es. Quiere que las cosas pasen, que las cosas no son para mañana, son para ya, toca solucionar, este país tiene muchos problemas como para ser pasivo. Mi papá lleva más de 30 años al servicio del país con unos costos personales muy grandes. Y ese es quizás el lado más humano que puede tener. Por hacer su trabajo, a mi papá le volaron media mano, le pusieron un carro bomba, me tuvo que sacar del país…
SEMANA: Cuéntenos de eso último. Usted se fue muy pequeña a vivir a Estados Unidos. ¿Cómo vivió ese momento de su vida?
C.V.: Fue en 1996. Yo tenía seis años. Llegaron mis papás una tarde cualquiera y me dicen “nos vamos para Miami”. Sólo recuerdo que tuve emoción porque en mi cabeza significaba “Disney”, sin saber que por 10 años no volvería a Colombia. Esta escena es macabra, pero seamos sensatos, mi historia no es comparable con la de muchos colombianos a las que la violencia no les dejó opción que quedarse a esperar la muerte o al menos estar muy cerca de ella, como es el caso de mi papá.
SEMANA: ¿Por qué sus papás tomaron esa decisión tan radical?
C.V.: Era un momento muy difícil. Mi papá era el ponente de la ley que volvía a implantar la extradición en el país. Hay que recordar que la Constitución de 1991 la había eliminado por cuenta de la presión de los narcotraficantes. Y liderar el regreso de esa figura era muy peligroso. Tuvimos varias amenazas y mi papá y mi mamá consideraron prudente que nos fuéramos del país.
SEMANA: ¿Cómo se vive a los seis años ese desarraigo?
C.V.: Cuando llegué a Estados Unidos encontré el baile como herramienta de transformación y expresión. Bailar hizo que todos esos cambios fueran naturales. Mi papá me visitaba al menos una vez al mes y pasábamos todas las vacaciones juntos. También, tuve una mamá maravillosa que me sacó adelante.
SEMANA: Usted hizo carrera en el baile desde muy pequeña. ¿Cómo fue crecer con esa vocación?
C.V.: Bailé desde los seis hasta los 18 años profesionalmente en Estados Unidos. Yo no hablaba bien inglés cuando llegué y entonces el baile fue mi segundo lenguaje. El baile fue mi herramienta de reconocimiento y empoderamiento. Y agradezco plenamente haberlo encontrado, porque el baile se convirtió en mi vida.
Foto: archivo particular
SEMANA: ¿Cuándo la vio su papá bailar por primera vez?
C.V.: Tenía ocho años y fue una de las primeras presentaciones que tuve en mi vida y me vio bailando Hip Hop. Fue algo curioso porque en 1998 tener una hija que bailara Hip Hop para Backstreet Boys, Blackeyed Peas, y Madonna era algo sorprendente.
SEMANA: En esos años que usted vivió por fuera, su papá vivió unos momentos difíciles en términos de seguridad. ¿Cómo era recibir esas noticias estando lejos?
C.V.: Yo creo que cuando uno es pequeño no asimila los riesgos reales que se viven. A punta de baile sobrellevé esos momentos. Cada vez que recibí una noticia como la del libro bomba en el Senado o la del carro bomba saliendo de Hora 20, mi refugio fue el baile, así canalicé la ansiedad, la tristeza, el miedo y prácticamente cualquier sentimiento negativo que se presentara en esos momentos.
SEMANA: ¿Por qué decidió volver al país?
C.V.: Estudié en Babson College en Boston, una de las mejores universidades de emprendimiento. Siempre tuve el sueño de poder compartir mi experiencia de vida, es decir, el baile como herramienta de transformación en jóvenes. Trabajando de la mano de la multinacional Deloitte and Touche, volví al país a explorar sus realidades. A los tres años decidía “echarme al agua” y cree Vive Bailando.
SEMANA: ¿Cómo va ese proyecto?
C.V.: Con Vive Bailando me he dado cuenta de que los sueños se cumplen. Generar más de 52 empleos, ver el modelo funcionando hace que uno quiera trabajar más, pero ver cómo se transforman vidas, eso ya es otro paseo y diría que es lo que verdaderamente vale la pena. Usamos el baile como herramienta de transformación, prevención de violencia, embarazo adolescente y empoderamiento y medimos nuestro impacto cualitativa y cuantitativamente. El año pasado cerramos con 2.200 jóvenes que hacían parte de ese proyecto. Hoy, también tenemos la academia, un sitio cómodo y cercano para las personas que quieren aprender a bailar o hacer ejercicio, manteniendo siempre como pilar un modelo social. Es decir, con cada clase que tomen apoyan los proyectos de la fundación.
SEMANA: ¿Qué encuentran esos jóvenes en su fundación?
C.V.: Una familia. La posibilidad de pasar las tardes en nuestra sede frente a bailarines y psicólogos que los apoyan. Encuentran las herramientas para tomar mejores decisiones de vida. Descubren en el baile una reivindicación de sus derechos fundamentales. Trabajamos con cuatro módulos: principios y valores, cuidado del cuerpo, liderazgo y desarrollo personal. Tratamos de disminuir los indicadores de embarazo adolescente, que en el 2015 llegaban a casi el 18% de las niñas entre 11 y 19 años. Vivimos en un país en el que la violencia ha sido la primera causa de mortalidad en la última década. Entonces, a través del baile, tratamos de que los jóvenes puedan expresar esos sentimientos reprimidos: las rabias y también sus alegrías.
SEMANA: ¿Usted baila con su papá? ¿Qué es el pasito del reloj?
C.V.: Claro que bailamos. El pasito del reloj es el mejor paso que hay para mi papá y para mí. Se llama así porque con el pie se va dando la vuelta como si fuera un reloj. Obviamente, lo hacemos mamando gallo. No es que salgamos a hacer coreografías. Es un chiste de los dos.
SEMANA: ¿Cuál es el mejor consejo que él le ha dado?
C.V.: Además de complementar el baile con otros estudios, saber cómo tomar decisiones. Buenas o malas, pero tomarlas. Siempre me dice que lo peor que uno puede hacer es tambalearse sin lanzarse. Esa determinación me ha ayudado a lo largo de mi vida.
Foto: archivo particular
SEMANA: Al comienzo de esta entrevista usted reconocía que su papá es un hombre que tiene fama de ser muy bravo. ¿Usted cómo es con él?
C.V.: Normalmente yo soy la que lo regaño. Soy hija única y tenemos una complicidad especial. Mi papá y yo nos damos consejos mutuos, nos decimos las verdades cuando hace falta. Lo que pasa es que en Colombia confunden ser bravo con querer lograr las cosas.