POLÍTICA
El controvertido lanzamiento de campaña de Vargas Lleras
Aunque a él le conviene tomar el camino de las firmas, sus contradictores cuestionan la maniobra.
Siendo candidato presidencial en 2010, Germán Vargas Lleras insistió en que fortalecer los partidos era una prioridad para la democracia y que, de llegar al poder, propondría una reforma para hacerlo realidad. Siete años después, y tras ser vicepresidente y ministro, parece haber olvidado ese compromiso. Decidió apartarse de su propio partido, Cambio Radical, y constituir un movimiento ciudadano que le permita lanzarse a la Presidencia por firmas.
El martes pasado, vía Twitter, Vargas señaló que un grupo de jóvenes y empresarios le había pedido “acoger la convocatoria de la recolección de firmas”. “Cuenten conmigo para sacar adelante esa iniciativa”, dijo. No obstante, en el mundo político se sabe que –más que una respuesta al clamor espontáneo de sus seguidores– la idea de lanzarse como independiente responde a una estrategia electoral que él y su equipo vienen pensando hace rato. De hecho, la misma noche en que anunció su inscripción por firmas, se reunió con los 25 congresistas de Cambio Radical para informarles.
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Pero el encuentro no fue del todo fácil. Como Cambio Radical es un partido con una estructura vertical, en la que Vargas siempre tiene la última palabra, los parlamentarios lo respaldaron. Sin embargo, algunos de ellos vieron en la decisión de su jefe una especie de desprecio por su partido. Esa impresión se había fortalecido durante los últimos días por cuenta de los comentarios de que Vargas quería distanciarse del escándalo de los avales que salpicó a su colectividad. Casos sonados como los de los gobernadores Oneida Pinto y Kiko Gómez se habían convertido en munición para sus enemigos. “Su decisión genera una ausencia. Sin él no nos vemos completamente representados en el aval del partido”, confesó el senador Carlos Fernando Motoa, a quien, como otros, le preocupa que con el exvicepresidente fuera de Cambio Radical, las listas a Congreso pierdan fuerza.
Con la decisión de Vargas, cinco punteros en las encuestas se convierten en candidatos por firmas. En las mismas están Clara López, Sergio Fajardo, Gustavo Petro y de pronto Humberto de la Calle. La diferencia del exvicepresidente con sus competidores es que en su caso no hay un rompimiento con su partido, sino una estrategia electoral que le permitiría montar dos caballos simultáneamente.
Que Vargas y otros nueve candidatos reconocidos decidan llegar por firmas a 2018 refleja la profunda crisis de los partidos. Si bien en los últimos 20 años la imagen de las colectividades ha ido empeorando, en el último cuatrienio se fue a pique. Según el Observatorio para la Democracia de la Universidad de los Andes, en buena parte desencadenó este fenómeno la decisión del entonces presidente Uribe de crear el Partido de la U para contar con una fuerza propia de liberales y conservadores que respaldaran su gobierno de mano dura. Como los parlamentarios tienden a migrar a donde se reparte la mermelada, el experimento tuvo éxito y definitivamente le sirvió a Uribe. Sin embargo, ese modelo caudillista dejó en los rines a los partidos tradicionales que no se han recuperado desde ese momento.
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Pero la decisión de Vargas no obedece solo a consideraciones de imagen, sino también de mecánica política. La primera es que al inscribirse por firmas puede adelantar su campaña: mientras a los candidatos partidistas solo se les permite arrancar tres meses antes de las elecciones, los de firmas pueden hacer campaña mientras las recogen. Y aunque en teoría no pueden hacer proselitismo mientras llenan las planillas, en la práctica la frontera entre pedir una firma y un voto es bastante difusa. Es un hecho que las primeras les dan a los candidatos visibilidad y presencia.
Otra consideración que justifica a Vargas ir por firmas es que busca apoyo multipartidista. En la práctica, materializar adhesiones de otros sectores es más fácil si el candidato no se inscribe por un partido. Para los desertores es más presentable apoyar a un candidato independiente que al de un partido que hasta hace poco ha sido competidor. Por ejemplo, a un exgobernador o a un exalcalde de un partido tradicional que cree en Clara López le queda más fácil apoyarla si ella es la cabeza de un movimiento independiente y no la candidata del Polo Democrático. Ese es el mismo raciocinio de Vargas. Muchos militantes del Partido de la U, del Conservador y del Liberal le están pidiendo pista.
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El perfil de Vargas Lleras es lógico para una candidatura suprapartidista. Por su segundo apellido lo identifican con los días de gloria del Partido Liberal; por su vocación de mano dura es un gancho para conservadores y uribistas y por su talante manzanillo es un imán para los oportunistas. Las matemáticas confiman la conveniencia de esa estrategia. Mientras el 30 por ciento de quienes se identifican con un partido lo hacen con el Liberal y el 23 por ciento con el Centro Democrático, apenas el 7 por ciento dice ser de Cambio Radical.
En teoría se supone que la legislación electoral debería beneficiar a los partidos sobre los movimientos independientes. Pero eso no es así. Después de las elecciones el Estado les paga lo mismo por cada voto a los candidatos partidistas que a los de firmas. Y en el caso de estos últimos, aunque su comité promotor debe presentar un informe de gastos antes de la inscripción, no tienen un límite de recursos para la recolección. Algo parecido ocurre con el acceso a medios: no es cierto que los candidatos de partidos tengan ventajas, pues los independientes tienen derecho a aparecer el mismo tiempo en los canales y emisoras del Estado. Al inscribirse por firmas, Vargas puede transmitir su mensaje en los espacios que le corresponden y en los de Cambio Radical a la vez. Como este partido adherirá a él, tendrá espacios duplicados donde pueda aparecer su cara.
Las anteriores piruetas no están exentas de controversia. Para muchos el cambio de caballo en la mitad de la carrera no es legal a menos que se haya renunciado oficialmente al partido. Lo que casi nadie sabe es que, según le confirmaron varias fuentes a SEMANA, Germán Vargas ya lo hizo discretamente, el pasado 11 de enero, por medio de una carta dirigida a la cúpula de su colectividad. Sin embargo, para muchos contradictores la polémica sobre la maniobra no gira exclusivamente alrededor de la legalidad. Todo el mundo sabe que en Cambio Radical no se mueve una hoja sin la bendición del papa Germán. Por lo tanto, pretender que se crea que los avales que se van a otorgar a nombre de ese partido son ajenos a él, es considerar a la gente ingenua. En un contexto en el que la transparencia va a ser el eje de la elección presidencial, parecer demasiado vivo no es necesariamente positivo.