PANDEMIA
Gobernar desde un celular: los detalles de cómo opera el poder en teletrabajo
Políticos, líderes, entidades, empresas y organizaciones con miles de personas se articulan hoy por medio de plataformas virtuales. Una revolución silenciosa que ha permitido mantener el país en marcha.
Colombia vivió una revolución digital en un abrir y cerrar de ojos. Hace un par de semanas, dirigentes, empresarios, académicos o políticos usaban su teléfono para lo necesario: recibir llamadas, enviar chats, revisar la agenda. Sin embargo, desde que el presidente Iván Duque decretó la cuarentena nacional, en todas las orillas del país, las compañías, las entidades del Estado, las universidades y muchos más organismos empezaron a trabajar por medio de una pantalla. En la mayoría de casos se trata de operaciones gigantescas que involucran a miles de personas, de las cuales muchas no estaban preparadas.
“Sentimos que se nos venía Monserrate encima”, cuenta el padre Jorge Humberto Peláez, rector de la Javeriana. Apenas quedaban días para el encierro, y este sacerdote de 74 años debía adecuar las clases virtuales para 25.000 estudiantes. “Nos echamos al agua. Eso sí, comenzamos con temblor y temor”, cuenta. Hoy este centro académico opera a todo vapor por plataformas virtuales, y el padre atiende desde su casa las juntas del Hospital San Ignacio, las reuniones académicas y las misiones de solidaridad de los jesuitas.
El contralor general trabaja desde su casa. La familia se repartió las labores del hogar, incluso pasear a los cuatro perros. La ministra de Educación, María Victoria Ángulo, mantiene comunicación con centenares de rectores de colegios y universidades.
Nadie duda de que las cuarentenas, que tienen a la mitad de los habitantes del planeta confinados, cambiarán radicalmente la forma como los seres humanos se relacionan con el mundo. Las fábricas apagaron motores. Los estadios cerraron sus puertas. Las tiendas se trasladaron a la web. Y los hoteles, como el Tequendama en Bogotá, se convirtieron en temporales unidades de cuidados intensivos. En la otra orilla, sin embargo, están miles de actividades que no pueden detenerse o que incluso son más necesarias que nunca.
El Estado vive uno de los cambios más profundos. La Justicia ha tenido menos trabajo porque el crimen también se dio una tregua, pero no ha parado. El fiscal general, Francisco Barbosa, solo ha ido en algunos momentos al búnker para revisar información de los procesos clave. La mayoría de los cerca de 30.000 empleados trabajan desde la casa. Reciben denuncias por teléfono y en línea. El funcionario realiza sesiones virtuales permanentes con casi todas las autoridades del Estado y allí debaten temas de tan hondo calado como el hacinamiento carcelario. En este, uno de los asuntos más dolorosos de la pandemia, no han cesado los esfuerzos de sus más leales guardianes. Johana Bahamón cuenta que han echado mano de las “herramientas digitales para continuar con talleres y capacitaciones virtuales en yoga, meditación, becas de estudio, economía de la salud, educación financiera, emprendimiento y teatro” para las internas.
En la Contraloría, muchos de los 5.000 trabajadores se llevaron el computador de la oficina a la casa. Así verifican los contratos y los gastos que implica esta emergencia. “Ahora mi portátil y mi tableta son mis mejores amigas”, cuenta el contralor general, Carlos Felipe Córdoba. “Madrugo más y me acuesto más tarde”, dice. El procurador general también se ha metido a fondo a las reuniones virtuales. Esta semana convocó a alcaldes y gobernadores para revisar las denuncias en la alimentación escolar, le sigue la pista a la ejecución de las pruebas y está pendiente de que los funcionarios no comentan excesos. Por Twitter es uno de los promotores de las donaciones al Banco de Alimentos. “Nosotros tenemos un sueldo asegurado, pero quienes tienen trabajos informales, NO. ¡Es momento de donar!”, ha trinado varias veces.
Las autoridades del país se reúnen todo el tiempo para coordinar la pandemia. En esta cita virtual, la Comisión de Paz con el Gobierno.
En Palacio no hay tanto teletrabajo para los miembros del gabinete, pero sí para sus equipos. Entonces, muchos van a firmar decretos, aunque mantienen el contacto mediante reuniones virtuales. María Victoria Angulo, ministra de Educación, cuenta que ha intentado estar en contacto permanente con rectores de colegios y universidades, a quienes ha conectado desde los rincones más alejados del país. “Es una época de mucho trabajo, solidaridad, rigor”, dice. José Manuel Restrepo, ministro de Comercio, realiza ruedas de negocios virtuales con más de 200 participantes. “Este ya no es el futuro, es el presente… En las crisis, el ser humano se vuelve más creativo en busca de soluciones”, agrega.
Los gobernadores y alcaldes también trabajan a toda máquina a fin de preparar a sus ciudades y departamentos para la pandemia. En Cundinamarca, el 95 por ciento de los 3.000 funcionarios están en casa. El gobernador, Nicolás García, convoca conferencias con los alcaldes de los 116 municipios, habla con el presidente Duque y con otras autoridades del país. El alcalde de Medellín, Daniel Quintero, cuenta que, en el caso de su ciudad, 4.100 empleados laboran en casa y 1.288 prestan servicios esenciales para prevenir y atacar la contingencia. “No hemos parado, estamos trabajando con toda, pero seguros”, relata.
“La emergencia sanitaria aceleró la transformación digital de la entidad”, cuenta Elsa Noguera, gobernadora del Atlántico. Allí conformaron un equipo de enfermeras y médicos que atiende las 24 horas del día por teléfono. También crearon un chat y un correo en el que reciben 1.000 mensajes diarios. Ella arrendó otro apartamento en el mismo edificio para no arriesgar a su esposo que tiene una insuficiencia renal.
La gobernadora Elsa Noguera se mudó a un apartamento en el mismo edificio para no arriesgar a su esposo, quien sufre una insuficiencia renal. El padre Francisco de Roux se impuso una hora límite para terminar su trabajo diario. A veces duraba hasta la medianoche.
El andamiaje de la paz también se adaptó. Y a las ya maratónicas tareas que tenían le sumaron muchas más. El padre Francisco de Roux, de la Comisión de la Verdad, cuenta que decidió terminar siempre a las siete de la noche porque “muchas veces llevo todo el día sentado en frente del computador y eso tampoco está bien”. De Roux suspendió sus visitas semanales a las 26 casas que desplegaron en los territorios. Mientras pasa la emergencia, aprovecha para escuchar testimonios, oír entrevistas y contrastar información. Siente que el teletrabajo les exige más esfuerzo, dedicación y disciplina. La presidenta de la JEP, Patricia Linares, reconoce también que ha sido agotador pero gratificante. Esa entidad, de 900 funcionarios, ya operaba digitalmente, aunque con la cuarentena todo se intensificó.
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que, entre otras cosas, monitorea los líderes sociales asesinados, también acató la orden. Pero continúa vigilante: “Desde casa seguimos haciendo monitoreo porque los homicidios siguen”, explica el representante Alberto Brunori, quien coordina a más de un centenar de personas en Bogotá y los territorios. La rutina, en su caso, sigue casi igual, solo que “uno no se pone corbata…, pero de vez en cuando me paro a hacer algo de ejercicio, así sea caminar por casa”.
Hay quienes desde sus hogares sienten incluso que han logrado mover “montañas”. Los embajadores en el país, por ejemplo, en este momento trabajan por rescatar connacionales varados. “Más de 2.000 compatriotas pudieron regresar en las últimas tres semanas”, relató el embajador de Francia, Gautier Mignot. El de Alemania, Peter Ptassek, despide los aviones desde su Twitter y lanzó en esa red social un concurso fotográfico de cómo vive cada quien la cuarentena. Fue el primer participante. “El coronavirus puso a prueba nuestra capacidad de organización”, dice.
La presidenta del Grupo Energía Bogotá, Astrid Álvarez, llama a centenares de trabajadores para saber cómo están sus familias. El gerente de Roche, Diego Grauman, organizó clases de yoga, meditación y taichí para todo el equipo de la farmacéutica.
Las empresas gestionan, venden y ejecutan con una destreza en internet que ni ellas mismas conocían. Muchas soportan servicios vitales. El Grupo Energía Bogotá, por ejemplo, se organizó para proteger su gente no solo en estos días, sino en los meses que vienen. Los mayores de 60, las mujeres embarazadas y las personas con enfermedades de base mantendrán el teletrabajo hasta final de año. Han realizado juntas, auditorías y reuniones de alta complejidad, incluyendo la toma de control de una compañía en Brasil. “Estamos siendo más efectivos”, cuenta su presidenta, Astrid Álvarez, quien coordina a 2.300 trabajadores en varios países. La ejecutiva ha llamado a centenares de ellos para saber cómo viven esta emergencia.
“Entendemos que esta coyuntura es poco habitual y, en medio de lo que nos llega a sorprender, hemos querido acompañar a nuestros trabajadores”, cuenta el gerente de Roche, Diego Grauman. La empresa ofrece todas las mañanas clases virtuales de yoga, meditación y taichí, pero también le entregó a cada uno un kit de protección para esta época.
El presidente de Constructora Bolívar, Carlos Arango, también cuenta que han vivido procesos enriquecedores al igual que muchos obstáculos. “Hemos ratificado la capacidad de innovación y resiliencia. Sin embargo, nuestro proceso productivo no se puede hacer desde casa, por lo que el impacto económico y social ha sido altísimo”, señala.
A sus 74 años, el padre Jorge Humberto Peláez preparó a la Javeriana para dictar clases virtuales. El rector asiste sagradamente a reuniones y juntas por Zoom.Alberto Brunori, representante del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, sigue vigilando la situación de los defensores. “Todo es igual salvo que no me pongo corbata”, dice.
Para muchos, sin embargo, la Iglesia católica vive la adaptación más palpable, pues por primera vez en la historia tuvo que acogerse al mundo virtual para celebrar la Semana Santa. Sin las tradicionales aglomeraciones en los lugares de culto, pero con millones de colombianos conectados, llevaron a cabo las primeras ceremonias con miles de creyentes ante las pantallas.
“No celebren estas fechas dolidos por lo que no podemos hacer, sino pensando en el verdadero sentido de lo que celebramos si tuviéramos la oportunidad de hacerlo. Va a llegar el momento en el que lo que tenemos que celebrar distanciados le dé valor a lo que después de esta crisis podemos hacer juntos”, recuerda que le escribió recientemente un obispo italiano a monseñor Elkin Fernando Álvarez. Pero no solo los católicos oraron juntos desde la distancia. Otras confesiones, incluido el centenar de Iglesias evangélicas que operan en Colombia, hicieron lo propio.
La propagación del coronavirus redefinió la forma de concebir los espacios, revaluó la cultura del presentismo laboral y le dio un empujón al mundo para trabajar desde casa. La peste negra contribuyó a cambiar la percepción sobre la manera de vivir, y el cólera enseñó la necesidad de analizar el comportamiento de las personas para defender la salud pública. De la misma manera, la pandemia que se comenzó a incubar en Wuhan (China) puso a prueba las capacidades tecnológicas de muchos países y ahora promete revolucionar las dinámicas sociales con el mayor experimento de teletrabajo de la historia.
El procurador general, Fernando Carrillo, recibe más de 1.000 chats al día. Está conectado con sus 22 procuradores, cada uno a cargo de un sector en la crisis. El fiscal general, Francisco Barbosa, es uno de los pocos funcionarios que va al búnker. Se conecta con todas las autoridades en reuniones virtuales.
El embajador de Alemania, Peter Ptassek, lanzó un concurso de fotografía sobre cómo se vive la cuarentena. Él también participa. El ministro de Comercio, José Manuel Restrepo, lidera ruedas de negocios hasta de 200 empresas desde su computador. “En la crisis los seres humanos nos volvemos más creativos”, dice.