ANTIOQUIA

Crimen organizado: se prenden las alarmas en Medellín

Diez bandas que tienen injerencia en el mapa criminal de gran parte de Colombia nacieron y delinquen en la capital antioqueña.

15 de abril de 2019
El gobernador de Antioquia, Luis Pérez, denunció los problemas de seguridad en ese departamento. El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, ha dado una lucha frontal contra las bandas. | Foto: David Estrada Larrañeta

Medellín es la vieja escuela del crimen organizado. Desde hace más de treinta años en la capital de la montaña se viene consolidando un entramado criminal y narcotraficante que solo se puede comparar con la camorra y la gran mafia italiana. Esto se comprueba en la estructura de la Oficina de Envigado, que no ha decrecido cuando sus capos caen en manos de la justicia. Antes bien, se fortalece. El propio secretario de Seguridad de Medellín, Andrés Tobón, reconoce que en todos estos años el crimen creció como una empresa con metas a largo plazo y que de esa manera deben venir las victorias de las autoridades: paso por paso.

Sin embargo, esa solución parece no ir bien del todo, pues este año, a cierre del 10 de abril, Medellín tenía 184 asesinatos, 28 más que en 2018. Lo aterrador ha estado en que muchos de estos crímenes han ocurrido por tandas de decenas cada fin de semana o con la aparición de cuerpos en bolsas negras. Esto sin contar el último caso que estremeció a los paisas: un niño de 14 años que, sin que le temblara la mano —en el video se aprecia cómo toma el revólver con las dos manos con firmeza—, asesinó a dos comerciantes en la comuna 13.

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“La mayoría de los combos delincuenciales de este sector (la comuna 13) están llenos de muchachos menores de edad, da lo mismo si son de 14 o de 17 años”, dice un líder de la comuna. Y es que estos niños ingresan a las estructuras criminales cuando son apenas infantes de 5, 6 o 7 años. Entran como “carritos”, como se llama en los barrios a los menores reclutados para que, a cambio de algo de dinero, lleven droga de calle en calle para abastecer ollas de vicio. Cuando esos muchachitos llegan a la adolescencia pueden administrar ollas o convertirse en sicarios a sueldo. El crimen organizado, para alcanzar grandes réditos, permea la base más vulnerable de la sociedad.

La delincuencia en Medellín tiene tanto poder que este año las autoridades han incautado 250 armas de fuego y ninguna es de fabricación nacional, dice Tobón. Todas son de fabricación estadounidense, israelí o rusa, lo que habla de los nexos internacionales que proveen a las guerras urbanas. Además, según un investigador de la Universidad de Antioquia, en la capital un solo hombre de gran calado en la Oficina de Envigado se encarga de cuadrar la entrada de dos o tres toneladas de marihuana directo desde Cauca; él mismo se encarga de que esa droga llegue a otros municipios.

Según el Consejo de Seguridad Nacional, Medellín tiene 10 de los 23 Grupos Delincuenciales Organizados (GDO) que hay en el país, lo que equivale al 43 por ciento de las bandas con alcance supramunicipal y supradepartamental que hay en todo Colombia. A ese primer lugar llegó en los inicios de la llamada Oficina de Envigado, en los años ochenta. Dichas organizaciones son Picacho, Caicedo, Sierra, Terraza, Trianón, Triana, Pachelly, Chatas, la Unión y los Pesebreros. Tienen influencia en subregiones antioqueñas como el oriente, el Bajo Cauca, el Magdalena Medio y el norte. Además, pueden llegar a Cundinamarca, Córdoba, Santander, eje cafetero y la costa Caribe, sin contar con alianzas internacionales.

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Para Andrés Tobón:“El homicidio en Medellín está vinculado a estructuras criminales, algo muy diferente a lo que sucede en otras partes del país. En 2018 las estructuras criminales estuvieron relacionadas con el 57 por ciento del total de homicidios en la ciudad (contando con que el 24 por ciento de los hechos están por categorizar). En los homicidios relacionados a estructuras pasamos de 250 casos en 2015 a tener más de 350 casos en 2018. Hay una suerte de desorden criminal en estructuras tipo C y tipo B que ha desatado por supuesto una violencia homicida”.

La tesis de la Alcaldía de Medellín señala que aunque las GDO no tienen una confrontación desde hace varios años, las estructuras subcontratadas —también conocidas como combos delincuenciales— entraron en una guerra para ganar más dinero por cuenta del microtráfico y las extorsiones.

Además, al capturar 133 hombres de peso dentro de dichas estructuras, las autoridades desorganizaron el organigrama criminal, afectaron la convivencia en los barrios y aumentaron los homicidios.

El director de Corpades, Fernando Quijano, está en desacuerdo con dicha tesis: “Nosotros llevamos un tiempo hablando de que en Medellín libran una guerra fría. Esto quiere decir que los llamados patrones no se estarían disparando a menos que den papaya. Ahora bien, esos cabecillas sí patrocinan la guerra que libran las bandas. Nosotros sostenemos que todo esto se da por el control de la ciudad metropolitana. Mire, el 85 por ciento de los homicidios de este año se han cometido en el occidente, que es la ruta del narco, además ellos quieren estar cerca de la vía al mar, de proyectos como el túnel del Toyo, los puertos de Urabá y la minería en Buriticá”.

Por otro lado, Quijano guarda distancia del optimismo que muestra la alcaldía por las más de 3.000 capturas que cuenta desde 2016, y que presenta como resultados inéditos en Medellín, cuando en el pasado ya capturaron pesos pesados como alias Sebastián y alias Douglas.

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“Aquí hay una estrategia basada en captura, decomiso y control, pero no hay una estrategia para desmantelar el crimen, porque a estas bandas les permiten reproducirse permanentemente. Esto significa que nunca vas a acabar con el crimen, solo se ejerce control y proceso de renovación constante. Un jefe se lo tienen listo en dos horas, si caen cien soldados ya mismo le tienen listos doscientos. El éxito de la estrategia es muy fácil: ninguna banda ha sido desmantelada. Ellos dijeron en algún momento que habían desmantelado a Los Pájaros y a Los Chivos, pero esos son los que se están enfrentando en la parte alta de Belén, en el occidente de Medellín”, dice Quijano.

Estas palabras parecen una versión más extensa de las pronunciadas por el decano de la Escuela de Humanidades de Eafit, Jorge Giraldo: “La seguridad de Medellín se basa en un helicóptero usado para perseguir fleteros”. No pocos detractores del alcalde Federico Gutiérrez señalan que la ciudad montó un show mediático para beneficiar la imagen de Gutiérrez. Muchos otros lo señalan como presidenciable, pues parece representar la mano dura del uribismo.

Pero sí es cierto que el propio secretario Tobón reconoce que el crimen organizado de la ciudad afecta otras regiones, pues es previsible que desde Medellín se organice la entrega de armas, cocaína y marihuana a otros combos con presencia en pueblos y ciudades capitales. Hay que recordar que en los últimos meses del año pasado en el norte de Antioquia libraron una guerra bandas como los Pachelly y los Mesa —comandada por alias Montañero, a quien señalan como uno de los hombres fuertes de Bello— y la situación derivó en varias masacres.

Dice Tobón: “Lo que yo sí creo, es que los golpes a estructuras criminales que se han dado durante esta administración no tienen ningún precedente en la historia reciente de Medellín y eso marca una pauta para las tareas del Estado. La meta tiene que ser que a través de eso se logre reducir la capacidad de las estructuras criminales pero por la fuerza del Estado y no por pactos criminales, la labor de treinta años de estructuras criminales en Medellín no ha sido cortoplacista, la del Estado tampoco lo puede ser”.