Golpe al sicariato
A los 29 años, "Pinina", el jefe de sicarios de Medellín, probablemente era el hombre que más asesinatos había ordenado.
Eran las 10:07 de la mañana del pasado jueves. A esa hora, los colombianos estaban pegados a los televisores y a los radios siguiendo cada una de las jugadas de la selección de fútbol que en ese momento enfrentaba al equipo de Yugoslavia en el campeonato mundial de Italia. Todo era alegría, ilusión. Pero una vez más el fantasma de la guerra y la muerte recorrió las calles de Medellín. Un carro-bomba con 80 kilos de dinamita estalló en el barrio El Poblado, dejando cuatro muertos, 90 heridos y pérdidas materiales superiores a los mil millones de pesos.
El carro-bomba de El Poblado fue accionado en el momento en que una patrulla de la policía se disponía a inspeccionar una camioneta Chevrolet Luv.
Por el momento la versión más difundida en Medellín es la que señala que la bomba en el barrio El Poblado fue la respuesta del cartel de la droga en venganza por la muerte de John Jairo Arias Tascón, alias "Pinina", uno de los principales jefes de los grupos de sicarios al servicio del cartel, que doce horas antes del carro-bomba había sido dado de baja por el cuerpo Elite de la policía, también en el sector de El Poblado, cuando se encontraba en un apartamento en compañía de su esposa y de su hija de seis meses.
La muerte de "Pinina" ha sido el golpe más certero que han asestado las autoridades de policía a la estructura organizativa del cartel de la droga desde que se inició la lucha contra el narcotráfico. Inclusive el general Miguel Maza Márquez, señaló que la muerte de "Pinina" tiene tanta dimensión como si se hubiera capturado o dado de baja a Pablo Escobar.
El nombre de John Jairo Arias Tascón está vinculado con los asesinatos de Rodrigo Lara Bonilla, de Antonio Roldán Betancur, del coronel Franklin Quintero, del procurador Carlos Mauro Hoyos y del periodista Jorge Enrique Pulido. A ello se suma su participación intelectual en los atentados al edificio del DAS y al avión de Avianca, que dejaron cerca de doscientas víctimas inocentes.
De acuerdo con las investigaciones adelantadas por el DAS, "Pinina" tenía una larga amistad con Pablo Escobar. A su lado se había hecho un hombre rico por sus acciones al frente de los grupos de sicarios. Tanto que llegó a ser el quinto en la Jerarquía de la organización y, según las autoridades, el jefe de escoltas de Escobar.
Como en la mayoría de estos delincuentes, su niñez transcurrió en medio de la pobreza y la violencia de los barrios marginales de Medellín. Antes de los quince años ya conocía muchos de los secretos del oficio. Había sido raponero a los 12, pandillero a los 14 y a los 15 hizo sus primeros trabajos como sicario. Era, para entonces, uno de esos adolescentes que iba a recibir entrenamiento en las escuelas de sicarios organizadas por el cartel, en las afueras de Medellín. Su sangre fría, su instinto para matar y el arrojo demostrado en los entrenamientos contrastaban con su figura frágil y, más aún, con la voz chillona que le valió los apodos de "Pinina" y "Andrea" con los que sus compinches lo bautizaron, pues la encontraban parecida a la de la niña actriz argentina Andrea del Boca.
Muy rápidamente ascendió en la jerarquía del sicariato hasta llegar a ser considerado uno de los hombres más cercanos a Pablo Escobar. Una de las cosas que más le ayudó en su oficio fue el conocimiento que tenía de las gentes de la comuna. Era un tigre para reclutar muchachos para el sicariato. Por eso, el primer magnicidio del cartel, el asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla, se le encomendó a él. Fue él quien contrató y pagó a Byron de Jesús Velásquez, Iván Darío Guizao Alvarez y a los demás integrantes de la banda que cometió el asesinato en 1983.
Pero, su gran prueba como hombre de confianza del narcotráfico tuvo lugar en 1988 cuando Escobar lo envió al Valle con la misión de desatar la guerra contra el cartel de Cali. En compañía de otros sicarios recibió la orden de organizar el asesinato de las principales cabezas del narcotráfico en esa ciudad. Para lograrlo, "Pinina" compró apartamento y finca en lugares cercanos adonde residían y tenían propiedades los jefes del cartel de Cali. La operación fracasó después de que las autoridades en Medellín, tras una serie de allanamientos en la capital antioqueña, descubrieron y divulgaron los pormenores del plan.
Pero como el fracaso no había sido su culpa siguió gozando del aprecio de los jefes del cartel de Medellín, quienes para protegerlo, decidieron su traslado a Bogotá y desde entonces alternó sus actividades entre estas dos ciudades. "Pinina" pasó del magnicidio al carro-bomba y al crimen colectivo. Organizó y ordenó la racha de explosiones que ha dejado 262 civiles muertos, 129 policías asesinados en Medellín y miles de damnificados en todo el país.
El final de uno de los hombres más buscados por las autoridades militares y de policía se logró después de una larga labor de inteligencia que se inició hace cerca de un mes. El éxito del operativo se debió a la información entregada por un ciudadano que se comunicó en varias oportunidades con la comandancia de la policía de Antioquia para suministrar información sobre el paradero de "Pinina". Como recompensa por su información, el gobierno nacional le entregará, en absoluta reserva, cien millones de pesos.
El golpe llevó al director de la policía, general Gómez Padilla a afirmar que "se ha eliminado un eslabón más en la cacería de Pablo Escobar. A él seguiremos buscándolo. Le estamos cerrando espacios. El está en Antioquia, en los valles de Aburrá y de Rionegro. No sale de allí porque son lugares muy propicios para sus desplazamientos".