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Se calienta la campaña

Fajardo gana en todos los escenarios, Petro supera a Vargas, Marta Lucía se consolida y De la Calle entra al pelotón. Al uribismo le va regular, pero se anticipa que despegará cuando haya un candidato oficial.

9 de diciembre de 2017

Si las elecciones presidenciales tuvieran lugar hoy, el grupo tiende a reducirse a cinco nombres viables: Sergio Fajardo, Gustavo Petro, Germán Vargas Lleras, el que surja de la alianza entre Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, y Humberto de la Calle.

Esa es la principal conclusión de la gran encuesta realizada por Invamer para Caracol Televisión, Blu Radio y SEMANA, la tercera de 2017. Al depurarse la lista de 48 candidatos a una docena, se consolidan algunas tendencias. Es el caso del liderazgo de Sergio Fajardo. El exalcalde de Medellín gana en todos los escenarios planteados con su nombre. Lleva una cómoda ventaja sobre Claudia López, candidata del Partido Verde, y Jorge Enrique Robledo, del Polo Democrático, alianza que -después de superar una crisis por desacuerdos sobre las reglas del juego- mantuvo la intención de llegar a la primera vuelta con un candidato de unidad.

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Claudia López ha perdido fuerza y su imagen se ha deteriorado. De hecho, si en vez de Fajardo el candidato fuera alguno de los otros dos de la Coalición Colombia, podría resultar triunfador Petro. Y en todos los escenarios de segunda vuelta en que Fajardo se enfrenta a cada uno de los demás candidatos siempre obtiene la victoria con márgenes cercanos al 2 a 1.

Varios hechos explican el liderazgo de Fajardo. El discurso anticorrupción de la alianza encaja con las preocupaciones del electorado. Ese es el principal problema del país para la mayoría de los colombianos, y en las tres encuestas realizadas por Invamer para Caracol Televisión, Blu y Semana esa idea ha aumentado sistemáticamente: 20,7 por ciento en mayo y 23,4 en diciembre. En materia de imagen Fajardo tiene la percepción positiva más alta (51,6 por ciento) y uno de los desfavorables más bajos (18,9 por ciento).

La encuesta ratifica también que el exalcalde de Bogotá Gustavo Petro será uno de los grandes protagonistas de la campaña electoral de 2018. En el listado abierto, de todos los candidatos pasó del tercer al segundo lugar y regresó al 14 por ciento de personas con intención de voto, después de haber perdido 4 por ciento en septiembre. La encuesta confirma que tiene una gran fuerza electoral en Bogotá y en la costa Caribe.

En las últimas semanas, Petro ha buscado aproximarse a otras fuerzas de izquierda y ha incrementado su presencia en los medios de comunicación. Llegó a un acuerdo con la exministra Clara López, la ASI, la UP, Mais y otros sectores sociales para presentar listas únicas al Congreso. Con estas se explorará la posibilidad de tener una sola candidatura presidencial. De concretarse un acuerdo, la carta más competitiva sería Petro.

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La mayor debilidad del exalcalde es su perfil polarizador. Y eso significa que tiene un techo: una frontera difícil de traspasar y un límite para subir. Su imagen negativa (42,1 por ciento) es más alta que la positiva (36,7 por ciento), y como tiene un nivel de conocimiento muy alto entre los colombianos (87,7 por ciento) es poco probable que esa imagen se modifique. En las tres mediciones de Invamer en 2017 ese perfil se mantuvo casi sin cambios. Y un porcentaje tan alto de percepción negativa debilita las posibilidades de triunfo en una segunda vuelta. Sin embargo, si se compara esta encuesta de diciembre con la de hace tres meses, Petro está relativamente mejor: sigue perdiendo con Fajardo y Marta Lucía Ramírez, pero le gana a Germán Vargas Lleras –casi en un empate técnico–, y a Iván Duque.

Tampoco se ha modificado la situación del Centro Democrático. El grupo de cinco precandidatos se ha reducido a tres –Carlos Holmes Trujillo García, Iván Duque y Rafael Nieto– pero ninguno ha sido ungido con el título de “el que diga Uribe”. Tal vez por esto si las elecciones fueran hoy, ninguno pasaría a la segunda vuelta. Mientras no se conozca la decisión sobre el candidato final, no se sabrá el verdadero potencial electoral del uribismo, que es muy grande. Se estima que el espaldarazo formal del exmandatario –quien mantiene una imagen positiva de 60 por ciento– le daría al ganador el impulso que hasta el momento no tiene. Eso sucedió hace cuatro años con Óscar Iván Zuluaga, quien al convertirse en el candidato de Uribe aumentó casi 10 puntos automáticamente.

El candidato de Uribe tendrá que medir fuerzas posteriormente con Marta Lucía Ramírez y con Alejandro Ordóñez en una consulta interpartidista en marzo. Según la encuesta, el que diga Uribe y Marta Lucía le llevan bastante ventaja al exprocurador.

Cuando la encuesta mide a cada uno de los candidatos uribistas contra sus posibles rivales, Iván Duque obtiene la mayor votación. Y en los escenarios frente al pelotón puntero –Fajardo, Petro, Vargas Lleras y De la Calle– también logra el mejor resultado con casi el doble de lo que obtendrían Rafael Nieto o Trujillo.

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Duque, sin embargo, sigue como una carta débil para la segunda vuelta: según las encuesta, hoy lo derrotarían Fajardo, Petro, Germán Vargas y De la Calle. Todavía tiene trabajo pendiente para fortalecer su reconocimiento: aunque en el presente año aumentó en 20 puntos el porcentaje de quienes lo conocen, todavía un 35 por ciento no lo identifica. Y su imagen negativa, de 27,3 por ciento, es igual que la positiva: 26,3 por ciento.

En el momento, la carta más competitiva para la centroderecha no sería el candidato uribista, sino la exministra Marta Lucía Ramírez. En escenario de primera vuelta está casi en el mismo nivel que Duque. Pero en un escenario de segunda vuelta, la exministra derrotaría a Duque por un amplio margen. Aun así, el candidato uribista queda en un cuarto puesto y derrota a Humberto de la Calle.

La fortaleza de Marta Lucía Ramírez está en su imagen. Tiene una percepción positiva alta –la segunda después de Fajardo– y una negativa baja. Un perfil competitivo, sobre todo para escenarios de segunda vuelta, en el que juega un papel su discurso anticorrupción, que como ya se vio es el principal problema del país, según los encuestados. Con esas cartas perdería con Fajardo, pero derrotaría a Petro, Vargas Lleras y De la Calle. Por afiliación partidista, como es de esperarse, sus principales simpatías están en el conservatismo y en el Centro Democrático.

Si la exministra llega a derrotar al candidato de Uribe y se convierte en la candidata de la alianza Uribe-Pastrana-Ordóñez, sus posibilidades de llegar a la Casa de Nariño son grandes.

En la lista de favoritos se mantiene el exvicepresidente Germán Vargas Lleras. Ha perdido terreno: en la encuesta de mayo ocupaba el primer lugar, en la de septiembre quedó segundo y en la última, la de diciembre, descendió al tercer puesto. Pero está en la pelea. La campaña del exvicepresidente es la más completa en términos programáticos y probablemente la mejor financiada dado el entusiasmo de los empresarios por sus propuestas tributarias. Además, la maquinaria que ha logrado montar es formidable, y los votos de ese tipo de apoyo no siempre salen registrados en su totalidad en las encuestas.

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Pero Vargas Lleras tiene un problema en Bogotá. En forma sistemática, en todos los escenarios electorales obtiene en la capital de la república una votación notablemente menor que la que alcanza en el resto del país y que la de sus principales rivales. Bogotá tiene un peso electoral muy significativo que puede llegar a un 20 por ciento. Para ganar las elecciones, quien pierde en Bogotá debe alcanzar unos márgenes muy amplios en el resto del país. Hasta el momento, Vargas tiene un respaldo sólido y apreciable en la costa Caribe, pero no es suficiente para compensar la pérdida que ha sufrido en la capital. Sobre todo cuando Petro, que también goza de respaldo en la costa, tiene un electorado amplio y leal en la ciudad.

Las jugadas políticas del exvicepresidente no le han resultado bien. Desde mayo ha perdido 15 puntos de imagen positiva y la desfavorable ha crecido en 10. Hoy esta última es más alta que la favorable, y eso se refleja en una pérdida de competitividad en los escenarios de segunda vuelta, en los que pierde frente a competidores a los que antes derrotaba. Perdería con Fajardo, Petro –lo cual es una sorpresa–, De la Calle y Marta Lucía Ramírez.

Humberto de la Calle ingresó al paquete de candidatos viables. Su triunfo en la consulta liberal le significó un empujón que lo sacó del grupo de atrás y le permitió llegar al que lidera. En el cuadro general ocupa el cuarto puesto y en el más selecto –de los que pueden ganar– queda de cuarto, por encima del candidato uribista. De la Calle tiene una imagen sólida (la tercera percepción positiva más alta y superior a la negativa) que le permitiría una campaña exitosa. Su línea asciende, aunque con pendiente leve.

La controversia alrededor de la consulta liberal contra Juan Fernando Cristo tuvo un costo político no solo para el partido, sino para el ganador: la imagen positiva de De la Calle cayó ocho puntos y la negativa creció en una cifra parecida. En caso de llegar a la segunda vuelta superaría a Germán Vargas y a Iván Duque, pero perdería con los demás.

En la lista de los principales problemas que deberá enfrentar el próximo presidente aparecen, en su orden, la corrupción, la salud, el desempleo, la educación y la pobreza. Solo un 3,8 de los encuestados mencionan los asuntos de paz, incluida la implementación de los acuerdos. Y sobre la negociación misma, un 64 por ciento -6 más que en septiembre- cree que su puesta en marcha va por mal camino. Mayorías amplias consideran que los textos de La Habana no se van a cumplir. De la Calle, en consecuencia, se perjudicaría si solo se posiciona en la competencia como el hombre de la paz. De hecho, su identificación con el acuerdo de La Habana es a la vez su principal fortaleza y su mayor debilidad.

La campaña electoral, estrictamente, aún no ha comenzado. La historia definitiva empezará desde enero. Aún hay confusión y muchas candidaturas. Pero, al mismo tiempo, 2017 deja un panorama menos incierto, con tendencias que, a

unque pueden cambiar, ya están definidas. Será una campaña dura y, en principio, reñida como nunca.