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“Las noticias falsas son solo un síntoma de un problema más grave”

El experto en periodismo digital y defensa de las audiencias Edward Schumacher-Matos participó en el gran foro de medios sobre ‘fake news’. Puso sobre la mesa la pérdida de confianza en los periodistas y los peligros del desorden informativo para la democracia.

1 de noviembre de 2017
| Foto: Guillermo Torres

Dudar y cuestionar pero sin verificar. Esa parece ser la regla de la gente que consume información a través de las redes sociales hoy. Los algoritmos hacen que unos contenidos primen sobre otros, fenómeno que lleva a que los internautas vean en su news feed las ‘noticias’ que publican sus amigos de Facebook antes que las publicaciones de los medios de comunicación.

Esto no sería un problema si no se hubiera convertido en la autopista de la desinformación. La gente confía en sus familias y amigos mucho más que en los medios de comunicación, que ve como instituciones distantes y elitistas, que a veces hasta rayan en lo esnob.

Y lo realmente grave es que la pérdida de confianza en el gobierno y en los periodistas como controladores de la información acarrea enormes consecuencias. Cuando se duda de todo y la pregunta constante es “¿qué es verdad?”, la sociedad empieza a sentirse en situaciones de anarquía, lo cual produce un terreno abonado para el populismo y la mano dura.

Esta fue la interesante perspectiva del director del Centro Edward Murrow para el Mundo Digital y antiguo defensor de la audiencia en la Radio Pública Nacional de Estados Unidos, Edward Schumacher-Matos, en el foro “Noticias Falsas: el gran reto del periodismo actual” desarrollado en Bogotá.

El periodista colombo-americano mostró el sombrío panorama que están viviendo los medios de comunicación tanto en Estados Unidos como en el mundo.

Entre 1997 y 2004, cuando a la gente le preguntaban si tenía un alto nivel de confianza en los medios de comunicación las cifras superaban el 50 por ciento. Pero desde 2005 la caída ha sido constante, hasta llegar al punto de que en 2016 solo el 32 por ciento de las personas encuestadas afirmaron confiar mucho en los medios. En la época del escándalo político del Watergate, la cifra rondaba el 70 por ciento.

Y es que los niveles de confianza no han parado de caer en los últimos años. Con excepción de las fuerzas militares y algunas cortes judiciales, los datos demuestran que en Estados Unidos y en el mundo entero las personas están creyendo cada vez menos en las instituciones. Y esto en definitiva afecta a los medios de comunicación, que hoy se ubican más o menos en el 10 por ciento de credibilidad.

Internacionalmente, solo en 2015 la tasa de gente que confía en el gobierno cayó de 30 a 22 por ciento, mientras que los ‘desconfiados’ aumentaron de 33 a 48 por ciento en todo el mundo.

Para Schumacher esto se debe a que como en los últimos años los medios de comunicación han sido comprados por corporaciones y conglomerados, los periodistas, en la búsqueda por ser éticos, se han ido alejando de sus fuentes primarias, de la gente.

“Los medios estadounidenses son mejores que nunca. El periodismo en Colombia nunca ha sido tan bueno como lo es hoy. En general, el periodismo en el mundo está pasando por su mejor momento: ha aumentado la investigación, el análisis, el contexto”, afirmó.

Cada vez los periodistas están más formados; el oficio se ve como una profesión de élite. Y ahí está el obstáculo. El periodismo se ha vuelto “cada vez más elitista, lo cual produce una brecha enorme entre los medios y la comunidad".

“Es una paradoja ética: hemos tratado de permanecer distantes, pero ahora no podemos conectarnos con la gente. Hay que tender puentes”, aconseja Schumacher.

Esto, sobre todo, en coyunturas como la actual, ante la democratización creada por las redes sociales, donde cualquiera puede acceder a la información o producirla, sin necesidad de los ‘gatekeepers’, de ningún mediador.

Y como cualquiera puede producir contenidos e ‘informar’, el mundo occidental llegó a lo que Schumacher-Matos llama “el triunfo del deconstructivismo francés de Jacques Derrida”. En otras palabras, triunfó la duda, el cuestionarlo todo.

Pero como dice el académico “creamos esta cultura digital del cuestionamiento y ahora nos estalló en la cara”.

Las dinámicas de lectura vertical, de inmediatez y de lapsos de atención cada vez más cortos han llevado a que los internautas dejen de lado la importancia de la fuente, la autenticidad de la información, para enfocarse en la conexión emotiva.

Es decir, no importa quién publique el contenido porque como ya nadie sabe qué es verdad, no interesa si lo produjo un periodista con experiencia o un portal de desinformación.

Y así se forma entonces una caja de resonancia que lleva a la polarización, pues solo se consumen los contenidos que publican las propias redes, que se consideran creíbles y confiables. Entonces, la narrativa de país, la identidad que se construye a través de las noticias, del acontecer público, se corta.

Como le dijo Schumacher-Matos a SEMANA, “en Colombia no es un asunto inmediato, pero la inestabilidad y la polarización causada por el desorden informativo digital pueden en efecto llevar a una sensación de anarquía, e incluso a la anarquía real, lo cual lleva a su vez a demandar un gobierno autoritario”.

Por eso, como sostiene el académico, “las noticias falsas son solo un síntoma de un problema más grande creado en el mundo digital”.

Además, también es necesario determinar los diferentes niveles de falsedad, pues englobar todo en un concepto impide ver la magnitud del flagelo.

El académico define tres tipos: la misinformation (es decir, la propaganda, difundir verdades a medias con fines específicos), la disinformation (es decir, la información inventada, las mentiras) y la malinformation (o sea, el discurso del odio, del hostigamiento).

Y como dice el director del Centro Edward R. Murrow para un Mundo Digital, “cada una debería ser tratada de manera diferente, porque hoy más que noticias falsas lo que hay es un desorden de la información”.