GUERRILLA

30 de enero de 1984

Durante el año de 1983, ninguno de los dos grupos guerrilleros más fuertes del país, ni las Farc ni el M-19, dieron golpes espectaculares, ni rompieron el diálogo de paz con el gobierno. Sin embargo, esto no significó un enfriamiento del clima de tensión, sino que, por el contrario, el país empezó a sentir el temor de que la situación centroamericana empezara a influir cada vez más en el panorama interno.
La guerrilla de conjunto impuso más su presencia, pero no todos los grupos que la componen se fortalecieron por iguál. Mientras las FARC se afianzaron en varias zonas campesinas, aumentando sus frentes de 15 a 28 y sus efectivos en un 50%, el M-19, por el contrario, sufrió dos reveses que lo debilitaron sensiblemente: por un lado, la jugada poco clara que trató de hacer con la amnistía le redujo la popularidad, y por el otro, la muerte de Jaime Bateman lo dejó sin líder carismático y sin eje centralizador. La desaparición de la figura de Bateman tuvo como contrapartida el surgimiento de la de Tirofijo, el más alto dirigente de las FARC, quien por primera vez recurrió a los medios de comunicación masiva.
La vida política de estos dos grupos guerrilleros quedó marcada por una alianza táctica entre ellos, mediante la cual llegaron a términos comunes para hacer al gobierno propuestas de paz. Su planteo básico se sintetizó en la petición de tregua y de desmilitarización de las zonas de conflicto. La idea de la "desmilitarización", que fué enérgicamente rechazada por el ejército, finalmente fue explicada por los insurrectos no como retiro de las tropas sino como control civil de la población.
A pesar de que el entendimiento pareció ser cada vez menor, los encuentros entre los alzados en armas y representantes del gobierno proliferaron durante el año, y culminaron con el hecho sin antecedentes en la historia del país de que el propio Presidente accediera a ser protagonista de uno de ellos, el encuentro en Madrid con los dos máximos representantes del M-19. Sin embargo, ni los resultados de este diálogo, ni de ninguno de los que precedieron, fueron tangibles para la opinión pública.
Un grupo menor, el ELN, que se había pronunciado abiertamente en contra de cualquier gestión de paz, reapareció en escena con una serie de golpes estruendosos, que empezaron con la toma de una población en la frontera venezolana y culminaron con un golpe nacionalmente repudiado, el secuestro del hermano del Presidente Betancur.
Al finalizar el año, la violencia en el campo era uno de los problemas más sentidos del país, con graves repercusiones en la agricultura y la ganadería, y el hostigamiento de los alzados en armas, lejos de disminuir, se perfilaba como uno de los problemas más graves para 1984.