ANÁLISIS
Seis razones por las que a Gustavo Bell su trabajo con el ELN no le quedará fácil
El exvicepresidente reemplazará a Juan Camilo Restrepo como jefe del equipo negociador y tendrá el reto de sacar del limbo un proceso que cada vez se ve más empantanado.
Gustavo Bell llega a un trabajo díficil. El miércoles en la mañana el presidente Santos anunció que el ex vicepresidente será el encargado de liderar el proceso de diálogo con el ELN. Quizás no hay una negociación más compleja que la que se adelanta con ese grupo al margen de la ley. Sin embargo, no será la primera vez que Bell se monta en un potro así de rebelde.
La vida del reconocido periodista barranquillero dio un salto cuando en 1992 decidió lanzarse a la política y alcanzó el impulso para ser nombrado como embajador de su departamento, el Atlántico. Después de esa gestión, Bell vivió un tiempo en Oxford pero regresó para ser la formula vicepresidencial de Andrés Pastrana. Se podría decir que con él, la figura del vicepresidente tomó un giro pues paralelamente a ese trabajo ejerció las funciones de ministro de Defensa y se convirtió en un personaje clave en los frustrados diálogos que ese gobierno adelantó con las Farc.
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En una conferencia en la Universidad Nacional, que registró el portal Zona Cero, el vicepresidente utilizó el espejo retrovisor para evaluar esa experiencia. Aseguró que en su momento él creyó que la paz con las Farc era posible “como creyó gran parte del país que se entusiasmó”, pero reconoció que como se dieron las cosas, el proceso terminó siendo un “relajo”.
Ahora, Bell recibe la misión de pilotear el proceso con el ELN cuando este precisamente no pasa por su mejor momento. Estas son las seis razones que harán que su regreso a la arena no sea propiamente una luna de miel. ¿Por qué lograr un acuerdo con el ELN es tan complicado?
- La falta de palabra
En los dialogos con las Farc en Cuba se suele mencionar mucho una expresión: “la palabra empeñada”. Se trataba de una forma de decir que en un proceso de negociación es fundamental, a pesar de los caminos jurídicos, cumplir con lo que se promete. Si hay un grupo que ha faltado a esa palabra es el ELN. Un ejemplo de esto es el cese al fuego bilateral que el ELN pactó recientemente con el gobierno para desempantanar la negociación e inyectarle una dosis de confianza. En ese mismo tiempo, el país conoció del asesinato de un líder indígena a manos de esa guerrilla en Chocó y posteriormente de la masacre de 13 personas recientemente en Magüí Payán (Nariño). Aunque la ausencia de ataques a la infraestructura petrolera y la pausa de las confrontaciones con las fuerzas del Estado venían marcando el rumbo de la tregua, no cesan los hostigamientos de esa guerrilla contra la población civil. La sangrienta pugna por los territorios de coca y rutas del narcotráfico que dejaron las Farc potencian la violencia que sacude al Pacífico.
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- El equipo todo es nuevo
Bell llega en un momento de inflexión en la Mesa por cuenta del revolcón que el gobierno le dio al equipo negociador. Aunque Juan Camilo Restrepo, y el general (r) Eduardo Herrera Berbel argumentaron razones personales para dejar sus cargos, en el fondo se sabe que lo decidieron por otras causas. A la complejidad del ELN como actor de la negociación se sumó que la estrategia de La Habana que replicó el presidente Juan Manuel Santos para sacar adelante el cese bilateral no cayó bien en Quito. Los conductos paralelos del expresidente Ernesto Samper, el abogado Álvaro Leyva y el senador Iván Cepeda, provocaron fricciones en el equipo negociador oficial.
- Falta de interés
El escepticismo que gravita sobre la mesa con el ELN no solo se respira en la opinión pública. Internamente siempre ha habido inconformidades. Al proceso de Quito no se le ha rodeado con el mismo interés que al de La Habana. Aunque durante la instalación de la fase pública estuvieron presentes el senador Roy Barreras; el entonces ministro del Interior, Juan Fernando Cristo y la exministra Clara López; allí paró la participación de miembros activos del gobierno. A esta situación se suman detalles del día a día como la falta de espacios propios, herramientas de trabajo y hasta de un equipo de apoyo.
- Guerrilla sin control
Las recientes violaciones al cese al fuego perpetradas por el ELN enfocaron la mirada sobre la falta de los mandos de esa guerrilla sobre su tropa. Una cosa se discute en Quito y otra muy distinta es lo visto en terreno. Aunque insistentemente los voceros del ELN han manifestado que no hay divisiones y están cohesionados, las fracturas saltan a la vista, como ocurrió con el asesinato del gobernador indígena Aulio Isarama Forastero, por el que la guerrilla terminó por pedir perdón. Para algunos analistas el momento que viven los elenos es tan complejo y difícil de resolver que no se descarta replicar la fórmula utilizada con el EPL en los años noventa: negociar con los que quieren hacerlo y combatir a los que no quieren negociar.
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- El tiempo en contra
El margen de maniobra con el ELN es corto. El gobierno cuenta con menos de un año para avanzar y llevar la mesa a un punto de no retorno. Juega en contra el precario capital político que acompaña el final de todo periodo y juega en contra el fraccionamiento y la complejidad de la toma de decisiones en el ELN, que está dividido en muchas organizaciones de base a las que les consultan todo. Pero este tema no parece ser un problema para ellos, que han dicho que no se dejarán presionar por el tiempo. Lo demostraron en la fase pública: se anunció tantas veces –sin concretarse- que costó mucho darle crédito al proceso.
- Agotamiento
El proceso de La Habana dejó exhausto al país en cuanto a las negociaciones. Colombia está en un ambiente de posplebiscito, posacuerdo y posFarc donde existe la sensación de que la página de la guerra se cerró con las Farc. Los episodios de violencia del ELN, como la masacre en Nariño, acentúan el escepticismo que ha rodeado el proceso e indignan a una opinión pública que quiere pasar la página. Se sabe que la negociación con el ELN es necesaria, pero ya no hay tanta paciencia para encarar las dificultades de un nuevo proceso de paz. Si a eso se suma que el caballo de batalla de muchos candidatos para las próximas elecciones será el rechazo a que se le den concesiones a los guerrilleros desmovilizados, la cosa para el ELN está cuesta arriba. Bell no la tendrá fácil.
Tras conocer el nombramiento de Bell como jefe negociador del Gobierno, el ELN se manifestó. Aseguraron que ven positivo que asuma el cargo, y que esperan que "este cambio traiga también un renovado impulso a la mesa para trabajar hacia una paz completa con justicia social".