ANÁLISIS
¿Se le fueron las luces al senador Gustavo Petro?
El líder de la Colombia Humana está de pelea con Sergio Fajardo, con Claudia López, con el fiscal Barbosa y con todo el Centro Democrático. Eso no tiene nada de novedoso. Pero se extralimitó haciendo un llamado a la “desobediencia civil”, que nadie vio con buenos ojos.
Este lunes en la mañana, en entrevista con La W Radio, Gustavo Petro invitó a la ciudadanía a la “desobediencia civil”. Este pronunciamiento del senador se dio luego de que, en una columna publicada el fin de semana, afirmara que no reconoce la legitimidad de Iván Duque como presidente de la República.
Cuando los periodistas de la emisora lo increparon para preguntarle qué significaba eso en la práctica, el líder de la Colombia Humana sorprendió a más de uno.
Afirmó que, como no es prudente hacer manifestaciones públicas en medio de la pandemia, llamaba a los ciudadanos a tener actos de rebeldía contra el Gobierno, como "dejar de pagar los servicios públicos o no mandar a los hijos al colegio”.
Más allá de cualquier consideración política, se trata de una petición irresponsable de un dirigente que, por su investidura, en medio de una situación como la que atraviesa el país, tendría que estar dedicado a hacer oposición y a plantear soluciones a la crisis. Pero a Petro se le ve hoy más dedicado a las peleas personales y a las disputas en Twitter que al trabajo en el Congreso.
Y es que los frentes de batalla no son pocos. El líder de la Colombia Humana está de pelea con el fiscal Barbosa, con Uribe, con Duque y con todo el Centro Democrático. Eso, en sí mismo, no tendría nada de novedoso. El tema es que el senador a su vez tiene abiertos frentes de batalla con personas que, a diferencia de los uribistas, no son del todo lejanas a su línea de pensamiento político.
Está enfrentado también con Sergio Fajardo, Claudia López y Jorge Robledo. Al ser tantas las peleas cazadas, hay quienes se preguntan si a Petro se le están yendo las luces.
La disputa con Sergio Fajardo es puramente política y es ya de vieja data. ¿La razón? Petro no le perdona que, en lugar de manifestarle su apoyo para la segunda vuelta, el dirigente antioqueño haya preferido irse a ver ballenas y votar en blanco. Para el hoy senador esa fue una traición imperdonable que, a su manera de ver, fue la causa fundamental del regreso del uribismo al poder.
Se trata de una línea de argumentación débil que puede refutarse con un simple ejercicio matemático: si se le suman a Petro la totalidad de los votos en blanco, el resultado final de las elecciones hubiese sido el mismo. No obstante, desde que pasó la contienda presidencial, Fajardo se ha convertido en el principal blanco de los ataques del jefe de la Colombia Humana.
Pero de las peleas de Petro esa puede ser la más fácil de entender. Es válido que Petro resienta la decisión de Fajardo, pero además este último se perfila como su mayor contendor para las presidenciales de 2022. Así las cosas, lo que hay entre los dos no es más que una puja política anticipada de dos hombres que abiertamente han manifestado sus intenciones de llegar a la Casa de Nariño en las próximas elecciones.
Lo de Claudia López es más complejo. La hoy alcaldesa de Bogotá, quien en los comicios de 2018 fue fórmula vicepresidencial de Fajardo, decidió apartarse de la determinación de este último y se la jugó por apoyar a Petro. Aunque nunca quedó escrito, lo lógico esa que el senador retribuyera ese gesto apoyando la aspiración de López a la Alcaldía.
Como se sabe, eso no pasó y el líder opositor apoyó a Hollman Morris. Aun con esa realidad política, no era difícil que, una vez pasadas las elecciones, Petro asumiera el resultado y se convirtiera en un aliado de la administración de Claudia. Pero eso tampoco pasó. Desde antes de que la alcaldesa se posesionara, los ataques de Petro hacia ella en las redes sociales no daban tregua.
Aunque para muchos fue una sorpresa que el senador criticara tan duramente a quien lo había apoyado en el pasado, hasta hace unos días el asunto estaba limitado al campo de la retórica. Eso cambió esta semana. Esta vez, el senador anunció una denuncia penal contra la alcaldesa por la eventual demolición del hospital San Juan de Dios para abrirle paso a un gran complejo de salud pública.
Ahí, ya con acciones judiciales en mano, el tema pasó de castaño a oscuro. Como si eso fuera poco, el senador afirmó que buscará que su movimiento, la Colombia Humana, pase de ser independiente a ser oposición.
Volviendo al enfrentamiento de Petro con el uribismo, cabe una reflexión. Es previsible que la persona que perdió las elecciones contra el hoy presidente se oponga vehementemente a los lineamientos y a las directrices de Palacio. En últimas, en términos políticos, Petro es la antítesis del partido de gobierno. Se trata de la dinámica normal del juego electoral. Oponerse al presidente de turno, además de ser un derecho, es una labor necesaria en una democracia.
Pero esta semana Petro se fue más lejos. Su propuesta, más que constructiva, parece un llamado a la anarquía que en nada contribuye a solucionar los problemas del país.
Nadie puede negar que el escándalo de la ñeñepolítica es hoy uno de los temas prioritarios de la agenda nacional. Es un proceso judicial que aún está en curso y quedará en manos de la justicia llegar al fondo de lo ocurrido.
Sin embargo, hay que decir, en términos puramente jurídicos, no ha podido establecerse que dineros ‘non sanctos‘ entraron en la campaña de Iván Duque, o que este supiera de movimientos irregulares. Por eso, expresiones de Petro como esas de que Colombia es un “narcoestado” o sus afirmaciones sin sustento jurídico, no vienen a lugar.
En medio de todo esto son varias las preguntas que quedan: ¿de qué sirve que los colombianos dejen de pagar los servicios?, ¿cómo enriquece el debate democrático que los padres no manden a sus hijos al colegio?, ¿tiene algún efecto real el anuncio de Petro de no reconocer a Iván Duque como presidente?
En momentos de crisis se conoce la grandeza de los líderes. La actitud del senador Petro en los últimos días, definitivamente, no ha sido la de alguien que está haciendo fila para llegar al Palacio de Nariño.