EDITORIAL
Gustavo Petro, ¡Basta ya!: editorial de SEMANA
Gustavo Petro es el protagonista del paro, y sus redes sociales atizan la hoguera. Con un país acosado por la violencia, en crisis económica y transitando hacia la anarquía, le llegó la hora de pensar primero en Colombia que en conquistar, como sea, la presidencia.
Gustavo Petro es hoy el candidato favorito en los sondeos que miden la intención de voto de cara a las próximas elecciones presidenciales. Pero al mismo tiempo, es el político al que la mayoría de los colombianos (30 por ciento) identifica como el promotor del paro, según la más reciente encuesta de SEMANA, realizada por el Centro Nacional de Consultoría.
Las protestas, sin precedentes, ya completan casi un mes, se han salido de control por cuenta de la violencia y tienen al borde de la quiebra a millones de personas y empresas en el país, aunque muchas de las demandas de los manifestantes son justas.
¿Cuál ha sido el papel que ha jugado Petro durante el paro? Por lo menos, el 52 por ciento de los encuestados considera que su desempeño ha sido negativo, y solo el 37 por ciento lo aplaude y dice que ha sido positivo. Más allá de lo que muestren los sondeos, bien vale la pena analizar con cabeza fría el comportamiento del principal líder de la oposición y puntero en las encuestas presidenciales en medio de la coyuntura más difícil que recuerde la nación en décadas.
Una de las mejores maneras de evaluar a Petro es revisando sus pronunciamientos en redes sociales, convertidas en su principal tribuna de comunicación. Entre el 27 de abril y esta semana, el líder de la Colombia Humana ha dicho que el país es una “dictadura”; lo ha comparado con “Birmania”; ha afirmado que Buga es como “Gaza”; ha señalado que se han cometido crímenes de “lesa humanidad”; ha pedido la renuncia del director de la Policía; ha acusado al presidente Duque de dar “una orden” para una “matanza”; ha asegurado que Uribe sigue un libreto “neonazi”; ha hablado de “golpe de Estado” y hasta de una crisis que, a su juicio, no se vio ni durante la dictadura de Pinochet en Chile.
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A simple vista, todo lo que ha dicho Petro es claramente una exageración o una mentira. Sin embargo, en un ambiente caldeado y violento, sus palabras se convierten en gasolina, y lo único que hacen es encender más el odio en momentos en que los colombianos exigen grandeza y sensatez de parte de sus líderes políticos para poder sacar adelante las reformas que demandan los ciudadanos, principalmente los jóvenes. Por esta razón, Petro se equivoca y está jugando, literalmente, con fuego: lo que hoy puede hacerlo popular mañana podría pasarle una costosa factura en términos políticos y dejarlo sin opciones en las presidenciales.
El exalcalde de Bogotá debe saber que, a medida que el paro se extienda y la violencia se agudiza, muchas miradas apuntarán hacia él, sin importar si ha dado órdenes o no, pues es indiscutible que es la cara política más visible de las protestas. Tan es así que ha invitado a las personas a “no abrir su negocio, no sacar su carro, no ir al trabajo, no comprar gaseosas, no ir a comprar nada en grandes superficies comerciales, no hacer transacciones financieras y retirarse de los fondos privados de pensiones”. Que un líder político que aspira a dirigir los destinos de Colombia haga estas exhortaciones, algunas entre insólitas y peligrosas, es apenas una pequeña muestra de su verdadero talante y de lo que podría hacer con el enorme poder desde la Casa de Nariño si gana la presidencia en 2022.
Petro en principio quiso ser visto como prudente frente al paro. En un audio filtrado a los medios de comunicación se escucha al dirigente conversar con varios líderes del Comité Nacional del Paro, a quienes les dice: “En el momento en que el Gobierno decidió retirarla (la reforma tributaria), debió declararse el triunfo popular y frenar ahí”.
Pero de manera contradictoria, en sus redes sociales lo único que ha hecho es seguir apoyando el paro, y sus mensajes son cada vez más radicales. Mientras tanto, es difícil creer que él no está detrás de una gran estrategia en medio de las movilizaciones, pues los congresistas afines a su causa política, y no solo de la Colombia Humana, han estado en la primera línea. Y el país los ha visto en los disturbios, compartiendo videos bajo los gases lacrimógenos, tratando de impedir la función de la fuerza pública, e incendiando los ánimos en las calles y en las redes sociales.
El senador Gustavo Bolívar, alfil de Petro y uno de los más interesados en que él llegue a la presidencia, también suele acudir al populismo y la demagogia pidiendo la renuncia del presidente Duque, pese a que fue elegido en democracia, y ha caído en el colmo del absurdo al acusarlo, de manera calumniosa, de ser un “triste asesino”.
Al ministro de Defensa lo llama ahora “carnicero” y “sanguinario”. ¿Ese lenguaje incendiario, sin filtros ni límites, de los autodenominados líderes progresistas, que han defendido la llamada “política del amor” de su líder en el pasado, es lo que necesita hoy Colombia? Gustavo Bolívar ha puesto en duda lo obvio y ha negado lo evidente, y es que, por cuenta de los bloqueos, muchas ciudades sufren el desabastecimiento de alimentos y varios hospitales se han visto en aprietos por falta de oxígeno. Incluso, un bebé no pudo nacer porque la ambulancia quedó atrapada en una protesta.
A Gustavo Bolívar se le vio en los últimos días en Estados Unidos, en citas con congresistas, a los que les vendió una versión del país que no es completamente real. Aunque ha habido repudiables excesos de algunos policías, Colombia no es ni una dictadura ni el Estado opresor dedicado a violar los derechos humanos, como afirma Bolívar. Mientras la nación enfrenta una grave crisis económica y una amenaza a la seguridad, él y el senador Alexánder López no fueron a Washington a pedir más ayuda, sino a exigir que se congelen los recursos de cooperación.
Otros congresistas afines a Petro han desempeñado un papel controversial. La representante a la Cámara María José Pizarro le ha dado órdenes al Esmad en medio de las protestas, cuando esa no es su función. El congresista Alexánder López, presuntamente, ha frenado capturas aparentemente en flagrancia; su colega Wilson Arias ha tratado de impedir el trabajo de los uniformados; y el representante Inti Asprilla, figura petrista en la Alianza Verde, ha publicado sus videos ahogado por los gases en los disturbios.
Las manifestaciones han dejado en evidencia a varios miembros del Comité del Paro que, aunque se esmeran por decir que representan a algunos sectores y sus necesidades, sin ningún pudor han confesado en medios de comunicación que Petro es el candidato de sus preferencias para 2022. Por eso, a un amplio grupo de la opinión pública le cuesta trabajo deslindar al senador de lo que hace dicho comité, el cual se ha negado rotundamente a condenar los bloqueos y el terrorismo urbano. El 52 por ciento de los colombianos, según la encuesta de SEMANA, no se siente representado por ese comité.
Si algo ha marcado negativamente a Petro durante este paro ha sido el hecho de que ha sido incapaz de rechazar, de manera contundente y decidida, los bloqueos, el vandalismo y el terrorismo urbano, así como la infiltración de las disidencias de las Farc y el ELN. En Cali, muchos no lo quieren ni ver.
Tampoco ha sido capaz de condenar el asesinato a puñaladas de un capitán de la Policía en Soacha, a manos de vándalos, y toda la violencia contra centenares de policías heridos. No se le escuchó una sola palabra el día en que una multitud intentó quemar vivos a 15 uniformados en un CAI en Bogotá. Petro solamente se ha empeñado en mostrar una cara de la moneda, la que él considera que le favorece políticamente. Pero si hay algo que necesita tener un líder es el don de ser justo.
El dirigente de la Colombia Humana, en el más reciente sondeo de SEMANA, aparece con el 25 por ciento de la intención de voto. No obstante, eso no significa que haya ganado ya la presidencia, pues un restante 33 por ciento de los votos está repartido entre los demás candidatos. Así mismo, el 25 por ciento se niega a votar por los aspirantes que hoy están en la contienda. Eso quiere decir que, faltando un año para las elecciones, Petro no tiene asegurado su triunfo, como creen algunos de sus seguidores. Por lo tanto, resulta provocador que califique como “alocuciones” sus videos en redes sociales, cuando tradicionalmente el único que hace alocuciones es el presidente de la República.
Aunque el senador y sus electores pueden sentirse ganadores, las cifras no dan para tanto, y en cualquier momento puede surgir una figura que lo arrase, especialmente con un discurso sensato, sin extremismos que asusten, y que se conecte con la mayoría de los colombianos y sus demandas.
La soberbia de Petro no le está saliendo bien. Así lo demuestra el portazo que le dio al Gobierno Duque, negándose a conversar, incluso antes de ser invitado formalmente. Otros líderes de la oposición, pese a las diferencias con el presidente, acudieron al llamado y entendieron que por encima de todo está el país. Lo que está ocurriendo, en todo caso, ya lo había advertido Petro en 2018, cuando perdió en la segunda vuelta frente a Duque. En esa ocasión anunció que la oposición se haría desde las calles. A lo largo de su carrera pública, el líder de la Colombia Humana ha visto en las movilizaciones una de sus principales herramientas políticas. Nadie olvida cómo llenaba la plaza de Bolívar cuando fue suspendido de la Alcaldía de Bogotá por el procurador Alejandro Ordóñez, ni tampoco sus polémicos discursos desde el balcón del Palacio Liévano.
Pero aunque le gusta la calle, solo se le ha visto una vez en las marchas, y fue esta semana, cuando se tomó fotos con Camilo Romero, una de sus fichas en la Alianza Verde. ¿Por qué no acompañó a los jóvenes en las anteriores convocatorias? Además, Petro fracasó en su convocatoria de sacar a un millón de personas a las calles en Bogotá, lo cual demuestra que la gente se está agotando y que tal vez son millones los que están silenciosamente en sus casas, sin participar del paro y los bloqueos, y pidiendo que las reformas se tramiten por los canales institucionales y de manera pacífica. La inmensa mayoría de los colombianos necesita trabajar y producir, aun entendiendo que es urgente que el Gobierno resuelva problemas estructurales en materia de empleo, salud, educación y seguridad.
En el gran estudio electoral de SEMANA, a la pregunta de cuál cree que sería un mal presidente para Colombia, Petro ocupó el primer lugar con el 32 por ciento. Sin embargo, él poco o nada se ha preocupado por hacer alianzas, porque mientras habla de unión en el Pacto Histórico, permanentemente hostiga e insulta a personajes que representan sectores alternativos, y que le podrían sumar votos en un momento dado, en especial la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, y el exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo.
Por si fuera poco, ha dejado ver algunas de sus ideas en caso de llegar a la Casa de Nariño y muchas de ellas preocupan porque significan una guerra abierta contra ramos como el financiero y ciertos grupos económicos. De igual manera, es incierto qué pasaría con las Fuerzas Militares y con la Policía, así como con la lucha contra el narcotráfico y la extradición, pues se ha mostrado dispuesto a revisar esta figura de cooperación internacional con los Estados Unidos.
A Petro también le ha costado comprometerse públicamente a que, en caso de ganar, deje el poder en cuatro años, y por el contrario ha dicho que su propuesta de la Colombia Humana necesitaría por lo menos tres periodos. Su relación y la de algunos de sus líderes más cercanos con los medios de comunicación preocupa, por la abierta intolerancia y el lenguaje violento que exhiben frente a la crítica, la veeduría y el control. El senador tendrá que calcular muy bien su apuesta para llegar a la presidencia. Como los colombianos lo relacionan mayoritariamente con el paro, muchos piensan que este ambiente tan caldeado es apenas el preámbulo de lo que podría ser su gobierno.
Si Petro quería disminuir el miedo que sigue suscitando en algunos sectores, lo que ha hecho en medio de las protestas es todo lo contrario: aumentarlo. Hoy sigue enarbolando la bandera de la división, el odio y la lucha de clases. Y algunos que lo empezaban a ver como una alternativa podrían tomar distancia y mirar hacia otras candidaturas. Petro, al final, ganará algunos réditos por lo bueno que deje el paro, pero sin duda pagará políticamente por lo malo y lo feo de unas protestas y bloqueos que aún no terminan.