POLÍTICA

Los caminos de Petro a la Presidencia

Aunque Gustavo Petro salió de la Alcaldía de Bogotá con una popularidad baja y una cuestionable gestión, siempre aparece en la lista de candidatos en las elecciones 2018. ¿Cómo se explica esta contradicción?

1 de abril de 2017

Desde que comenzaron a salir las encuestas sobre intención de voto presidencial para 2018, en los círculos de poder ha causado revuelo la permanencia de Gustavo Petro en los primeros lugares. Y aunque él asegura que la mayoría de las mediciones están sesgadas, los resultados le han dado un nuevo impulso a su aspiración: “Excepto la voluntad popular, no hay nada que pueda impedir que demos la batalla”, asegura.

Las intenciones presidenciales del exalcalde de Bogotá se hicieron visibles en agosto pasado en un acto político en Ciudad Kennedy. Delante de 1.000 personas invitó a votar por el Sí en el plebiscito, lanzó dardos contra Juan Manuel Santos, Germán Vargas Lleras, Enrique Peñalosa y Álvaro Uribe, y presentó la agenda de la política de la ‘Colombia Humana’, una plataforma basada en la lucha contra el cambio climático, las batallas contra la segregación social y un mayor poder estatal.

Desde entonces, Petro no ha dejado el mismo discurso y –a pesar de que en 2015 salió de la Alcaldía con una desaprobación superior al 70 por ciento– se ha mantenido en el sonajero. Su estrategia no se basa en tejer redes de manzanilla ni en conformar un partido. Su movimiento, Progresistas, no tiene estructura orgánica, ni congresistas, diputados ni alcaldes y solo tiene representación en el Concejo de Bogotá.

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“Es un hombre solitario y no es de partido”, dice uno de sus coequiperos en la administración distrital, que lo sigue acompañando. Pero en el caso del exalcalde, no tener una estructura orgánica no es una dificultad sino una decisión deliberada. Con una gran capacidad retórica, aprovecha su sentido de la oportunidad y lanza duros mensajes para atraer a grupos específicos de interés e interpretar sus peleas.

A nivel nacional, sus temas favoritos convocan a los ambientalistas. No para de hablar del cambio climático y fue uno de los políticos más activos en el impulso al voto por el No en la consulta minera de Cajamarca de hace una semana. Pero entre sus preocupaciones también se destacan las que tienen que ver con las poblaciones vulnerables, como las víctimas del conflicto y los LGBTI.

Se atribuye a su trabajo el apoyo que le dieron a la reelección de Santos las organizaciones defensoras de esta población, así como los ambientalistas y los animalistas. Y así lo dejó en evidencia el presidente en su discurso de victoria en junio de 2014 cuando le agradeció haber acercado esos sectores a la campaña.

No obstante, Bogotá sigue siendo el caballito de batalla del exalcalde. En enero pasado fue protagonista de la indignación antitaurina y convirtió la lucha contra la apertura de la Plaza de Santamaría en una batalla contra Peñalosa y el establecimiento. “No lidero la revocatoria del alcalde, esa es una decisión ciudadana”, dice. Sin embargo, es cercano a varios de los líderes de dos de los comités promotores de ese proceso y controvierte al mandatario todo el día.

Cuando la actual Alcaldía intervino el Bronx, dijo que estaban maltratando a los habitantes de calle. Cuando se supo que el metro de Peñalosa sería elevado, aseguró que con esa idea perdían los bogotanos. Y cuando hace un mes el alcalde anunció el plan urbanístico Lagos de Torca para el norte de la ciudad, aseguró que viola la Reserva Van der Hammen y atizó las reacciones de ciudadanos desprevenidos y ambientalistas.

Para fijar sus posiciones y agitar el debate, Petro usa Twitter, el medio de comunicación preferido por los indignados para hacer política. En un día puede poner más de 50 trinos en los que además de criticar a sus opositores, reivindica su ‘Bogotá Humana’ y critica al establecimiento. En esta línea, apoyado por un ejército digital que lo defiende en las redes sociales, en los últimos días se fue lanza en ristre contra Vargas y Santos, a quienes acusa de estar interesados en tumbar su candidatura.

Frente a Vargas, asegura que le dio línea al contralor de Bogotá –de Cambio Radical– para imponerle una multa de 80.000 millones de pesos por haber bajado las tarifas de TransMilenio en 2012. Y sobre Santos, dice que traicionó la capital al no comprometer los recursos para hacer el metro subterráneo. En la mayoría de sus mensajes se refiere a los gobernantes como representantes del poder o de la rancia oligarquía: su lenguaje y su tono buscan cautivar a quienes están agotados con la política.

En su apuesta de ser el candidato antiestablecimiento, también sigue la lógica de darles duro a los medios de comunicación. Los acusa de tapar los escándalos de poder. La semana pasada, en entrevista en La W aseguró que nadie había publicado las denuncias que, según él, hizo como senador contra Odebrecht en 2010. “Incluso cuando dije que Germán Vargas hizo su campaña en un avión de los Nule, también se callaron”, le dijo a la periodista Vicky Dávila mientras insistía en su desconfianza por las encuestas contratadas por los medios, a pesar de que figura en una posición sólida.

Pero a su sentido de oportunidad política para movilizar a los más escépticos, radicalizar posiciones y encontrar causas populares, se suma otro factor que explica la vigencia del exalcalde. Se trata de la fuerza que tiene en algunas localidades del occidente de Bogotá como Bosa, Fontibón y Kennedy, en las que focalizó su intervención social. De hecho su equipo reivindica que como consecuencia de su gestión en temas como salud, educación y alimentación, los indicadores de pobreza multidimensional en la ciudad bajaron durante su gobierno. Según el Dane, el número de pobres en la capital pasó de 841.000 a 368.000 entre 2012 y 2015, y aunque esa disminución se asocia a una tendencia nacional, también responde al tiempo en que Petro fue alcalde

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Si bien la estrategia de Petro le ha servido para mantenerse visible desde que salió del Palacio Liévano, no le garantiza un camino fácil hacia la Presidencia. Sus dificultades comienzan por definir el lugar que ocupa en el espectro político. Desde la campaña por el plebiscito, las fuerzas políticas a favor del Sí, ubicadas en el centro y la izquierda, comenzaron a hablar de alianzas para las elecciones presidenciales. Hace dos semanas, en un encuentro organizado por el excongresista Luis Carlos Avellaneda, al que también estaban invitados Sergio Fajardo, los Verdes y el Polo Democrático, Petro convocó a una gran coalición de fuerzas alternativas. Pero su iniciativa no tuvo una respuesta inmediata.

En la izquierda, Petro ha tenido diferencias que dificultan la armonía con algunos de los que ahora tienen un papel protagónico. Con Clara López se distanció cuando en 2015 sonó que su administración había apoyado la campaña a la Alcaldía de Rafael Pardo y no la de la ministra. A eso se suma que con Jorge Enrique Robledo no se lleva bien porque el senador y hoy candidato del Polo lo criticó por apoyar a Santos en la segunda vuelta.

Los verdes reconocen que Petro ha sido abanderado de la lucha contra la corrupción y que fue el primer político que denunció el carrusel de la contratación. No obstante, Antonio Navarro y Claudia López han insistido en que sus alianzas deben ser multicolores, y saben que la presencia de Petro las inclinaría hacia la izquierda radical. “A pesar de algunas coincidencias, tienen conciencia de que Petro polariza”, dice un congresista de la Alianza Verde.

Otro reto de Petro es su imagen. En la Gallup de marzo, su favorabilidad es del 48 por ciento y su desfavorabilidad del 43. Si bien la primera le permite aparecer en los primeros puestos, su imagen negativa es muy alta, solo superada por las de Germán Vargas, Piedad Córdoba y Óscar Iván Zuluaga. No les ocurre lo mismo a otros posibles contendores dentro de una posible coalición. Fajardo, Robledo y Claudia López tienen negativos inferiores al 15 por ciento. Cifras similares presenta la encuesta del Centro Nacional de Consultoría, en la que, además, solo el 14 por ciento de los encuestados cree que el alcalde llegaría a segunda vuelta.

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Pero de todas las anteriores, la mayor dificultad para Petro será demostrar que la sanción que le impuso la Contraloría Distrital no lo inhabilita. Él dice que no comporta un impedimento, pero los expertos sostienen lo contrario. “No tengo cómo pagar esa multa. Estoy ilíquido. Mis bienes están congelados”, dice. Pero repite que de ahora a 2018 seguirá “dando una batalla a fondo, pacífica, resistiendo”. Será protagonista, sin duda, aunque aún no es claro cuál papel va a representar.